Un concierto de rosas y esperanzas

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Aspecto del concierto de las FARC en Plaza de Bolívar. Foto NC Noticias.

La plaza se llenó, la gente cumplió, la alegría ganó y por cerca de 8 horas el país fue otro, fue un país distinto

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

Tuvieron que pasar 53 años, 3 meses y 15 días, para que el máximo jefe de las FARC, ahora como partido político legal, hablara en un acto público frente a la Plaza de Bolívar en Bogotá. Timoleón Jiménez pronunció, sobre las 7:15PM y frente a más de 20.000 personas, un discurso inspirador y emotivo. En sus palabras estaban conjugados los pasados de la guerra, las expectativas del presente y los retos del futuro.

El acto político hacía parte de un mega concierto donde el nuevo partido lanzaba su propuesta política no solo hacia su base social, militancia y simpatizantes, sino también hacia la ciudadanía del común y la opinión pública. La plaza se llenó, la gente cumplió, la alegría ganó y por cerca de 8 horas el país fue otro, fue un país distinto. Fue un país de rosas rojas.

Un acto histórico

Lo ocurrido el pasado primero de septiembre en la Plaza de Bolívar debió haber pasado hace 32 años en los orígenes de la Unión Patriótica. En aquella oportunidad dos acontecimientos impidieron que Jacobo Arenas se presentara a la multitud bogotana en el marco del nacimiento del nuevo movimiento político. La tragedia de la toma y retoma del Palacio de Justicia, como las amenazas serias de muerte hacia el líder guerrillero, frustraron la oportunidad, detuvieron la potencia.

Es por ello que el acto del viernes adquiere especial importancia histórica y simbólica. Por un lado lo que representa la Plaza de Bolívar: poder político e historia consumada. Y por otro lo que significa hablar en Bogotá después de 50 años de experiencia guerrillera: un pasado de tragedias, un deseo aplazado y un sueño colectivo.

El filosofo Walter Benjamin dijo que la historia se convierte en una oportunidad revolucionaria para encender la chispa de la esperanza. Y así fue. Era como si cada guerrillero y guerrillera hubiesen vivido para sonreír esa tarde. Es como si cada palabra del otrora comandante en jefe, fuera la síntesis de un sentimiento combinado de esperanza, con el nuevo país que se observa a la distancia, con el nuevo partido construido sobre la identidad del pasado y la posibilidad del momento, y la fuerza de una nueva militancia cargada de entusiasmo por cambiar radicalmente un país maltrecho, herido.

La toma cultural de Bogotá

Cuentan los excombatientes que el comandante Jorge Briceño tenía una frase simple sobre la llegada insurgente a Bogotá: “Allá nos pillamos”. Para una guerrilla que por medio siglo resistió una guerra irregular y que por 30 años se planteó la toma estratégica de Bogotá en un plan militar para la toma del poder político, lo ocurrido en el acto público del viernes hubiese sido una derrota estratégica y un duro golpe a la identidad fariana. Pero así no fue.

La guerrillerada, ahora nueva militancia política y reserva revolucionaria, vivió como una fiesta la toma de Bogotá, entre otras porque no fueron las armas sino el arte, la cultura y los sonidos de un país multicultural, plural y diverso, los que se escucharon en la máxima plaza de la capital. Fueron los sonidos de la paz.

El concierto tuvo en tarima expresiones hip hop a cargo de los excombatientes Martin Batalla y Blackesteban, que se subieron a cantar sus distintos sencillos de manera combativa y moralizante, combinando música y cotidianidad insurgente. El género ska estuvo representado por la banda italiana Banda Bassotti, dedicando su tema El cañón de Las Hermosas, al arquitecto del proceso de paz y dirigente insurgente, Alfonso Cano. El vallenato estuvo a cargo del cantautor fariano Julián Conrado, quien junto al único rey vallenato bogotano, Betto Jamaica, deleitaron con un ensamble poco conocido de caja, guacharaca, acordeón y bajo interpretando los distintos éxitos que acompañaron la lucha guerrillera; un momento de sabor y buena energía que junto a un sol inclemente calentaban los motores de una jornada extraordinaria.

Sobre las 4 de la tarde la tarima fue para Los Rebeldes del Sur, agrupación de excombatientes famosa por presentarse con éxito en el pasado San Pedro en Neiva. Con vallenato, merengues y salsas, Los Rebeldes se convirtieron en la antesala perfecta del cantante popular, Jhonny Rivera, quien una hora después se montó a tarima a cantar Soy un hombre soltero, animar la fiesta y darle una bofetada a las críticas que en días pasados había sido objeto el artista en las redes sociales.

Un ocaso invisible, un cielo azul indescriptible y una plaza llena, le dieron la bienvenida a la chilena Ana Tijoux que enamoró al público con su hip-hop político y sus canciones contestatarias Somos sur y Despabílate, mientras las dos pantallas led registraban una luna creciente que acompañaba la velada.

Momento para el reggae y KY-Mani Marley. Sonaron sus éxitos Warrior, Turn Your Ligths Down Low, Rule My Heart, entre otros. La presentación del jamaiquino tuvo su momento sublime cuando interpretó las canciones One love y Roots rock reggae famosas por ser de su padre, el legendario Bob Marley. Con la noche naciendo, KY-Mani fue el último artista antes del discurso de Timo.

Una vez Timo acabara su discurso, que la prensa ha catalogado como el mejor de su vida, un ritual ancestral acompañó por cerca de 15 minutos la tarima. Los pueblos originarios bendijeron la paz, el nuevo partido y el futuro. La plaza estaba completamente llena, dispuesta a rematar un concierto único, distinto, cargado de emotividad y simbolismo.

Sonaron las tamboras, subió Totó la Momposina con sus éxitos El pescador, Prende la vela, La candela viva, entre otros, e impregnó la atmosfera de cumbias, porros y mapalés. El Caribe colombiano y su folclore finalizaron un concierto donde los sueños por una nueva Colombia se hacían realidad. Acá nos pillamos y fue increíble.

La gente era pueblo

Lo que jamás podrá entender la caverna, es que el viernes primero de septiembre la multitud congregada era gente del común. Que el nuevo logo proyectado sobre la arquitectura del poder era poco en comparación a la felicidad de los asistentes. Que los jóvenes, mujeres, excombatientes, militantes, simpatizantes, amigos y curiosos, estaban presenciando el desafío democrático de un nuevo partido que desea ganar corazones y consciencias a la lucha por un porvenir nuevo.

Que las FARC no serán cientos o miles, sino millones, que junto a una rosa roja como bandera, construirán colectivamente el sueño de Jaime Pardo Leal: Una Colombia feliz y llena de esperanza.