Campesinos controlaron incendio en el Sumapaz

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La rápida reacción de los campesinos evitó que los daños fueran mayores.

Juan Carlos Hurtado Fonseca

Adelante tres guadañadoras cortaban la espesa vegetación, detrás otros campesinos retiraban el material, mientras otros más golpeaban las llamas hasta extinguirlas y así cortar el fuego. Fue la manera como 35 hombres y mujeres, durante 36 horas de trabajo ininterrumpido lograron minimizar los incendios que llevan varios días en la localidad rural de Sumapaz en Bogotá.

Todo empezó cuando el martes 4 de febrero en horas de la tarde, campesinos de diferentes veredas vieron el espeso y blanco humo que se desprendía al oriente de la Cordillera Oriental, específicamente en el municipio de San Luis de Cubarral, en el departamento del Meta. Las llamas habían nacido, crecían y se desplazaban rápidamente hacia la hoya de Bogotá y el Filo de Vera.

Inmediatamente, se comunicaron con diferentes entidades de la administración Distrital como la Alcaldía Local, el Hospital, la Policía y con líderes políticos, pero la ayuda tardó días en llegar. “Ellos se quedaron enfrascados en los protocolos. Hay que tener en cuenta que esto es un territorio teledirigido, todos están en la ciudad y todo se hace difícil”, dijo a VOZ el campesino y profesor Alfredo Díaz.

Al ver que la ayuda no llegaba, en el corregimiento de San Juan se organizaron y partieron a atender directamente la emergencia. Fueron ocho horas a caballo hasta los focos de fuego en el pliegue oriental de la cordillera. Luego de la travesía, trabajaron hasta controlar en un 80% el fuego.

Solo hasta la noche del jueves pasado, llegaron los bomberos de manera helicoportada, y esta mañana el puesto de mando unificado en San Juan, los envió al sitio del incendio a terminar lo que no pudieron hacer los campesinos.

“Se demoraron mucho, no estamos hablando de cualquier territorio, estamos hablando de la estrella fluvial del centro del país y por la incineración de la vegetación y la fauna va a haber una afectación enorme. Ahora esas cenizas tenemos que tragárnoslas quienes habitamos el páramo”, expresó el campesino.

Aunque Alfredo Díaz dice no saber con exactitud, cree que se han quemado más de mil hectáreas de alto páramo, cuya vegetación es principalmente cañizales, romeral y frailejón; plantas estratégicas para la conservación del agua.

El profesor dice que hay que buscar cómo resarcir los daños y crear planes para que este tipo de emergencias no se vuelvan a presentar, y que si suceden, la asistencia sea a tiempo. Hace parte del puesto de mando unificado, espera que los bomberos extingan el fuego, aunque está presto a seguir cuidando esa fábrica de agua; a seguir siendo un guardián del páramo, porque como dice: “Esta cordillera nos parió, hoy la salvamos del fuego y de todas las amenazas que hay contra ella”.

Las llamas rápidamente se desplazaron hacía los límites de la Bogotá rural.