Gabriel Ángel
@GabAngel_FARC
Cabe preguntarse qué fue lo que se pactó en La Habana, que tiene tan encendidas las iras del uribismo. El Acuerdo Final, criticado de manera acerba por algunos sectores de izquierda y varios grupos que insisten en el camino incierto de la vía armada para la toma del poder, hasta el punto de llegar a calificar a sus firmantes como traidores, sigue siendo a todas luces el objeto más odiado por la ultraderecha guerrerista y mafiosa que impera en Colombia.
Puede afirmarse sin vacilación, que el principal objetivo del actual gobierno apunta a su destrucción. Y sabemos qué clase de fuerzas y alianzas se refugian tras la cara bonachona del Presidente Duque. Ningún grupo existente o por nacer representa una obsesión semejante para el régimen. Esos malditos Acuerdos son el blanco principal de todos sus odios. Ellos sí que son una amenaza real a sus intereses.
Comienzan con una tímida reforma rural, que contempla tres millones de hectáreas para los campesinos sin tierra, créditos, asistencia técnica, infraestructura vial, sanitaria, educativa. Disponen la actualización del catastro y reconocen la importancia de la restitución de las tierras arrebatadas por la violencia. El uribismo tiene sin duda sus razones para oponerse de tal modo a tan elemental modernización rural.
Siguen con una reforma política que abre las puertas a la participación efectiva de los sectores excluidos. Buena parte de esta ha sido bloqueada en el Congreso de la República, en donde tampoco ha progresado la ley que redime penas a los pequeños cultivadores de ilícitos. De hecho la sustitución voluntaria pactada ha sido superada por las prácticas de la erradicación forzada y la fumigación. La guerra contra las drogas debe enriquecer a muchos.
Pero el tema que encendió todas las alarmas ha sido el de víctimas, con su sistema integral de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. A la Comisión de la Verdad, este gobierno le redujo su presupuesto, de por sí escaso, en un 40 por ciento. Y el país conoce el espectáculo grotesco montado contra la JEP. El Acuerdo abre las puertas a un relato distinto sobre el conflicto, los crímenes ligados a él y sus verdaderos responsables.
Lo cual les resulta inadmisible. A los Acuerdos de Paz se adhieren cada día más colombianos y colombianas de todos los sectores. Se trata de una oleada creciente que se pone de manifiesto con la reacción generalizada en defensa de la JEP. Los Acuerdos, así no lo quieran creer algunos, abrieron el camino a la construcción de un nuevo país, eso palpita en el escenario nacional. Ese país rechaza de modo contundente la guerra. Por eso el odio a lo pactado.