Covid-19: nuevo Pearl Harbor de Estados Unidos

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Caricatura tomada de Sputnik News.

El hecho de que Estados Unidos sea hoy el epicentro de la pandemia, obedece precisamente a la política negacionista, torpe y criminal del presidente Trump. Si se hubieran adoptado correctivos a tiempo, hoy el panorama sería diferente

Ricardo Arenales

Rihanna, la popular cantante norteamericana oriunda de Barbados, pagó 500 mil dólares por un ventilador mecánico de alta gama para que lo usara su padre, Robert Fenty, de 66 años, que había contraído el coronavirus. Además, le pagó una espaciosa habitación en un hospital especializado, en donde permaneció en condiciones de aislamiento hasta que superó el contagio y regresó feliz a su casa.

La suerte que tuvo el padre de la popular cantante de música pop, no la tienen sin embargo los 27 millones de norteamericanos pobres que no tienen seguro médico, y por tanto ningún acceso a un sistema de salud público o privado, ni los 44 millones que tienen un sistema deficiente, que tampoco les permite el pago de una hospitalización.

La cuestión es que, en Estados Unidos, pagarse una prueba de Covid-19 por cuenta propia cuesta alrededor de 35 mil dólares y el paciente debe abonar al menos tres mil dólares para iniciar la consulta.

Médicos sin protección

Las cifras son denigrantes. El país que se reclama la primera potencia económica y militar del mundo, es ya el centro de la pandemia en el mundo, con un sistema de salud colapsado, e incapaz de controlar el virus. La mayor potencia del mundo, no tiene tapabocas suficientes, escasean los respiradores mecánicos, y en varios estados de la Unión, los médicos no cuentan con materiales básicos de protección.

Las autoridades sanitarias reconocen la existencia de un déficit de 3.500 millones de mascarillas. Tradicionalmente Estados Unidos importó implementos y equipos médicos, cuyo precio es más ventajoso producido en países con mano de obra más barata.

En estas condiciones, los trabajadores de la salud reciben el primer impacto de la propagación del virus. Hasta comienzos de la presente semana, habían muerto 22 médicos y enfermeras cuando atendían pacientes. Los facultativos no tienen guantes y delantales suficientes. No se practican pruebas suficientes, hay lentitud en la entrega de resultados y la planta médica no da abasto.

Negacionismo criminal

Esta situación contradice las declaraciones de Trump, que hasta hace pocos días aseguraba que el país “tiene recursos de sobra para pelear contra la pandemia”. En distintos mensajes, antes de la declaratoria de la cuarentena, el presidente dijo: “Lo tenemos todo bajo control”, “todo va a ir bien”, lo que tenemos delante nuestro es una “gripita”.

El hecho de que Estados Unidos sea hoy el epicentro de la pandemia, obedece precisamente a esa política negacionista, torpe y criminal del presidente Trump. Si se hubieran adoptado correctivos a tiempo, como lo demandaron las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, y como lo advirtieron incluso los servicios de inteligencia norteamericanos, hoy el panorama sería diferente.

El resultado es que, en estos momentos, al cierre de esta nota, Estados Unidos registraba 555.371 casos de contagio y 22.056 fallecimientos. En Nueva York, donde se dan las mayores repercusiones, hay más de 10 mil muertos. Estas cifras superan con creces a Italia y España, que lideraban en números de víctimas.

Más muertos que en la guerra

Aunque hay leves progresos en cuanto a que disminuye el número de infectados y de muertos en algunos estados, la mayor progresión de la curva no está cerca. Jerome Adams, director general del Departamento de Salud Pública, dijo que los próximos días serán “nuestro momento Pearl Harbor o nuestro momento 11-S, francamente”.

En efecto, en el ataque a Pearl Harbor, una humillante derrota militar de Estados Unidos, murieron 2.400 norteamericanos. En 17 años de guerra en Irak murieron 4.500. En 19 años de guerra en Afganistán han muerto 2.500. En la guerra de Corea murieron 40 mil estadounidenses, y en ocho años de guerra en Vietnam, cerca de 60 mil.

Anthony Fauci, jefe de la Agencia para las Enfermedades Contagiosas, que encabeza un equipo nombrado por Trump admite que en Estados Unidos podrían morir entre 60 mil y cien mil personas, si las medidas sanitarias, de por sí ineficientes, no consiguen detener a tiempo la expansión de la pandemia.

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