Carolina Corcho, una espada pende sobre la cabeza de algunos ciudadanos/as/es
Manuel Antonio Velandia Mora
Como ciudadano y agente de salud que tiene el derecho a participar en las instancias de deliberación, ejercer veeduría y en la toma de decisiones en salud, así como en los programas de promoción y prevención para que sean establecidos según lo señala la Ley Estatutaria de salud 1751 de 2015 que consagra a la salud como un derecho fundamental, me permito exponer a usted, señora Ministra de Salud Carolina Corcho, el enorme y grave riesgo en la que podrían encontrarse miles de ciudadanos en el país.
La calidad de la preservación, mejoramiento, promoción de la salud y los avances en los derechos de las personas homosexuales y trans, trabajadores sexuales o no, puede verse afectada y en enorme riesgo debido a las declaraciones del director de la Organización Mundial de la Salud, sobre la emergencia sanitaria que está causando la “viruela del mono”, la cual vinculó, expresamente, con la población homosexual, todo lo cual ya comenzó a crear situaciones de estigma, violencia y discriminación en nuestro país.
Como usted bien sabe, las enfermedades no se transmiten por el hecho de tener una u otra orientación sexual, sino por las vivencias sexuales genitales y cotidianas en que las personas se ven expuestas a los microorganismos causantes.
Las investigaciones sobre la “viruela del mono”, hasta el momento, no han comprobado que se trate de una infección de transmisión sexual. Como han explicado los estudiosos, la transmisión del virus causante se da a través del contacto estrecho, algo que ocurre en cualquier tipo de relación sexual genital, e incluso en la vida cotidiana.
Los lineamientos y consideraciones que usted plantee Ministra, sobre esta nueva emergencia sanitaria, deben buscar evitar que se repita la discriminación que sucedió y vivimos con la pandemia por el VIH/Sida contra las entonces minorías sexuales.
Se debe cuidar para que, las recomendaciones de la OMS de reducir el número de parejas sexuales para detener la transmisión no sean entendidas en Colombia y convertidas en un nuevo estigma y discriminación contra los sectores sociales minoritarios en detrimento de su propia salud.
Cualquier política que su administración trace sobre esta nueva enfermedad, así como sus estrategias informativas y de prevención, deben ser respetuosas de los derechos humanos y sexuales y del derecho fundamental a la salud que impidan la exclusión social de un sector poblacional en un país en el que, por fin, tenemos un gobierno de esperanza e inclusión.
PONGALE cara a sus derechos, se trata de un mensaje equivocado
La emergencia internacional por el brote de viruela del mono crece raídamente, ya suma algo más de 18.000 casos; el brote surgió en Europa, está ya presente en 37 países. Los primeros en notificar los casos fueron el Reino Unido, España y Portugal.
Esto es grave, no puede negarse, y como comunicó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede frenarse “si se toman en serio sus riesgos y se dan los pasos necesarios para frenar su transmisión”.
Sin embargo, es bastante desafortunada su afirmación de que “Esto, por el momento, incluye reducir el número de parejas sexuales, reconsiderar las nuevas, e intercambiar detalles de contacto por si acaso”, no porque eso no sea verdad, sino por dirigir su excluyente idea al colectivo homosexual.
Aun cuando advirtió que cualquier persona puede contagiarse y que hay que luchar contra “el estigma y la discriminación” que puedan sufrir los grupos afectados, evidentemente el daño ya estaba hecho e inmediatamente se convirtió en un ejercicio mediático de discriminación a esta población; estigma que se extiende a las personas trans y quienes ejercen el trabajo sexual.
Cómo se transmite
El virus de la viruela del mono puede propagarse a través de la exposición directa a las lesiones a través de gotas respiratorias grandes durante el contacto prolongado cara a cara; por contacto directo con fluidos corporales de una persona infectada o con objetos contaminados, como sábanas o ropa. Se han documentado otras vías de transmisión, como la de madre a hijo.
No se ha comprobado que sea una enfermedad de transmisión sexual, aunque está estudiándose si a través de los fluidos sexuales puede contagiarse. Puede afectar a cualquier persona sin distingo de su orientación sexual. Entre las personas con mayor riesgo de padecer una enfermedad grave o complicaciones se encuentran las mujeres embarazadas, los/as niños/as y las personas inmunodeprimidas, por ejemplo, personas viviendo con VIH/sida. Actualmente, en el mundo un 98% de los contagios por ahora se concentran en el colectivo HSH (hombres que tienen relaciones genitales con otros hombres), lo que no significa que su identidad de orientación sexual sea homosexual. En España esta cifra ya se reduce al 83,3%.
Es una enfermedad que se puede controlar con vacunación, la vacuna existe y los países deben decidir rápidamente al respecto. Actualmente se cuenta con tres vacunas para prevenir el brote, y la vacunación puede organizarse como un tipo de terapia pre-exposición, aunque por ahora, según la OMS, no se contemplan vacunaciones masivas: la MVA-BN (manufacturada en Dinamarca), la japonesa LC16 y la estadounidense ACAM2000, inicialmente desarrolladas contra la viruela convencional. Una décima parte de las personas afectadas ha requerido de hospitalización.
Según el último boletín del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de España, los síntomas más frecuentes son pústulas en la zona ano-genital (60,3%), fiebre (56,6%), pústulas en otras localizaciones distintas a la ano-genital y a la bucal (52,8%), inflamación de los ganglios (52,2%), dificultad para respirar (33,8%), dolor de cabeza (24%), dolor muscular (21,3%), pústulas orales (20,7%) y dolor de garganta (13%).