Claudia López: Igual que Peñalosa, pero con lenguaje inclusivo

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Claudia López presenta la “segunda línea” del Metro de Bogotá. Foto Alcaldía de Bogotá

Analizada desde varias perspectivas, es claro que la gestión de la alcaldesa de Bogotá contradice su imagen de mandataria alternativa

Pablo Arciniegas

Si la Claudia López de la séptima papeleta o la Claudia congresista y doctoranda se hubieran enterado de que la Claudia alcaldesa se reunió con Duque en Fontanar para hacerle show a la segunda línea del metro, seguramente ambas le hubieran dicho sanguijuela. Sobre todo, al enterarse de que el proyecto se presentó sin mayores estudios que un render y cuando el Concejo ni siquiera ha discutido el POT, y todo, mientras el Esmad cogía a bolillazos a dos periodistas de RCN y a patadas a un menor, en Suba.

Pero como la política es dinámica -en especial en Colombia-, estas contradicciones se han reconciliado, porque hoy queda claro que Claudia López está del lado del poder tradicional.  Poder del que ella marca distancia, pero en época electoral.

Ojo, esta derechización no ha sido espontánea. Cómo olvidar cuando Claudia reconoció hace unos años, en un video que todavía da vueltas en redes sociales, que Uribe fue el líder que “fortaleció en defensa y seguridad a Colombia”, olvidándose por completo del costo social de la Seguridad Democrática y de los ‘falsos positivos’. O las veces que ha intentado ponerle el nombre de ‘corredor verde’ al Transmilenio por la séptima. Proyecto necesario para que el metro elevado mueva escasamente la misma cantidad de pasajeros que la troncal Caracas.

El caso es que, pese a estas contradicciones, más de un millón de bogotanos la escogió en el 2019 como alcaldesa, tal vez esperando frenar al uribismo en las urnas. Tal vez desmotivados porque Hollman parecía más un escudero de Petro que un administrador con voz propia. Tal vez porque se suponía que ella, al ser miembro de la comunidad LGBTIQ+, mostraría interés en las políticas sociales, a las que su predecesor no consideraba sexys. Sin embargo, hoy ninguna de estas razones se ha justificado.

El lente de la pandemia

El lente de la pandemia sirve para desnudar los intereses de los políticos, y funciona muy bien con quienes se venden como alternativos o de centro. En el caso de Claudia López, fue una de las primeras mandatarias locales que implementó la cuarentena -como simulacro-, decisión que favoreció su imagen de opositora y hasta la hizo sonar como presidenciable. Sin embargo, la desobediencia le duró lo que Duque tardó en decretar las medidas de confinamiento y los superpoderes para la Policía y el Ejército.

Claudia, desde entonces, no volvió a aterrarse con la persecución de vendedores ambulantes, de trabajadores sexuales y migrantes venezolanos, que se veían en la obligación de salir a la calle para sobrevivir. De hecho, la zona de tolerancia del barrio Santa Fe fue uno de los primeros sectores que el año pasado se cubrió con banderas rojas, pero antes que la Alcaldía, hicieron presencia las patrullas de policías que cada fin de semana eran televisadas por los noticieros hostigando minorías.

Es más, el informe ‘Nada qué celebrar’ de Colombia Diversa señala que, en el 2020, la Bogotá de Claudia López continuó siendo uno de los territorios con mayores niveles de violencia contra la comunidad LGBTIQ+, con 41 casos que se le atribuyen a la policía.

Más tarde, en febrero de este año y durante una entrevista, López solo supo responder a una vendedora ambulante que le reclamaba por su difícil situación: “Trabaje juiciosa”, casi que con el mismo tono que Uribe le dice a los periodistas: ‘Otra pregunta, amigo”. Y esta soberbia no es para menos, porque según la Contraloría de Bogotá, en su último informe trimestral de 2021, la alcaldesa solo había ejecutado el 11% de los 197 mil millones de pesos destinados a la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico.

