En busca de la Línea Amarilla

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Jóvenes guardianes de la naturaleza en La Cooperativa. Foto Cindy Lopera – APR.

Mujeres que inspiran en el Magdalena Medio

Cindy Lopera – Agencia Prensa Rural
@PrensaRural 

Aunque el viaje inicia en Barrancabermeja, la verdadera inmersión e interacción con las comunidades comienza al llegar a La Cooperativa, una población antioqueña que no alberga más de cincuenta familias, pero que ha sido testigo de la arremetida paramilitar en contra de quienes quieren la paz.

A orillas del río Ité, que confluye con el Tamar en el río Cimitarra, se erige un monumento a las víctimas del conflicto armado que durante décadas se vivió en esta región. Allí un grupo de jóvenes y niños se compromete, tras un taller de sensibilización sobre las riquezas en fauna y flora con las que cuentan a su alrededor, a ser guardián de la biodiversidad para que ellos y las próximas generaciones puedan gozar de las maravillas de esta región.

No lejos de este lugar, en Puerto Matilde, las comunidades se organizan de la mano con la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC) para reconstruir la memoria histórica y asegurar la preservación del medio ambiente cimentando un nuevo espacio comunitario que incluirá un museo de historia y de biodiversidad, un aula ambiental para talleres y cine foros, y un monumento vivo a través de un sendero ecológico: sembrando árboles se recordará a las víctimas de varias masacres en la región.

Ponche y su cria recorriendo la ciénaga. Foto Cindy Lopera – APR.

Patricia, Doña Pato, estuvo durante décadas deambulando entre Antioquia, Santander y Bolívar; hoy se siente tranquila y con relativa seguridad en Puerto Matilde criando a sus pollitos, cocinando exquisitos platos y participando de todos los talleres que la Asociación dicta a mujeres lideresas, cabeza de hogar, que quieren sacar adelante proyectos productivos de forma responsable y sustentable en armonía con la naturaleza.

Adentrándose por una de las quebradas cristalinas que surten de agua a la región, en cercanías a la finca La Bufalera que se constituye como uno de los proyectos insignia de la ACVC, con paciencia y agudizando la vista se pueden observar algunos reptiles, anfibios y arácnidos; así como los escandalosos choibos, pequeños primates que cuidan fielmente de sus crías.

En el camino se vislumbra también el rastro del esquivo jaguar, en la región conocido como tigre, que otrora se vio amenazado por la deforestación, la minería y la caza indiscriminada por parte de los mismos campesinos que lo consideraban una amenaza para sus animales y para sus propias vidas. Hoy el tigre goza de una protección especial gracias a la conciencia que ha tomado el campesinado, con la ayuda de organizaciones internacionales que promueven la protección del medio ambiente.

Siguiendo el curso del río se llega a la ciénaga de San Lorenzo, un extenso territorio inundado en donde abundan las tortugas de río -insignia de la ACVC-, las babillas, los caimanes y un sinnúmero de aves. Madrugando con el sol y canaleando, sin motor, por los laberínticos caminos que ofrece la ciénaga, con la paciencia suficiente y con la mirada experta de un guía conocedor de la zona, se pueden avistar los ponches o chigüiros, el roedor más grande del mundo.

Hace tan solo unos pocos años estos rechonchos animalitos abundaban en las aguas cenagosas. Hoy se ha reducido significativamente su población. Son apetecidos por su carne magra, por su piel e incluso para ser domesticados y criados en cautiverio. En la actualidad los ponches son protegidos por las comunidades que viven a las orillas de la ciénaga. Con normas acordadas entre las juntas de acción comunal se prohíbe la caza indiscriminada de estos mamíferos así como la comercialización de su carne; aunque se permite de vez en cuando el consumo local. De esta manera se asegura la supervivencia de estos animales sin ir en contravía de la idiosincrasia regional y de sus costumbres.

Garza en la ciénaga. Foto Cindy Lopera – APR.

En medio del complejo cenagoso se encuentra ubicada la vereda El Cagüí. Tras el paso del IV Campamento Agroecológico de la Zona de Reserva Campesina del Valle del río Cimitarra, en el que se reunieron más de 400 invitados para discutir sobre la agenda ambiental que beneficiará a todos los habitantes de la región, poco a poco regresa la normalidad a esta tranquila población. Allí vive Joana, una mujer emprendedora, trabajadora, “echada palante”, que dedica sus días a promover el ecoturismo en su región.

Las comunidades se han organizado para ofrecer planes turísticos que no afecten el medio ambiente; así se realizan recorridos en la ciénaga para avistar animales, caminatas a quebradas y cascadas, la posibilidad de pernoctar en una isla en una típica hamaca con su respectivo mosquitero y la degustación de platos típicos como parte de la oferta de actividades con las que se dan a conocer las maravillas naturales de la zona, la capacidad organizativa de sus habitantes y su empeño por la preservación del medio ambiente.

Dos horas en carro y otras tres horas a lomo de mula separan El Cagüí de la vereda Cedro Alto, el último vestigio de población antes de llegar a lo que las comunidades denominan el baldío y que se conoce como la Línea Amarilla, un área de 70 mil hectáreas en la Serranía de San Lucas que las comunidades han decidido proteger y que se encuentra en su estado natural gracias a las normas consensuadas que impiden talar bosque, abrir trochas, cazar animales y contaminar las aguas, entre otras.

Río arriba, haciendo equilibrio entre roca y roca, se puede llegar al punto exacto en el que comienza esta zona de protección; allí permanecen los indicios de la demarcación que se hizo décadas atrás con pintura amarilla para ponerle un límite a los asentamientos humanos y asegurar la supervivencia de especies únicas.

En medio de esta frontera vive doña Nely. Diariamente se levanta antes de que el sol haya despuntado para atender y despachar el desayuno de casi veinte peones que trabajan en la finca; es poco el tiempo entonces que le queda para recorrer la zona y apreciar las maravillas naturales que rodean el lugar. Sin embargo, ella y su familia están al tanto de que uno de los más importantes beneficios de defender el baldío es poder contar con agua tanto para su consumo, como para el mantenimiento de sus cultivos y la cría de animales.

Gracias al contacto directo con la Junta de Acción Comunal y a las reuniones que se sostienen constantemente con la comunidad, doña Nely es consciente de que vive literalmente sobre una montaña de oro y que por eso están latentes los intereses de varias multinacionales para explotar estos recursos; pero sabe también que sólo mediante la unidad podrán cumplir con su tarea de guardianes de los árboles, los animales y los ríos que aseguran el futuro de las nuevas generaciones.

La propuesta de conservación de la Línea Amarilla por parte de las comunidades es un proyecto vanguardista en el que prima la defensa de la vida y del territorio por sobre los intereses económicos. Servirá de ejemplo para otras regiones del país que le apuestan a la paz con justicia social y a la conservación del medio ambiente.

Atardecer en la ciénaga. Foto Cindy Lopera – APR.