Biden: ¿Superará el tsunami de la crisis?

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Ceremonia de posesión de Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos

La pérdida del liderazgo político de Estados Unidos no es imputable exclusivamente a la desastrosa gestión de Trump. Los antecedentes se remontan al fracaso del modelo neoliberal que llevó a la crisis económica a esa potencia

Alberto Acevedo

El discurso de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, estuvo transversalizado por un llamado a la unidad de la nación, a la reconciliación, a sanar las heridas causadas por el sectarismo y el fundamentalismo propalados por la anterior administración, y a asumir al menos dos grandes retos: superar los efectos de la pandemia y encarar las causas de la crisis económica.

Y pese a que el tono conciliador y mesurado del gobernante cayó bien en amplios círculos de la vida política norteamericana, y en general en la comunidad internacional, la realidad indica que a Biden no le va a resultar fácil cumplir con las metas que se propone.

“Hay que defender la verdad para derrotar las mentiras”, dijo en un momento de su discurso. Entiendo a muchos estadounidenses que “ven el futuro con temor y se preocupan por sus empleos (…) ven en las noches el cielo y se preguntan, ¿podré mantener la hipoteca, podré pagar el seguro? Lo entiendo, pero la respuesta no es convertirse en facciones que generan desconfianza (…) tenemos que terminar esta forma de guerra civil que pone a demócratas contra republicanos. Podemos hacer esto abriendo nuestras almas, mostrando tolerancia y humildad, poniéndonos en los zapatos de la otra persona”, dijo el presidente.

Primer escenario de crisis

Pero sacar adelante su agenda no va a ser fácil. A pesar de su llamado al diálogo entre demócratas y republicanos, el Senado de la república, en lo inmediato, va a marcar un punto de confrontación alrededor del juicio político al expresidente Trump, que se citó para los primeros días de febrero próximo. La mayoría de los republicanos no quiere un juicio que inhabilite a su jefe. Y eso podría llevar a que en represalia los republicanos le impriman un ritmo lento, una especie de ‘operación tortuga’ a las iniciativas legislativas presidenciales.

Dos decisiones cruciales, el alivio a la población por los efectos del coronavirus, y la reforma migratoria, ya son objeto de críticas por parte de las principales figuras republicanas en el congreso. El vocero de la bancada republicana en el Senado, Mitch McConell, dijo que podrían bloquear proyectos que no sean de su agrado.

Dado que la composición del Senado en estos momentos es de 50 escaños demócratas y 50 republicanos, la bancada oficialista necesita al menos 10 votos republicanos para sacar adelante la mayoría de sus iniciativas, y alcanzar esta meta requerirá negociaciones y concesiones mutuas. Este, a propósito, es un claro mensaje de las divisiones partidistas, a pesar de los mensajes conciliadores de Biden.

Papa caliente

Si estos tópicos presentan dificultades, otros más complejos como la seguridad nacional, con la presencia de casi 200 grupos de extrema derecha dispuestos a atravesársele al nuevo gobernante, muchos de ellos armados; las relaciones con Rusia, China e Irán; doblarle el espinazo a la pandemia, que esta semana ya acumuló 417.538 muertes y 25 millones de contagiados, se proyectan en el firmamento como verdaderas papas calientes.

El discurso de Biden ofrece garantías y respeto por los derechos de las minorías: negros, migrantes, mujeres en estado de desprotección. Pero materializar estas garantías es también un desafío. Como han indicado sectores moderados dentro de su partido, debería reducir fondos de la policía y trasladarlos al rubro de servicios públicos, pero esto seguramente no lo hará.

Los 25 millones de contagiados por la pandemia piden atención médica urgente. Catorce millones de ciudadanos se han atrasado en el pago de alquileres, y enfrentan otra pandemia, las de los inminentes desalojos. Hay crisis por el desempleo. El virus incrementó esta tasa hasta un 17.5 por ciento, que equivale a 20.5 millones de puestos de trabajo perdidos. La población reclama la mejora del sistema de salud conocido como Medicare y elevar el salario mínimo.

Crisis estructural

Trump dejó al país en una situación de aislamiento internacional, como no se había visto en mucho tiempo. Incluso dejó sobre la mesa conflictos con la OTAN, la OMC y sus tradicionales aliados europeos. Biden prometió el rescate de Estados Unidos del aislamiento internacional, pero no se trata solo de eso; habría que revertir también un largo proceso de decadencia norteamericana, de liderazgo político, que por cierto supieron aprovechar Rusia y China.

La pérdida del liderazgo político de Estados Unidos no es imputable exclusivamente a la desastrosa gestión de Trump. Esta tiene antecedentes que se remontan al fracaso del modelo neoliberal, que llevó a la crisis económica que hoy soporta esa potencia. En la época de la caída del muro de Berlín, Washington propuso al mundo un modelo (unipolar) centrado en las grandes corporaciones multinacionales, con la industria automotriz a la cabeza. Pocos años después varió la propuesta y sugirió un modelo centrado en el capital financiero no comprometido con el crecimiento industrial y la expansión de los mercados internos de consumo.

Un mundo multipolar

En contraste con esta pérdida de liderazgo ideológico y político, China expandió y multiplicó sus relaciones por el mundo, incluyendo a América Latina, teniendo como carta de presentación su solidez económica, que mantuvo inclusive en el peor momento de la pandemia.

En estas condiciones, el plan de recuperación que propone Biden será apenas un lenitivo frente a la profunda recesión económica agravada por la propagación del virus y que cortó el proceso de recuperación mostrado hasta principios del año pasado.

La expansión de la influencia de China en los mercados internacionales, y su alianza con Rusia e India, se interponen como un obstáculo a los planes de recuperación de Biden. El siglo XXI aparecía como escenario de disputa entre el poder hegemónico de Estados Unidos y el surgimiento de un mundo multipolar liderado por Rusia y China. La crisis de la pandemia aceleró esa disputa, favoreciendo un modelo multipolar de la economía global.

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