Reinaldo Ramírez García
El pasado 16 de octubre el pintor Jesús Franco Ospina arribó a sus noventa años. La divisa que inspira su tarea creadora es la sentencia del pintor chileno Roberto Matta: “una sociedad huérfana de arte es una sociedad enferma”.
Reside en Manizales desde mediados del siglo pasado, a donde se trasladó desde su natal Sevilla (Valle). Cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes y combinó su actividad artística con el trabajo de dibujante arquitectónico y publicitario, caricaturista, diseñador de estampados textiles en la fábrica de Tejidos Única y un prolongado período como docente de la Universidad de Caldas.
Su intensa vida laboral e intelectual lo ha relacionado con amplios sectores sociales. Sus juiciosas lecturas lo han ubicado en un notable nivel cultural. Como él lo dice, la lectura es “fuente de conocimientos para entender el mundo”.
Tertulias
El buen sentido del humor, sencillez y carácter extrovertido lo han convertido en un personaje ampliamente conocido en el país. Habita una casa museo, a la que bautizó La Arcadia, situada en el extremo occidental de la capital de Caldas, rodeada de árboles, pájaros y flores, fabuloso mirador de los arreboles crepusculares en los días de verano y lugar visitado por gentes del común, personalidades públicas como Otto Morales Benítez o Belisario Betancur, escritores como William Ospina e innumerables representantes del mundo cultural y social, quienes no solo disfrutan de gratas tertulias con el maestro, sino que pueden admirar obras de arte propias y de otros pintores.
Como acuarelista, Chucho Franco en su juventud pintó una serie de cuadros a los que denominó bejuquismo, con imágenes de tallos y hojas representando figuras humanas. En su época de madurez trabajó las series Municipios de Caldas y El Agua. Esta experiencia la resume así el artista: “Pude reencontrarme con la acuarela para dedicarme al tema paisajístico, ajeno a la cotidianidad urbana y a la presencia atormentadora del hombre y poder exaltar la exuberancia de la naturaleza, acompañada de ese bello y noble elemento fabricador de vida como es el agua, que marca caminos en forma de ríos, que oculta el horizonte en forma de niebla, que acaricia las piedras con las quebradas, que cubre las cimas de las altas montañas en forma de nieve”.
¿Por qué pinta paisajes Chucho Franco? Porque busca “despertar, en quien lo observa, una toma de conciencia de que con su proceder utilitarista de mercado y consumo, maltrata la naturaleza, abriendo las puertas de un laberinto de horror y maltrato al planeta y desprecio por la vida”.
Un sueño de esperanza
No hace mucho tiempo el paisajista mutó a las expresiones abstractas, las que considera “visiones oníricas, imágenes fragmentadas para mirar el mundo (así se llama la actual exposición del pintor en el Teatro Fundadores de Manizales), utilizando la magia de los colores para describir lo hermoso y trágico que posee el escenario en el que habitamos los humanos”.
El pintor hace una síntesis de su trayectoria artística con los siguientes términos: “Creo que las imágenes y las sensaciones que emergen de mi interioridad tienen como finalidad ser un sueño de esperanza en un mundo en el que el hambre, el egoísmo, la ignorancia, las ideologías y creencias no sigan haciendo daño a través de la historia”.