Continuidades

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Alberto Fernández, candidato progresista a la presidencia de la Argentina.

Jaime Cedano Roldán
@Cedano85

Las victorias, primero de López Obrador en México y ahora las primarias argentinas, han puesto de manifiesto que no había llegado América Latina y caribeña al final de su historia y que el famoso péndulo no se había detenido para siempre bajo el control absoluto del imperio neoliberal. Somos una región en disputa y en movimiento. Diversos analistas vienen planteando que hay signos de una nueva derrota del proyecto neoliberal, y del retorno de gobiernos de izquierda y progresistas a algunos países. Nos habíamos preguntado en este espacio si en este probable nuevo escenario Colombia se integraría, o seguiría en contravía como en aquella era de cambios iniciada con la victoria de Hugo Chávez en diciembre de 1998 en la que estábamos inmersos en el “embrujo autoritario”.

Tal parece que el péndulo no vuelve a hacer exactamente el mismo movimiento y que los cambios tendrían otros enfoques, nuevas subjetividades y diferentes y diferenciados objetivos programáticos. Lo que hace 20 años se percibía como “La segunda independencia”, un proceso político con un definido hilo histórico que empezó a construirse en el marco de los preparativos y las movilizaciones del V centenario y adquirió forma para los tiempos del bicentenario de las independencias, ahora se empieza a denominar como progresismo. En aquel entonces la seguidilla de victorias de Chávez, Evo, Lula y Correa permitieron establecer que no estábamos ante hechos fortuitos sino ante una era histórica de cambios con un contenido profundamente bolivariano, integrador y antimperialista. No podríamos imaginar una reedición exacta de los procesos como si no hubiera pasado nada en sus desarrollos contradictorios y derrotas. Pero tampoco, como si no hubieran existido. Con sus luces y sus sombras. Del discurso indígena, campesino, popular y urbano de la “Segunda independencia”, con todas sus vaguedades, se pasa a la quizás mucho más vaga e indefinida formulación del “progresismo”. De las críticas necesarias a los procesos de cambio iniciados en el 99 y que luego fueron cayendo como un castillo de naipes ante la contraofensiva neoliberal y la retoma del patio trasero, no se puede pasar a su negación total. El progresismo no puede partir de una claudicante aceptación del San Benito del “Castrochavismo”. Sería una derrota ideológica por adelantado.

Tiene gran validez el llamado a no dejar las banderas del bicentenario en manos de las derechas, las mismas que desprecian la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y todos los valores bolivaristas. Pero este rescate tiene un marcado carácter regional e internacionalista, tal como lo concibieron los héroes independientistas. Junto a Venezuela, Argentina pasa a ser también epicentro de esta tormentosa disputa.