Cáncer de mama

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Eliza Bedoya. Plumilla de Arlés Herrera, Calarcá.

Eduardo Pulido

Eliza es una mujer de 54 años, con ojos y cabello azabache, tez trigueña y de complexión pequeña (1,52 m). Se casó aún sin cumplir la mayoría  de edad y tuvo 4 hijos, el matrimonio pronto marchitó y se quedó sola con sus pequeños hasta que encontró el hombre que habría de estar con ella, su escudero leal y quien la ha acompañado por 30 años en la lucha contra gigantes: Roberto.

Hasta aquí Eliza es una mujer casi prototípica colombiana, excepto por algunos sucesos… Hace diez años, mientras uno de sus hijos se encontraba trabajando en el taller mecánico de su padre, unos hombres lo abordaron para hacerle una excelente oferta de empleo, él se fue con ellos y semanas después apareció como un guerrillero dado de baja. Así es: Eliza es madre de un “falso positivo”, dos años más tarde otro de sus hijos fue asesinado al frente de su casa en medio de la disputa por el manejo de la droga de dos bandas (bacrim que mal llaman), él trabajaba en el barrio vecino y por ello fue acusado de llevar información. Murió en los brazos de Roberto, era el hijo menor.

Y ahora, por si fuera poco, el dolor de perder a dos de sus cuatro hijos y sufrir mil embates tratando de conocer la verdad y hallar a los culpables de la muerte de su primer hijo, le fue diagnosticado, hace un largo año, cáncer de mama. Uno de los senos con los que alimentó a sus cuatro hijos fue parcialmente retirado y el tratamiento con quimioterapia, igual que a su hermana hace 13 años, se asomó a su puerta y le ha dado varios de los duros golpes calculados por el oncólogo.

Sin embargo, lo que motiva a escribir unas notas sobre Eliza no es crearle una imagen de mártir, todo lo contrario, es el estoicismo con el que ha sobrellevado, junto con Roberto, cada golpe. Su mirada tiene una fuerza irreductible a la vez que transparenta en sus ojos de madre un amor sobrecogedor, Eliza nos atiende en las reuniones que celebramos con regularidad en su casa con un ponqué Ramo y un jugo de guanábana mientras bromea con Roberto sobre la mastectomía y la calvicie que ahora es de ambos… de momento deja de reír y su voz toma un tono solemne. Suspira con un vaho triste: “Solo me preocupaba que no estuviera demasiado avanzado, yo me dije: si es tratable peleo, pero si está muy complicado es mejor dejarlo seguir…

Una heroína

Nuestra heroína se ha tenido que enfrentar, con sus escasos 1,52 metros de estatura, tanto a la violencia directa de los cincuenta años del conflicto armado, como a una violencia no tan ruidosa, pero igual de lesiva: la violencia económica del tercer país más desigual del mundo.

-“Este tipo de casos es muy complicado porque la vía jurídica significa tiempo y el tiempo es algo que el cáncer devora. Tengo amigos abogados que me habían dicho que me asesoraban pero mientras me iba en pleitos jurídicos con la EPS fue preferible, por cuestión de salud, asumir las deudas. Lo único que espero es aliviarme pronto para seguir peleando por la memoria de mi hijo, por la verdad.”

Esta hija de Policarpa no le presta importancia al tema de la mastectomía, su hermana quien tuvo que realizarse una, la ayudó a tomar la decisión sin asomo de duda. En su voz se nota que a una mujer que uno de los capítulos más oscuros de violencia en el conflicto le ha arrancado dos de sus hijos, poco la puede conmover perder parcialmente uno de sus senos.

Mucho más importante que eso, para ella, el fin del conflicto social y armado necesita principalmente una cosa: que se conozca toda la verdad acerca de los crímenes cometidos por las partes en el marco del conflicto (en su caso la participación de agentes del estado y aparatos militares en los falsos positivos).

Eliza es militante del Partido Comunista y su conciencia no provino precisamente de un ejercicio académico; la realidad del conflicto y la violencia del estado manifestada en el asesinato de sus hijos fue el motor que la llevó a vincularse al partido de los explotados, de los desheredados y de los parias, en este partido dice: “puedo gritar las injusticias”. Su libro favorito podría ser un símil de su templanza: La Madre, de Máximo Gorki.