Confinadas con el agresor

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La mayoría de los delitos contra las mujeres se cometen en el hogar.

El Covid-19 ya ha tenido un impacto negativo en los derechos fundamentales alrededor del mundo, y en estas condiciones las mujeres han sido las víctimas más vulnerables

Alberto Acevedo

Dos agencias internacionales de reconocida solvencia, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y ONU Mujeres, en sendos informes, han coincidido en asegurar que en plena cuarentena, en condiciones de restricción de movilidad, se han disparado alrededor del mundo los indicadores de violencia intrafamiliar, con un crecimiento del registro de casos tan rápido, que emula con los del contagio del covid-19; desnudando la desigualdad de género en el goce de derechos, pero también la escasa capacidad de los organismos de seguridad para brindar protección a las eventuales víctimas.

ONU Mujeres ha dicho que la crisis del covid-19 está afectando a mujeres y niños en áreas como la salud, la seguridad, la estabilidad laboral, la obtención de ingresos, los trabajos de cuidados y la violencia doméstica y de género. Ha puesto en peligro muchos de los avances en igualdad de género, que se habían alcanzado antes de la pandemia.

Por su parte, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones para los Derechos Humanos, asegura: “Las mujeres están siendo y serán las más afectadas por esta crisis. Las mujeres son mucho más susceptibles que los hombres a trabajar en empleos informales, sin cobertura médica, ahorros o pensiones”, dice la estadista y asegura además que “la pandemia ya ha tenido un impacto en los derechos fundamentales alrededor del mundo”, y en este escenario las mujeres han sido víctimas principales.

Se duplican llamadas de auxilio

Esta situación descrita por autoridades internacionales tiene su impacto en Colombia y de qué manera. Para las víctimas de la violencia intrafamiliar, especialmente mujeres y niñas, el confinamiento ha significado una realidad aterradora: pasar el encierro con su maltratador. Como en la célebre película, dormir con el enemigo.

La situación es tan desalentadora como la definida por las agencias internacionales de noticias para los demás países. La línea 155, que brinda orientación a mujeres víctimas de violencia a nivel nacional, duplicó el número de llamadas atendidas cada día. Según informe de la Policía Nacional, entré el 20 de marzo y el 7 de abril se atendieron de manera efectiva 2.054 llamadas, el doble de lo atendido en los dos meses previos a la cuarentena. El promedio de 54 llamadas al día se incrementó a 108 después de haberse impuesto el confinamiento.

Esta situación es más dura en Bogotá. Según la Secretaría de la Mujer, desde que se inició el aislamiento preventivo, la Línea Púrpura, que atiende a mujeres víctimas de violencia, ha registrado cada día tres veces más llamadas y mensajes de WhatsApp, que en los días anteriores a la emergencia. De 181 solicitudes de apoyo diarias, antes de la pandemia, se pasó a 471 en la capital de la república.

Autoridades ineficientes

De las llamadas registradas, el 14 por ciento fue por violencia económica; el 5 por ciento por violencia sexual; el 4 por ciento por violencia patrimonial y el uno por ciento por violencia verbal. “Esta es una situación sin precedentes. Ningún país había enfrentado algo así y ninguna institucionalidad estaba diseñada para lo que iba a pasar”, dice Diana Rodríguez, secretaria de la Mujer en Bogotá.

Hasta la primera quincena de abril, Colombia había registrado 13 feminicidios y graves denuncias de violencia física en Medellín y Cúcuta, donde se han debido activar protocolos regionales de atención. Pero el problema mayor es que las mujeres que hacen estas denuncias tienen a su agresor al lado y las autoridades se muestran poco eficientes para contrarrestar esta situación.

Cuando se intenta ampliar el cuadro a la violencia contra las niñas, la situación es más compleja. En los primeros meses de 2020 se han recibido por parte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, 49.431 denuncias, de cara a las 38.892 que se dieron entre el primero de enero y el 4 de abril del año pasado. El ICBF hace notar que antes de la pandemia la mayoría de las denuncias provenían de colegios, jardines infantiles y otras expresiones de institucionalidad, donde los menores podían expresar sus denuncias. Ahora el confinamiento se los impide, lo cual significa que el aislamiento ha privado a niñas y jóvenes de poder de denuncia.

Pandemia en el continente

La situación de desprotección que denuncian las víctimas en Medellín y Cúcuta, se repite de norte a sur por América Latina. En la ciudad de Quilmes, Argentina, una juez de ejecución de penas, argumentando la necesidad de descongestionar cárceles por la pandemia, puso en libertad a 176 violadores de niños y niñas, confinados en una cárcel local. Una aberración judicial.

No es posible dimensionar la reacción de las víctimas al enterarse de la liberación de quienes las agredieron; la impotencia de la población al saber que quienes están en la obligación de brindarles seguridad en su entorno, sobre todo en épocas de pandemia, han olvidado la necesidad de proteger a mujeres y niñas en situación de extrema vulnerabilidad.

Entre el 17 de marzo y el 25 de abril, en Perú se registraron siete feminicidios, 150 violaciones sexuales, 94 de menores de edad, y 1.574 llamadas de auxilio. La Defensoría del Pueblo de ese país reconoce que hay una violencia silenciada y pide que se permita a las mujeres salir a la calle durante la cuarentena a denunciar estos hechos en las comisarías.

Confinamiento y violencia

Organizaciones de derechos humanos en México han documentado 350 víctimas de feminicidio en lo corrido del año. Pero la periodista Frida Guerrero, que hace seguimiento al tema, dice que durante la cuarentena ha crecido en México el feminicidio infantil. Del 28 de febrero al 27 de abril, fueron asesinadas 22 niñas menores de 14 años. La mayoría de estos delitos se cometieron dentro del hogar, siendo agredidas, violadas y asesinadas en la mayoría de los casos por parte de la figura paterna.

Si el agresor se encuentra dentro del hogar, “el confinamiento facilita la violencia”, dice la investigadora. Las autoridades mexicanas amplían esta estadística y hablan de 50 casos de feminicidio infantil en lo corrido del 2020. Datos similares llegan de Chile, Bolivia y otros países.

En el interior de los hogares las posibilidades de defensa y protección disminuyen frente a actos de violación sexual, maltrato físico y psicológico, e incluso económico. Muchas veces, por estereotipos culturales o religiosos, las víctimas prefieren callar. Estamos ante un rebrote de la violencia de género. La curva no se aplana.

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