Dato que cobra mayor importancia, si se tiene en cuenta que, en relación con el primer trimestre del año pasado, los recursos provenientes de impuestos en Bogotá se redujeron un 26 %. Es decir, la ciudad vive una obvia recesión por el covid y poco es el afán de su gobierno para sobrellevarla. Pero, preocupa más que de ese 11 % (21 mil millones de pesos) destinados a la economía, solo se ha girado un 2,7 %, lo que convierte a este rubro en el menos ejecutado por la alcaldesa, que se ha promovido como una hija de la clase trabajadora y admiradora de las plazas de mercado.

No muy activista

Otra contradicción de Claudia es su discurso de empatía, que alterna con acusaciones y prejuicios sin fundamento. En este caso, los migrantes de Venezuela y los estudiantes han sido su blanco favorito, como lo demuestra el hecho de que después de declararse en contra de cualquier forma de discriminación (como lo hizo en campaña, en un trino el 18 de octubre de 2019), ahora alcaldesa, culpa sin mayores pruebas a las bandas de venezolanos de casi cualquier delito, y luego lanza la deportación como amenaza.

Es cierto que López se ha disculpado por estas ‘ligerezas’, pero las sigue cometiendo, y la misma fórmula la aplica a los estudiantes y ciudadanos, que desde el 28 de abril se han movilizado en Bogotá. Muy paradójico, sobre todo, por estos días en que la Constitución cumple 30 años y ella ha salido a recordarse como una de las activistas detrás de la séptima papeleta.

Aunque no es muy activista de su parte gasear a las madres de la Primera Línea, ni tampoco son muy activistas las siguientes cifras de la ONG Temblores sobre la violencia durante el paro en la capital: 1.055 heridos, cinco personas asesinadas, 75 desaparecidos, 42 pérdidas de ojos y 409 intervenciones del Esmad.

¿La opción alternativa?

Tantas contradicciones muestran a Claudia López como lo que es: una política tradicional disfrazada de alternativa, cualidad que también expresa su gabinete. No solo porque recientemente renunció su director de Derechos Humanos, Andrés Idárraga, debido al enfoque que la alcaldesa le estaba dando a las movilizaciones del paro nacional, sino que el 25 de junio nombró a Aníbal Fernández de Soto como su secretario de Seguridad.

Es preciso recordar que Fernández de Soto es un político de cuna conservadora -su papá fue alcalde de Bogotá designado por Misael Pastrana-, que ha hecho toda su carrera en el sector público y que fue viceministro de Defensa en el gobierno Santos bajo la tutela de Óscar Naranjo. Lo que prueba que Claudia tampoco pudo cumplir con mantener un gabinete libre de lagartos.

A este tufo de política tradicional se suma que López se ha prestado como altoparlante para estigmatizar la protesta en el país, postura clásica del oficialismo y no tanto de su partido, el Verde. Lo hizo, expresamente, cuando acusó por Twitter a la Colombia Humana de radicalizar la Primera Línea y dotarla de herramientas para vandalizar Transmilenio, refiriéndose a la colecta que organizó el congresista Gustavo Bolívar, de cascos y medicinas para los jóvenes que ocupan los puntos de resistencia.

Esta actitud servil también se notó al inicio de su reunión con Duque en Fontanar, donde lejos de ser la dirigente que lo había desafiado, más bien, parecía afanada por llamar su atención. Es que es tan poco lo que queda de la Claudia López que frenteaba el uribismo en el Congreso, que ese mismo día hasta terminaron abrazados.

Así como van las cosas, Claudia López encaja muy bien en el ‘extremo centro’, ese adefesio que acuñó Iván Duque, y que agrupa los partidos y los políticos que cada día carecen más de una ideología y más bien le jalan a presentarse como demócratas y conciliadores, pero ocultan un talante represivo. Mejor dicho, Claudia hace lo mismo que Peñalosa, pero con lenguaje inclusivo.