Capuchos, autonomía y protesta social

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Incursión del Esmad a la Universidad de Antioquia.

César Santoyo Santos
@cesantoyo

El alcalde de Medellín legitima una idea autoritaria de vieja data: limitar la autonomía universitaria porque aupa y alberga a “terroristas encapuchados”.

El ingreso del Esmad a la Universidad de Antioquia abre un viejo debate entre sectores que apoyan la cátedra libre y otro segmento que niega, acosa y señala a la universidad pública de cuna de delincuentes-terroristas.  Esta discusión es absolutamente normal y cotidiana, pues en el Estado de bienestar, tan odiado por los más extremistas neoliberales, también detestan la universidad pública por su comprensión, alcance y condición crítica, creadora y transformadora, porque amenaza con difundir y socializar el pensamiento crítico en contra del pensamiento único y del determinismo mercantil y financiero.

Días atrás la funesta vicepresidente había lanzado un peligroso ataque al señalar a las ciencias humanas como inviables para el crecimiento económico, lo que no aclara es el de quién, porque esas ciencias han logrado hacer en el país lo que el Estado, los gobiernos y el autoritarismo no: integrar la Colombia profunda y construir múltiples escalas de desarrollo de la Nación. ¿Por qué Quintero y Ramírez terminan sirviendo a un discurso privatizador y egoista? ¿Por qué la protesta siempre se asocia a la existencia de encapuchados cargados de peligrosos explosivos?

Los claustros univerisitarios del país y, más aún, de las universidades públicas, son expresión de la Nación, gozan de autonomía universitaria, que no es únicamente la idea de que no pueda ingresar la bota militar (FF.MM. y Policía), también en la cátedra libre, las ciencias y la construcción de investigación de alta calidad. Debe seguir siendo esa su naturaleza. Las visiones privatistas y del “pleno mercado” parte de su propio autoritarismo: ¡que la financien los egresados!; ¡no puede negociarse con actos de hecho y de presión! ¡Los explosivos no tienen cabida en las universidades!

Se ha documentado e investigado por parte de miles de hombres y mujeres que en el país persiste un régimen de democracia restringida, pero nunca las élites han mostrado tanto su soberbia como en la actual movilización: desatando la entrada de los escuadrones de muerte, brutalidad y destrucción del Esmad a los campus de la universidad; es el mensaje más claro para la movilización social y popular actual: no habrá ordenamiento legal, ni protocolo alguno que limite la imposición de las políticas que esas élites requieren y necesitan para sostener su inexpugnable concentración de la riqueza, y lo envían atacando a uno de los emblemas actuales del paro y la movilización: la universidad y el movimiento estudiantil.

Restringir el debate público es un indicador inequívoco de la democracia restringida, de ausencia de derechos, es la expresión del tono miserable que el actual gobierno usa, con ayuda de áulicos funcionales en las administraciones municipales, contra las demandas que el país está exigiendo en el pliego del paro nacional.

Mientras esto pasa en las universidades y con el pensamiento crítico, Duque, ¡ay Duque! suspende el mandato de Naciones Unidas en el seguimiento a los cultivos llamados “ilícitos”, El convenio con ONU queda “hecho trizas” también, el monitoreo y la verificación de la sustitución de cultivos que consignan en los reportes de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Undoc por sus siglas en inglés, muestran que la sustitución voluntaria es sostenibles y viable, no así el negocio de muerte que marca el glifosato.