El candidato de los paras

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Caricatura del año 2001 de Arlés Herrera, Calarcá.

El 24 de noviembre de 2000 en Cartagena, fue proclamado el exgobernador de Antioquia como el candidato presidencial del gremio ganadero, sector comprometido con la promoción y financiación del paramilitarismo

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

Un año y seis meses después del aquelarre fascista del Hotel Tequendama, la extrema derecha se reunió nuevamente en la ciudad de Cartagena de Indias. Corría el mes de noviembre del año 2000, el proceso de paz en el Caguán estaba congelado, y las maniobras del presidente Andrés Pastrana se concentraban en fabricar gobernabilidad en lo que se conoció como el “Frente común por la paz y contra la violencia”, una tímida estrategia para aglutinar a los tradicionales actores políticos del país.

La realidad es que Colombia no la pasaba bien. A la debilidad del mandato pastranista, se le sumaba un desbordado desempleo que hundía al país en una crisis económica que el Gobierno, en cabeza del ministro de Hacienda Juan Manuel Santos, pretendía resolver con una nueva reforma tributaria que anunciaba más impuestos y la ampliación del IVA a varios productos de la canasta familiar.

De igual forma, la agudización del conflicto armado rompía las estadísticas de violencia hasta ahora conocidas. Tomas a poblaciones, “pescas milagrosas” y ataques a la fuerza pública por parte de las insurgencias que no estaban en tregua, se combinaba con el terror de las masacres, asesinatos selectivos y desplazamientos forzados generados por el accionar del paramilitarismo y el Ejército Nacional. La vorágine de la guerra llegaba a su pico de degradación.

En ese contexto se desarrolló el 24 de noviembre del año 2000 en la ciudad de Cartagena el XXVII Congreso de la Federación Colombiana de Ganaderos, Fedegan. El invitado especial para la instalación del acto sería el exgobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, quién en medio de la ovación en su discurso central, fue proclamado como el candidato presidencial del sector más comprometido en la promoción y financiación del paramilitarismo.

Portada de VOZ, edición 2072.

Sin registro

Es difícil reconstruir el evento que inauguró la candidatura que llevó a Uribe Vélez y al sector más guerrerista del Establecimiento al poder, entre otras cosas, porque no existe registro digital, ni testimonio gráfico de aquel jueves en la noche. Es como si ningún medio tradicional de comunicación hubiese cubierto la máxima reunión del principal sector opositor al proceso de paz en el Caguán.

Esta falta de información no impide suponer la composición de la mesa directiva en un evento gremial como este. Por la indagación al empresariado de la época, se puede inferir que el Congreso Ganadero contó con la presencia de Sabas Pretelt de la Vega, presidente de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco; de Fernando Devis Morales, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC; de Luis Carlos Villegas, presidente de la Asociación Nacional de Industriales de Colombia, ANDI; y por supuesto, la presencia del cordobés Jorge Visbal Martelo, ganadero, máximo representante de Fedegan y presidente por aquel entonces del Consejo Nacional Gremial.

Existía una posición conjunta de los gremios económicos, quienes denunciaban que el gobierno Pastrana entregaba gratuitamente concesiones a un enemigo que continuaba su guerra contra el Estado y que se fortalecía en el plano militar. Los ganaderos, por supuesto, eran el sector más intransigente en esta posición.

Legalización del monstruo

En su discurso central, Visbal Martelo proponía revivir la anacrónica figura de las ‘milicias nacionales’ contemplada en la sepultada constitución de 1886. El estruendo de aplausos en el principal Centro de Convenciones de la “Heroica” no generaba ninguna sorpresa. Años después, el empresario ganadero que con vehemencia llamaba a la legalización del monstruo para defender la propiedad latifundista, sería condenado por financiación y afinidad ideológica con el paramilitarismo en Córdoba. Para el año 2000, el departamento del Caribe colombiano era recordado por ser el epicentro de masacres, asesinatos, desplazamientos forzados y despojo de tierras.

Al subirse al atril, Uribe Vélez leyó el discurso “Reconstruir el tejido social”, escrito a cuatro manos junto con José Obdulio Gaviria, el fiel escudero del exgobernador quien siempre ha levantado polémica por su parentesco familiar con el antiguo jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria.

“La lucha guerrillera es una acción terrorista. No es el viejo pleito por cerdos y bovinos, es un pleito marxista. Es un pleito sobre modelo de propiedad, sobre régimen de propiedad”, manifestó Uribe Vélez ante los ganaderos de Colombia, desnudando su doctrina ideológica que un año y seis meses atrás en el Hotel Tequendama ya había generado consenso en los sectores más representativos de la extrema derecha.

El proclamado candidato presidencial de los ganaderos respaldaba la propuesta de Visbal Martelo de reactivar las ‘milicias civiles’ en la guerra colombiana. “Me duele la respuesta que dio el presidente de la República al presidente de Fedegan, en el sentido de que esa era una propuesta irracional cuando lo que está expresando es el sentimiento del 50% de las familias colombianas. Este país debe ser menos permisivo con los bandoleros”, exclamó en aquel momento el dirigente antioqueño.

Lo realmente escabroso, es que dos días antes del congreso de Fedegan y a escasos 200 kilómetros de Cartagena, la compañía Walter Úsuga de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, asesinaron a 39 pescadores de la Ciénaga Grande de Santa Marta. “Este hecho no mereció ni el más mínimo pronunciamiento de los asistentes al evento ganadero”, denunció con indignación el director del semanario VOZ Carlos Lozano.

Caricatura del año 2000 de Arlés Herrera, Calarcá.

El cuadro

El cheque en blanco firmado por los ganaderos colombianos hacia la figura de Álvaro Uribe Vélez se sustentaba en su discurso de “mano dura” contra la insurgencia y por ser un agudo crítico del proceso de paz entre Andrés Pastrana con las FARC.

Sin embargo, dos hechos de la vida pública de Uribe Vélez generaban confianza. El primero, era que el dueño de la imponente finca El Ubérrimo en Córdoba era un terrateniente más, un genuino representante de clase que defendería con determinación sus intereses.

Y el segundo, es que su gestión como gobernador de Antioquia tuvo resultados; el candidato de la “mano firme y corazón grande” promovió con determinación el modelo de armar a la sociedad civil con las Convivir, involucrando a 50 mil antioqueños en 87 cooperativas de seguridad privada, fenómeno que mutó rápidamente en ejércitos paramilitares de las AUC.

El modelo paraestatal exitoso en Urabá, que expulsó a sangre y fuego al Partido Comunista como a todo el movimiento social comprometido con los cambios a partir del imán antisubversivo, era profundamente atractivo para un sector que exigía coléricamente seguridad. Se validó entonces la alianza legal a nivel nacional entre anticomunismo, defensa de la propiedad privada y guerrerismo.

Con la proyección del cuadro político perfecto del modelo paramilitar, la siguiente tarea sería transformar el marginal 2% de intención de voto en una victoria electoral sin precedentes. La estrategia: fortalecer la “derechización” del país, ser un obstáculo al proceso de paz y canalizar políticamente los daños colaterales de su inminente fracaso. Bajo este libreto y con el músculo financiero del latifundio, los caminos conducían inevitablemente a la victoria del fascismo.

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