Cautela y sabiduría

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Ana Elsa Rojas Rey

Por estos tiempos se avecinan momentos difíciles y definitivos para la vida del país, puesto que empieza el debate electoral con respecto a las elecciones parlamentarias y presidenciales. Frente a este fenómeno, se presentan varias fuerzas en pugna, que se toman el pulso, con el fin de dar un salto de quienes no están dispuestos a seguir permitiendo un Estado mafioso que se caracteriza por la indolencia y la corrupción, con los más exclusivos privilegios en contravía del mandato popular que le dio el constituyente primario.

Dentro de las fuerzas que están en la contienda electoral una de las más cercanas en ganar el pulso es el Pacto Histórico, integrado por distintos sectores y movimientos políticos, que se encuentran entre sí, a través de un acuerdo programático, dándole trascendencia a la defensa de la vida, como elemento indispensable para el restablecimiento de una paz estable y duradera en esta segunda oportunidad que tiene el pueblo, después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.

En el pulso político entre las fuerzas que se disputan el poder, están las mujeres que son una fuerza arrolladora con perspectiva de cambiar el trágico momento que vive Colombia. Esta circunstancia es posible, si se tiene en cuenta que las mujeres son más de la mitad de la población. El desafío puede consistir, en comprender con claridad el momento político, aprovechando uno de los logros más importantes en los últimos tiempos del movimiento popular de mujeres, la integración paritaria de las listas a Senado y Cámara.

En este punto es donde se puede actuar con la mayor cautela y sabiduría, pues se ha demostrado que “cuerpo de mujer no representa pensamiento de mujer”, es decir, no basta ser mujer para sentir los más nobles deseos que permitan la política del amor, como una categoría sublime de la vida, la igualdad y la inclusión.

Es una observación que desde hace un tiempo la vienen haciendo varias feministas frente a como se deben construir las mujeres, pues no basta tener conciencia de clase, sino ver el universo como un todo, porque en el mundo agreste de la política, muchos liderazgos feministas no escapan de caer en la trampa de reproducir imaginarios patriarcalizados y se expresan algunas veces en mujeres que les hacen más gracia a estereotipos masculinizados con disfraz de feminismos.

Muchos estudios se han hecho sobre este fenómeno social por parte de feministas tan respetadas como la filósofa francesa Simone de Beauvoir quien planteó: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Igualmente, la filósofa y religiosa alemana Edith Stein, cuestionaba el papel de las mujeres en la vida pública de la siguiente manera: “La masculinización del actuar de la mujer en el mundo público (sobre todo) es una realidad de la cual no somos víctimas las mujeres; sino muchas veces hemos sido responsables y hasta precursoras. No indagar en nuestro ser, nos puede hacer fácilmente caer en nuestra miopía de nuestro hacer”.

El ser mujer las hace dignas del constructo político que llevan en su caminar el tejido de nuevos nacimientos, distintos al terreno fangoso, de sentimientos y actuares, que atan con lazos de indignidad de aquellas voces “femeninas” de las Marta Lucías, Cabales y Palomas, que llevan mensajes de ruina y dolor. La nueva realidad exige ser consecuentes con la sororidad y el affidamento.