Brujas: “de que las hay, las hay”

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Pintura de Goya, El aquelarre.

La bruja junto a la calabaza son los dos grandes símbolos de la fiesta que se celebra en diferentes países, cada 31 de octubre. Una tradición que resalta la supuesta maldad, aunque la realidad es otra

Renata Cabrales

Lo primero que se sabe de Halloween (All Hallows’ Eve) es que es una fiesta de origen pagano que se celebra la víspera del Día de Todos los Santos en su versión cristiana. La tradicional celebración tiene raíces en el antiguo festival celta: Samhain, que significa “fin del verano” y se realizada al finalizar la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al “año nuevo celta”, que a su vez coincide con el solsticio de otoño. Quienes participaban de esta celebración solían creer que los espíritus de los muertos merodeaban entre los vivos y por eso realizaban ritos sagrados para comunicarse con estos.

Otra de las teorías sobre el origen de esta tradición es que nació en Francia entre los siglos XIV y XV, durante la celebración de la Fiesta de Todos los Santos en la época de la peste bubónica, que arrasó con una gran cantidad de la población en toda Europa, lo que causó en la gente cierto respeto y veneración por la muerte, por lo que se crearon diferentes ritos y ceremonias para honrarla y homenajear a los difuntos. También, a través de la creatividad se representaba la muerte con diferentes disfraces, entre estos, el de bruja.

Halloween y la hoguera

Según historiadores, el papa Gregorio III cambió la fecha original del “Día de todos los santos” del 13 de mayo al 1 de noviembre en un intento de “cristianizar” Samhain. Lo que sucedió a raíz de esto es que ambas celebraciones se unieron y mezclaron tradiciones paganas y cristianas.

En la Edad Media las hogueras eran muy populares y se usaban para quemar la paja, pues el Samhain celebraba el final de la temporada de cosecha, pero también se convirtió en un ritual para “espantar” la brujería.

En esta época la brujería se basaba en presuposiciones en las que se consideraba que no solo las brujas, sino el demonio y los súcubos, eran reales y tenían poderes sobrenaturales. Existía el mito de que estos podían curar, producir y transmitir enfermedades, provocar lluvias torrenciales con el fin de dañar los cultivos o también podían causar sequías, volver estériles a las mujeres, despertar amor o destruirlo, por medio de bebidas mágicas o hechizos, e incluso, se pensaba que eran capaces de causar la muerte a través de una mirada fija.

Los rituales de los conjuntos o aquelarres estaban representados por mujeres y un líder masculino, que según se cuenta era enviado por el demonio. Estos encuentros y pactos con el diablo se llamaban Aquelarre o Sabbat, y allí el diablo se encargaba de señalar a la bruja, la cual debía renunciar a la fe cristiana, y adorarlo a cambio de algunos poderes sobrenaturales.

La cacería

Al principio, los conocimientos de las llamadas brujas eran importantes y necesarios para las comunidades, debido a sus conocimientos ancestrales sobre la ciencia de la herbolaria que utilizaban para curar diferentes enfermedades. Norma Blazquez Graf, Doctora en Filosofía del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, en el retorno de las brujas afirma que: “Sus conocimientos eran valorados, respetados y considerados importantes y necesarios, pero se les fue desprestigiando y asociando con la idea de que no poseían sabiduría de mujer, sino que un ser maligno les otorgaba poderes, y todo lo que sabían y practicaban era debido a un pacto con el Diablo”.

Así mismo, según la investigadora, “La cognición empírica que dominaban y transmitían de abuelas a madres, y de ellas a hijas, fue considerada sospechosa y amenazante, porque atentaba contra los poderes políticos, religiosos y científicos nacientes”.

Al hablar de la caza de brujas, se dice que en pequeños pueblos de Europa donde no había ninguna autoridad, los mismos habitantes se hacían cargo de perseguir y de matar a las personas, sobre todo mujeres de quienes se sospechaba que practicaban algún tipo de sacrilegio por medio de la brujería. Estudios actuales, han demostrado que a lo largo de la Edad Media, más de 100.000 fueron condenadas por la Iglesia Católica y unas 50.000 ejecutadas.

La realidad de las brujas

Las mujeres de la Edad Media que demostraban tener conocimientos más adelantados que  algunos hombres, sin ni siquiera haber tenido acceso a la educación,  eran consideradas una amenaza dentro de una sociedad completamente patriarcal. Y este era uno de los principales motivos por los cuales estas mujeres osadas que desafiaban la autoridad masculina eran perseguidas.

Sin embargo, para muchas civilizaciones ancestrales, la imagen de la bruja o hechicera no tenía nada que ver con la maldad que se le atribuía; al contrario, estas mujeres cumplian con el deber de alejar a sus pueblos de las “fuerzas oscuras” que los amenazaban y que atentaban contra la integridad de sus habitantes.

Las brujas no fueron ni serán un mito pues su historia es real, como también lo son sus conocimientos ancestrales y los grandes aportes que hicieron a la medicina, logrando importantes aportes para esta rama de la ciencia. Su papel en la sociedad es tan importante que aún, en nuestros días, se requiere de su desempeño para aportar bienestar a la sociedad.

Y se dice que se requiere de su aporte porque, aunque haya cierto escepticismo y aún se consideren seres despreciables, de que las hay las hay, y en la realidad, son esas mujeres que en muchas regiones, en Colombia, por ejemplo, donde no llega la mano del Estado, son las que ayudan a las más vulnerables a parir de forma natural, o en el mejor de los casos, a practicarles abortos de manera segura,  con el uso de la medicina ancestral a las que por diferentes razones no están en condiciones de traer hijos o hijas al mundo.

El significado negativo que se le ha atribuído a la brujería y sus practicantes viene de la mano con el florecimiento del cristianismo. La prohibición de esta ya se conocía desde antes, pero se volvió más violenta cuando los cristianos pasaron de ser los perseguidos a los perseguidores.