Consideraciones sobre la ley del valor (II)

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Marx en su estudio.

Reinaldo Ramírez García

“… el valor relativo medido por el tiempo de trabajo es fatalmente la fórmula de la esclavitud moderna del obrero”, escribió Carlos Marx en Miseria de la Filosofía, al referirse a la fuerza de trabajo vendida en el mercado como generadora del valor. En efecto, aparentemente el trabajador disfruta de la libertad de vender temporalmente en el mercado su única propiedad al dueño de sumas suficientes de dinero y medios de producción. Pero la subordinación del obrero al capitalista está ligada generalmente a tratos inhumanos, salarios de hambre, limitación o privación del derecho a la asociación sindical y política, jornadas agotadoras, ignorancia, enfermedades, discriminación en la remuneración al trabajo femenino, constante amenaza de desempleo, etc.

En otro lugar de la misma obra, Marx explica con agudeza la característica del mercado capitalista como escenario de la corrupción: “…todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban, se donaban pero nunca se vendían; se adquirían pero nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor”.

Todo va al mercado

Todo el mundo sabe que la economía mercantil no ha desaparecido en ningún país y, por lo tanto, las cosas, morales o físicas, pueden ser llevadas al mercado, abierta o subrepticiamente, buscando el “justo valor”: sentencias judiciales, contratos entre particulares y el Estado, votos, trámites parlamentarios, evasión de multas o capturas, permisos fronterizos, decretos, nombramientos a empleos burocráticos bien remunerados y un largo etcétera.

Los Estados poseen ciertos límites de tolerancia o de represión a tales conductas. Pongamos como ejemplo solamente el caso de la República Popular China, la que en 2018 cumplió cuarenta años de reforma y apertura económica, permitiendo la propiedad privada y las empresas mixtas, excluyendo las áreas estratégicas, para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas y la participación competitiva en el comercio internacional, con el fin de construir “una sociedad modestamente próspera y moderna”. Así China ha reducido notablemente la pobreza y ya ocupa el segundo lugar como potencia económica mundial.

En contraste, desde que Xi Jinping asumió la presidencia de la República en 2012, alrededor de millón y medio de funcionarios del Estado y del partido gobernante han sido procesados por delitos tales como soborno, abuso de poder, enriquecimiento ilícito, malversación de fondos, violaciones al código de ética relativo al gasto y otros.

Lucha frontal contra la corrupción

Prensa Latina, en despacho del 18 de junio de 2018, informó que el año anterior habían sido sancionados 150.000 funcionarios por esos delitos, entre ellos ministros y generales. Los casos más graves fueron castigados con la pena de muerte. Se recuperaron elevadas sumas de dinero, las que fueron destinadas a la reducción de la pobreza.

Quienes siguieron las columnas periodísticas de Fidel Castro en sus últimos años (las “Reflexiones”) recordarán su persistencia en dos temas: el peligro de autodestrucción de la humanidad por calentamiento global o catástrofe nuclear y la constatación de que nadie sabe qué es el socialismo.

Marx y Engels nunca tuvieron la pretensión de posar de profetas o de trazar planes y normas de conducta política o social o de crear sistemas ideológicos cerrados. Como lo recuerda Lenin en El Estado y la Revolución, para Marx el socialismo es la primera fase en la transición gradual del capitalismo al comunismo.

Los valores occidentales

Precisamente es en China, bajo la dirección de su partido comunista (cerca de 100 millones de militantes), donde se impulsa ejemplarmente el estudio y la práctica de la doctrina marxista a gran escala. En entrevista concedida a IGADI, centro de investigación de Galicia, España, Deng Chaundong, presidente del Instituto de Marxismo de la Academia de Ciencias Sociales de China declaró: “Con el desarrollo de la economía mercantil, los valores occidentales y la ideología burguesa han tenido un mayor impacto en la mayoría de la población, especialmente entre la juventud y causado trastornos en el pensamiento social y el estado de ánimo general.

“Por eso el partido comunista avanza en el estudio y divulgación de las ciencias sociales, para acercar la teoría marxista a la vida, a la realidad y a las masas para resolver los problemas prácticos de la vida diaria y la vida espiritual y para guiar la construcción de una economía socialista con características chinas” (Página digital del Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional, IGAC).