La Oficina de la Mujer, Equidad y Género del Distrito de Barranquilla se une al plan de contingencia durante las festividades, con el objetivo de prevenir la violencia machista, pero hay prácticas sociales que se normalizan
Renata Cabrales
@RenataRelata
El comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, General Ricardo Alarcón, indicó, en una entrevista con El Heraldo, “que se está intentando ubicar a la mujer que en la noche de Guacherna acosó a un uniformado durante el desfile”.
Exigió además, el comandante, respeto por la autoridad, y quienes fueron testigos del vergonzoso espectáculo felicitaron al agente por haber mantenido “la compostura”, como si no fuera su deber como miembro de la Policía Nacional, entidad encargada de la seguridad de las y los ciudadanos.
En fin, se menciona el hecho de acoso de parte de una mujer al agente de la policía, que tanto ha indignado al país que voltea la mirada cuando el caso es contra una mujer y cuando las feministas salen a reclamar por las faltas de garantías de parte de las supuestas autoridades, a la hora de proteger a las mujeres de la violencia machista. Pero, cuando sucede lo contrario (y no es comparable estadísticamente hablando al ser las mujeres las mayores víctimas de acoso sexual, en el país y en el mundo), la victimaria es amonestada de inmediato, y además, se hace un llamado al movimiento feminista por no pronunciarse ante los hechos.
Lo que denuncian las feministas
Las feministas, muchas veces, no se pronuncian ante hechos tan aislados de acoso sexual de mujeres a hombres, porque aunque no lo reconozcan los medios de comunicación ni las redes sociales, estas se encuentran muy ocupadas denunciando hechos de violencia machista y sexual contra mujeres y adolescentes, en este caso, en medio del Carnaval de Barranquilla. Hechos que no crean incomodidad a los espectadores porque son, en su mayoría, normalizados socialmente.
Así lo indica, en conversación con VOZ, Andrea Marcela Rueda Ortega, activista feminista del Colectivo de Mujeres Policarpa Salavarrieta y de la Asociación de Mujeres por la Paz y la Defensa de los Derechos de la Mujer Colombiana, Asodemuc, quien es habitante de la ciudad de Barranquilla.
“El tema de violencia de género durante los carnavales es uno de los más complejos con los que se debe lidiar en la ciudad de Barranquilla, a partir de las diferentes instituciones del Estado. A través de la sistematización de la información, podemos ver que diciembre y carnavales son las fechas en las que la violencia ejercida contra las mujeres aumenta”.
Socialmente, siempre se justifica este tipo de violencia al argumentarse que es debido al consumo excesivo de alcohol y de drogas. Sin embargo, eso es una pequeña muestra de lo que en realidad pasa en estas fechas, porque la mayoría de casos se quedan sin ser denunciados o sin ningún tipo de proceso de las entidades competentes.

Aún persiste en dicha región una cultura en la cual la violencia de género, ejercida dentro de los escenarios de pareja, que es lo que más se ve durante estas fechas, supuestamente, hace parte del ámbito privado, y las personas que suelen ser testigos no hacen un acompañamiento, una intervención, ni apoyo a la mujer que es víctima, porque queda en el espectro de que esa es una cuestión de esa mujer y su pareja. “No es necesario o no es prudente apoyarla o como dicen aquí “Nadie se va a meter en eso”. Entonces, ese refrán que dice “Entre pelea de marido y mujer nadie se debe meter”, aún persiste y evita que en la realidad concreta de la violencia de género no podamos tener cifras exactas, y es importante el mapeo que se puede hacer a través de las instituciones”, afirma la activista.
Formas de violencia
Hay varios tipos de violencia machista en medio de los carnavales, entre esos están: el camino forzado, que consiste en que el hombre le da empujones a la pareja, la saca a la fuerza, la sube al taxi y le grita para que se vaya del lugar. Según Andrea Rueda: “También el hombre suele forzar a la mujer para que se siente, pero no lo hace con intención de cuidado, sino porque ella se supone que se encuentra en un estado que no debería estar(ebria), que por el hecho de ser mujer, no está bien. Esa es la violencia física más invisibilizada”.
Dentro de los carnavales hay muchas otras formas de violencia física más directa y más cruel, como suele ser por ejemplo, golpes en la cara o patadas, que, sin embargo, se normalizan. Y resalta la joven: “El carnaval del año pasado, 2019, para mí fue bastante impactante cuando estaba cerca de mi casa, pues fui testigo del caso de una chica a la que dos hombres bajaron de un taxi, y quien se encontraba inconsciente y en estado de intoxicación por consumo de drogas y alcohol. A la mujer la dejaron en el andén, casi desnuda y como si fuera un costal de basura. Enseguida nos acercamos a ayudarla, no había líneas de emergencia en funcionamiento, y al ir a una estación de policía, los agentes solo preguntaban si estaba drogada y no les importó. La llevamos en un taxi a un hospital donde, con ayuda de la Personería, la atendieron”.
Otras actos de indiferencia ante el flagelo de este tipo de violencia es el hecho de que los agentes de la policía limiten los actos de maltrato de hombres hacia mujeres a comportamientos normales de parejas y envíen a los involucrados a resolver todo en la casa. Haciendo así que la mujer termine posiblemente “en la boca del lobo”.
Violencia machista y la cuestión de clase
En ese escenario se puede observar también que la violencia de género es un asunto de clase, pues durante el Carnaval, todo esto pasa al sur de la ciudad y no quiere decir que en el norte no suceda, sino que en esa zona sí reaccionan inmediatamente las autoridades y las instituciones: “Si las chicas en una discoteca al norte de la ciudad, tienen un altercado o son víctimas de alguna forma de violencia, inmediatamente actúa la policía, incluso sin ser llamada, porque esa institución está siempre presente en ese tipo de sectores”, relata la activista.
En cuanto al tema de clase, lo más grave son los embarazos adolescentes. Un caso muy curioso y que es tomado a manera de burla por la sociedad barranquillera, tiene que ver con los nacimientos de bebés de madres adolescentes, que aumentan durante el mes de noviembre, por ser concebidos, al parecer, durante las fiestas del Carnaval. Y esto se debe nada menos que a la falta de acceso de las adolescentes al derecho a la educación sexual y reproductiva, como también a la falta de conocimiento del derecho al aborto que por más que sea legal en tres instancias, tampoco es de fácil acceso para las mujeres de los estratos más bajos de la sociedad.
Así mismo, aunque la Oficina de la Mujer, Equidad y Género del Distrito de Barranquilla se una al plan de contingencia durante el popular carnaval de esta región del Caribe, con el objetivo de prevenir la violencia contra las mujeres en las festividades, es necesario que las instituciones cumplan a cabalidad su función, a la hora de protegerlas de la violencia machista; pero no solo a las que pertenecen a los estratos altos, como también a las más vulnerables, sobre todo, a las niñas y adolescentes de familias de escasos recursos.