
El Banco de la República y el Departamento Nacional de Estadística, DANE, presentaron hace pocos días los datos sobre el comportamiento de la economía colombiana. El Producto Interno Bruto, PIB creció 3% con respecto al segundo trimestre de 2018, año corrido. Sin embargo, la tasa de desempleo sigue arriba de dos dígitos y la informalidad se aproxima al 50%.
El gobierno ha mostrado estos datos con extremo optimismo, pues, según sus propagandistas, esto demuestra la supuesta “resiliencia” de la economía y los frutos iniciales de la reducción de los impuestos a las empresas; nada más alejado de la realidad. Si se tiene en cuenta el entorno mundial, se observan de fondo las fuentes recientes del crecimiento del PIB y contrastan con el potencial real de nuestra economía.
Estamos ante una nueva etapa de las relaciones económicas internacionales, el “libre comercio” sucumbe ante las políticas proteccionistas de EE.UU. el comercio mundial solo crece a tasas del 1%. La economía mundial está desacelerando en algunos países del centro capitalista, como Alemania, motor económico de la Unión Europea e incluso, en EE.UU. se prevé una recesión.
El crecimiento del segundo trimestre del año corrido se explica, fundamentalmente, por el consumo final de los hogares (4.6%) y del gobierno (2.5%). El gasto de las familias está apalancado, no en el crecimiento del ingreso, sino por la expansión del crédito del 3.9%, especialmente, el de consumo y vivienda. La inquietud se basa en la posible insostenibilidad de esta situación dada la persistencia del alto desempleo. También, el gobierno aceleró el gasto que venía con una tendencia decreciente.
En cuanto a la inversión, formación bruta de capital fijo, esta creció el 4.3%, las empresas están aprovechando los “incentivos tributarios” de Duque para la renovación de maquinaria y equipo, sin embargo, el sector de la construcción siguió contrayéndose, pero a una tasa menor (-2.4%), uno de los mayores generadores de empleo. Es lamentable que la expansión de la inversión beneficie, mayoritariamente, a otros países, a falta de una industria nacional que produzca bienes intermedios y de capital.
La balanza comercial del país muestra un déficit de carácter estructural, que se agudiza, pues las importaciones crecieron el 8.9%, mientras que las exportaciones se expandieron solo al 3.5%, esto, a pesar de la devaluación del peso, que haría más baratos nuestros bienes en el mercado internacional. La dependencia del petróleo y el carbón nos impide una oferta exportable más diversificada y con mayor valor agregado y generadora de empleo. El déficit en la balanza comercial se ha financiado con la inversión, tanto directa, como con compra de Títulos de Tesorería, TES, por extranjeros, títulos que se han vuelto más atractivos ante la reducción de la tasa de interés en EE.UU. y Europa.
Este panorama que algunos llaman coyuntural no sería tan grave, si no tuviera como subyacentes debilidades estructurales de nuestro aparato productivo, que le restan capacidad para generar riqueza. La economía colombiana está creciendo hace 30 años por debajo de su potencial real. Un crecimiento bajo, incapaz de absorber la creciente fuerza de trabajo.
Al parecer, la oligarquía latifundista y financiera está feliz con esta situación que priva de ingresos a 2.497.000 colombianos, y de su aporte, a la generación de riqueza (10.7% de desempleo abierto).
La academia, una parte del empresariado y los trabajadores consideran posible y necesario cristalizar una política de desarrollo agrícola que tenga como base la distribución de la tierra fértil y la economía campesina. Política que, además, permita aprovechar nuestro potencial exportador y abaratar los precios de los alimentos. Una política industrial que acelera la incorporación de nuevas tecnologías de la mano de la universidad colombiana, que cree mayor valor agregado y cientos de miles de empleos. Hay espacio para que un nuevo proyecto democrático nacional, utilizando la política fiscal y monetaria, actué a favor del derecho al trabajo, la democratización de la tierra, el crédito y los activos para la mayoría de los colombianos.