Carlos Lozano Guillén: Un apóstol de la paz

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Fragmentos del discurso pronunciado en el acto central del trigésimo tercer festival de este semanario. Los intertítulos son de VOZ

José Luis Díaz-Granados

Estamos celebrando el segundo aniversario de los acuerdos de paz entre las FARC-EP y el Gobierno nacional, y recordando a uno de los fundadores y animadores de este magno evento, cuya parábola vital y revolucionaria marcó un ciclo de singular importancia en la historia de nuestro país. Estamos recordando con inmenso afecto e infinita gratitud a ese colombiano inmaculado y valeroso que llevaba escrito en su alma el nombre de Carlos Lozano Guillén.

Nacido en Ibagué, la hermosa y musical capital del Tolima, el 19 de junio de 1949, Carlos Arturo Lozano Guillén mostró desde muy temprana edad una sensibilidad social inequívoca que le brotaba no solo por el impecable proceder de su padre, un brillante abogado liberal de izquierda, sino de su propia intuición intelectual y humana que lo llevó a devorar conocimientos mediante la lectura de los clásicos de la literatura universal, como de las ciencias sociales y la filosofía política, que lo conducirían precozmente a militar en la Juventud Comunista Colombiana.

Luego de graduarse como Bachiller Superior del Colegio San Simón de Ibagué, adelantó estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Externado de Colombia, los cuales complementó con cursos especiales de periodismo en la Universidad de Budapest, República Popular de Hungría y en la Organización Internacional de Periodistas de Praga, en la Checoslovaquia Socialista.

En 1991, al ser elegido senador de la república el inolvidable dirigente comunista y notable escritor público Manuel Cepeda Vargas, Carlos Lozano pasó a reemplazarlo como director del semanario VOZ -el más importante órgano de difusión de la izquierda colombiana desde su fundación, el 20 de julio de 1957-, del cual era redactor, columnista y animador de sus ediciones.

Formación humanista

Humanista integral, hombre de vasta cultura e investigador obsesivo por la suerte de una patria dotada de la más rica biodiversidad en su naturaleza, fue autor de 15 libros sobre problemas nacionales.

En el último de ellos, titulado Crónica del conflicto armado. ¡Las FARC cumplieron, adiós a las armas!, Lozano Guillén trazó un pormenorizado recuento del conflicto desde el momento mismo de la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), luego del bombardeo a Marquetalia ordenado por el presidente Guillermo León Valencia y obedeciendo un plan concebido desde el gobierno de Washington contra el fantasma del comunismo durante la “guerra fría”.

Lozano se expande con conocimiento preciso de la historia nacional, en la situación política y social del país durante los siglos XX y XXI, donde la burguesía dominante, con el apoyo del Departamento de Estado y el Pentágono, y el de las jerarquías católicas locales, reprimió en todas las formas los justos reclamos de los menos favorecidos, las luchas sindicales y los levantamientos populares, que los distintos gobiernos atacaron de manera brutal con el pretexto de combatir, primero, a los “liberales, masones y radicales” y de manera inmediata en el tiempo, a “los comunistas ateos, enemigos de Dios y de la patria”. (…)

Dedicó también valiosas páginas en las que analizó de manera minuciosa y a la vez con una asombrosa capacidad de síntesis la travesía y resistencia de las FARC-EP bajo la persecución de los sucesivos gobiernos, desde Valencia hasta Santos, pasando por el de Turbay con su Estatuto de Seguridad, la guerra sucia, la primera frustración de los diálogos de paz bajo la presidencia de Belisario Betancur, el brutal genocidio contra la Unión Patriótica, los fracasos de la Operación Centauro (administración Barco Vargas), la política de guerra integral (gobierno de César Gaviria), el fantasma del “Ocho mil” contra la paz (gobierno de Samper Pizano), los infortunados diálogos de El Caguán (presidencia de Andrés Pastrana) y el fracaso de Uribe Vélez, quien había prometido derrotar a las FARC.

Un gladiador

También, Lozano Guillén analizó someramente los diálogos de La Habana, con sus tropiezos y dificultades, pero también sus indiscutibles logros, sus acuerdos y compromisos, como apertura de una era de paz, reconciliación y esperanzas. En los capítulos finales, el autor escribió semblanzas y comentarios muy certeros y reveladores de algunas de las personalidades protagónicas de esta última fase del conflicto y sus aportes al diálogo y a la paz en Colombia -Manuel Marulanda Vélez, Hugo Chávez Frías, Gilberto Vieira, Manuel Cepeda Vargas, Gabriel García Márquez, John Lee Anderson y su libro sobre el Che, Jaime Pardo Leal y el exministro y dirigente conservador Augusto Ramírez Ocampo-, lo mismo que a acontecimientos que marcaron momentos complejos como la Operación Fénix contra Raúl Reyes en la incursión ilegal de tropas del gobierno colombiano en territorio ecuatoriano.

Hombre formado en el clásico humanismo del derecho, inteligencia esclarecida en el campo de las ciencias políticas, periodista de ágil y directo estilo, que en cincuenta años de ejercicio permanente, supo denunciar sin renuencias y con valor civil ejemplar, las atrocidades cometidas por los enemigos del pueblo, así como no escatimó jamás el sentido orientador de la temática social que trató, Carlos Arturo Lozano Guillén, cumplió a cabalidad con su destino de hombre visionario y certero sobre la realidad colombiana y su inmediato porvenir con un hondo sentido de la responsabilidad histórica y política ante las generaciones venideras.

El pasado 24 de mayo, se nos fue Carlos Lozano Guillén, el camarada, el hermano, el amigo total, el escritor, el periodista, el valeroso dirigente político. Luchador popular incomparable, quien durante medio siglo encarnó como nadie al colombiano puro, al colombiano intrépido, al colombiano clarividente y audaz. En su sencilla caparazón de hombre bueno que nos regalaba siempre una sonrisa luminosa, atesoraba la fuerza tumultuosa de un hacedor de tempestades, pero también de esperanzas. Fue un comunista a carta cabal, un revolucionario descomunal, un gladiador que batalló hasta su último instante por la paz de Colombia en Nuestra América. (…) Su ejemplo de sabiduría política y su arrojo personal ante cualquier circunstancia, serán siempre recordados, valorados y admirados para quienes creemos que una Colombia nueva y mejor es posible.