Buenos Aires fue sede del Plan Cóndor

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Cúpulas militares de las dictaduras en el Cono Sur en los setenta y ochenta.

La firma suiza Crypto AG, ya en manos de la CIA norteamericana, proporcionó maquinaria de cifrado de mensajes a las dictaduras del cono sur de América Latina, se estableció en los documentos secretos de las actividades de espionaje norteamericanos y alemanes durante más de medio siglo.

Esto implica que Washington toleró y fue cómplice de los horrores de estas dictaduras durante varias décadas y no movió un dedo para impedir los crímenes, pese a que Estados Unidos se reclama campeón de la democracia y monitorea el cumplimiento de derechos humanos en varios países.

Ahora se ha sabido, además, que la capital argentina fue la sede del Plan Cóndor, desde donde se coordinaron espantosos crímenes de lesa humanidad. Solamente en el caso de Argentina, las organizaciones defensoras de derechos humanos calculan en 30 mil la cifra de desaparecidos. Y todavía hoy muchos familiares no saben cómo fueron asesinados ni logran localizar los restos de sus seres queridos. Se sabe que no pocos fueron arrojados vivos al mar, desde aviones militares.

Operatividad criminal

En Buenos Aires funcionó un centro de operaciones del Plan Cóndor en pleno auge de las dictaduras militares de la región. Este involucró a los regímenes de facto de Chile, Paraguay, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina. El centro de operaciones funcionada entre las 9 y media de la mañana y 12 y media del día. Tras dos horas de receso para el almuerzo, reanudaba laboreas hasta las 5 y media de la tarde.

Cada país enviaba al menos cuatro miembros al centro operacional y aportaba 10 mil dólares para su funcionamiento. Los expertos, que en realidad eran torturadores profesionales, operaban en grupos de a cinco y por votación escogían el blanco al cual iban a eliminar. Su misión era identificar a las víctimas, localizarlas, seguirlas e informar a la base de operaciones en Buenos Aires. Después, las personas seleccionadas pasaban a cámaras de torturas de donde eran desaparecidas y asesinadas.

Los asesinos recibían un salario de 3.500 dólares cada diez días y una bonificación adicional de mil dólares para comprarse ropa. Se supone que deberían disponer de atuendos suficientes para camuflarse e infiltrarse entre las organizaciones sindicales y populares, que fueron las víctimas principales de su empresa criminal.