El nombramiento de Bernard Aronson, experimentado funcionario en procesos de paz que culminaron exitosamente, en calidad de representante del gobierno estadounidense en los diálogos del Gobierno nacional y las FARC-EP.
José Ramón Llanos
Los resultados de la gira de Álvaro Uribe y su camada de congresistas por los Estados Unidos han sido tan deplorables, tan lesivos para su imagen, para su credibilidad y autoestima, que los partidarios de la paz -casi todos los colombianos- deberíamos hacer una colecta pública para financiarle una vuelta al mundo con sus dóciles parlamentarios y al retornar al país, derrotado y decepcionado por los resultados obtenidos, quizá caiga en una larga y severa depresión –que no haya ni cántaros de valerianas ni los más potentes antidepresivos que lo saquen de ese estado- y haga entonces mutis por el foro y así descanse el país de sus sandeces y vocinglería tuitera contra lo que más anhela Colombia: el fin de la guerra.
El tour del Centro Democrático contra el país y los diálogos de paz en La Habana, la verborrea de palomas y otras aves de ese partido en Washington, lograron no el parto de los montes sino algo peor para esa organización: una dolorosa y sonora bofetada en el rostro de su líder, acostumbrado a romperle la cara a sus amigos maricas. Sin lugar a dudas, una bofetada constituye la respuesta del gobierno de Obama: el nombramiento de Bernard Aronson, experimentado funcionario en procesos de paz que culminaron exitosamente, en calidad de representante del gobierno estadounidense en los diálogos del Gobierno nacional y las FARC-EP. Más claro ni el clarín madrugador de un gallo caribeño.
El nombramiento de Bernard Aronson tiene otro elemento positivo para el proceso de paz: al convertirse el gobierno de Estados Unidos en parte comprometida con los diálogos de La Habana, se hace más factible la posibilidad de que las FARC-EP logren la liberación del comandante Simón Trinidad mediante amnistía del gobierno norteamericano, y en esa forma continúe consolidándose el camino hacia el acuerdo que garantice la paz, con justicia social, equidad, incremento de la participación en las decisiones políticas y económicas de los indígenas y los afrodescendientes, y reasumamos como nación independiente la soberanía plena en todos los asuntos internos y en la construcción de una política exterior.
Pero hubo otros descalabros que afectaron a todos los enemigos de la paz y beneficiarios de la guerra. La visita de Kofi Annan, sus declaraciones y conferencias en apoyo a la política de paz del presidente Juan Manuel Santos y sus desarrollos en la mesa de negociaciones. El exsecretario de la ONU, igual que todos los mandatarios y líderes del mundo, ha ignorado los discursos de los caudillos del Centro Democrático contra el país y se ha comprometido a explicar a nivel mundial los avances de las negociaciones. Nunca una bofetada fue tan contundente contra los defensores de la guerra.