Nixon Padilla
@nixonpadilla
El Covid-19 ha dejado al desnudo al capitalismo. La hoja de parra ha caído y exhibe las vergüenzas de un sistema que además de responsable de la actual crisis, es incapaz de mostrar salidas.
El voraz modo de producción, que devora el planeta en una vorágine impulsada por la ganancia del capital, es el escenario donde surge esta peste contemporánea. Es imposible dejar de observar que las transformaciones de la naturaleza, en función de la acumulación capitalista, han tenido consecuencias en la forma como nos relacionamos con ella. No solo es evidente en el cambio climático, en los términos que lo conocemos, el aumento del CO2, el descongelamiento de los polos, el cambio del régimen de lluvias y sequías, y otras consecuencias de las que ya estamos alerta, sino aquellas que crean nuevas relaciones entre las especies al concentrarse cada vez mas el espacio vital del planeta.
Por otra parte, el modelo económico que ha colocado todo lo vital para el ser humano en manos del mercado, nos ha dejado desprotegidos y sin armas para defendernos de estas nuevas realidades.
El retraso en las medidas para contener la infección tuvo su origen en los temores sobre los impactos que podrían ocasionar en las ganancias del capital, pero luego al verse obligados a implementarlas, fue evidente que el peso de la crisis inmediatamente se cargó sobre los hombros de los trabajadores. La supresión, suspensión o mayor precarización de los contratos laborales, el abandono de quienes dependen de la economía informal y sobre todo el menosprecio por la vida de quienes han sido convertido en desecho del mercado, es la norma del capital ante la crisis.
La receta que no ha faltado ha sido la de dirigir los recursos del Estado para beneficiar a los grandes capitales. En Colombia, Duque no se ha quedado atrás, expidiendo un decreto que le permite tomar dineros que las entidades territoriales necesitan para atender la crisis, con el objetivo de orientarlos al sector privado, fundamentalmente el financiero.
Pero ha resultado aún más hilarante que en estas condiciones los defensores a ultranza del mercado abandonen sus trincheras para exigir al Estado que tome a su cargo la dirección y resolución de la crisis. Por supuesto, que luego sin ningún pudor, reclamarán e impondrán medidas de ajuste, exigiendo sacrificios a los trabajadores en beneficio del capital.
Ha quedado claro que la competitividad, la racionalidad económica y el individualismo, valores centrales del capitalismo, no sirven para resolver los desafíos de la sobrevivencia de nuestra especie, ni la del planeta.
No hay que perder de vista que el Covid-19 no es la única pandemia que afecta nuestro mundo. El hambre, la guerra y la voracidad del capital, dejan miles de muertos diarios, ante la mirada impúdica de buena parte de la sociedad. Solo un cambio de fondo, de raíz, con la consecuente construcción de una alternativa de organización social y política, que ponga al centro la solidaridad, la convivencia con el resto del planeta y el bien común, podrá guiar de manera segura a la humanidad en este viaje por el universo.
Entre tanto una isla en el caribe, que se bate contra la ruin iniquidad del bloqueo imperialista, llena de tal manera al mundo de amor y ternura, que no deja apagar la fe en lo que nos queda de humanidad.
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