Crisis en Hong Kong: Estados Unidos quiere pescar en río revuelto

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Una calle de Hong Kong.

Hong Kong jamás tuvo un régimen de derechos como los que hoy usufructúa bajo la dirección de la República Popular China, cuyo desarrollo político alcanza avances impactantes, que no existen en la “democracia representativa” de occidente

Alberto Acevedo

La aprobación por parte de la Asamblea Nacional de China (parlamento) de una Ley de Seguridad Nacional para el distrito administrativo especial de Hong Kong ha desatado una serie de amenazas intervencionistas por parte de los gobiernos de Estados Unidos y la Gran Bretaña, que amenazan con atizar un nuevo conflicto internacional, en el marco de una ‘guerra fría’ que ya viene adelantado Washington contra la República Popular China.

La nueva norma, es a su vez, respuesta a la aprobación a una ley del congreso de los Estados Unidos, sobre “Derechos Humanos y Democracia en Hong Kong” resultado de un intervencionismo descarado, que bordea lo demencial, producto del desespero por no perder una hegemonía global que va camino al despeñadero.

Hong Kong, que históricamente perteneció a territorio chino, fue robada al país asiático en 1842 por parte de la Gran Bretaña, a raíz de las llamadas Guerras del Opio. Un siglo después, en 1984, se dio una negociación entre China y el Reino Unido, que permitió el regreso gradual del territorio hongkonés a la soberanía china. Se suscribió entre las partes un novedoso acuerdo que establece un régimen especial denominado “un país, dos sistemas”, que plantea que Hong Kong se regirá por una economía capitalista hasta 2034, aunque su gobierno estará establecido por China.

Transición de medio siglo

Esto quiere decir, un período de transición de cincuenta años, al cabo de los cuales se habrán creado las condiciones para que el ahora denominado territorio administrativo especial, se integre por completo a las condiciones de desarrollo socialista de China. Una manera peculiar de llegar al socialismo en esta época.

China ha venido cumpliendo los términos del acuerdo al pie de la letra. Pero a la administración norteamericana, y tras ella el gobierno británico, se les antoja que el rumbo que sigue Hong Kong no es el por ellos deseado, no es ‘democrático’ y se han trazado toda una estrategia conspirativa para torcer el rumbo de lo pactado con Gran Bretaña.

A través de una verdadera red de ONG, financiadas por Washington y Londres, se han estimulado movimientos de protesta, que reivindican unos ‘derechos’, para más tarde renunciar a ellos y cambiarlos por otros, que frisan las prácticas paramilitares, hasta finalmente solicitar que las potencias occidentales intervengan en Hong Kong y salven la “democracia”.

Un siglo de humillaciones

Grupos de manifestantes en las últimas semanas, especialmente jóvenes que desconocen la historia nacional, no solamente destruyen vitrinas, incendian comercios, sino que enarbolan banderas de los Estados Unidos y de Gran Bretaña, cantan el himno nacional de los Estados Unidos, y en pancartas que enarbolan le piden al presidente Trump que venga a ‘liberarlos’ y restablecer la ‘democracia’.

Desconocen estas generaciones que, bajo el dominio británico, en lo que se conoce como “un siglo de humillaciones”, los colonialistas fijaban letreros en los parques donde se prohibía la entrada de “perros y chinos”. En épocas de influencia japonesa se estableció el trabajo esclavo y la prostitución forzada en bases militares niponas. Los jóvenes que desconocen estos sufrimientos están hoy pendientes de los caprichos de la moda, de los videojuegos y la farándula, y se alinean en fundaciones generosamente financiadas por occidente.

Hong Kong jamás tuvo un régimen de derechos como los que hoy goza bajo la dirección de la República Popular China, cuyo desarrollo político alcanza avances impactantes, sin que se parezcan a la “democracia representativa” de occidente. Los ciudadanos hongkoneses tienen privilegios de los que no disfrutan los ciudadanos chinos en la parte continental.

Nunca habían sido tan prósperos

A este respecto, dice el periodista catalán Rafael Poch, corresponsal de prensa en Beijing: “Pese a las dificultades, los chinos nunca habían sido tan libres y prósperos, lo que explica el optimismo que desprende la sociedad. China, aunque suene muy fuerte, es de los países mejor gobernados del mundo”.

Entonces el problema de esta zona especial, no es falta de democracia. La realidad monda y lironda es que occidente quiere recuperar una zona especial de libre comercio que se ha convertido en un paraíso fiscal para grandes capitales. El gobierno local de Hong Kong tiene pruebas suficientes de la intromisión de Estados Unidos y sus agencias en los asuntos propios de la región. Dicha intervención forma parte de la llamada guerra híbrida que Estados Unidos libra contra China, para evitar que el gigante asiático llegue a un liderazgo mundial que, por cierto, no ha reivindicado para sí.

La intención de Washington en Hong Kong es similar a la que practica ilegalmente en Taiwán, y en la provincia de Singkiang, de mayoría musulmana, con miras a crear el caos o estimular insurrecciones separatistas.

Paraíso de multimillonarios

De manera insolente, sin tener ninguna competencia para ello y en abierta contradicción con el derecho internacional, la Casa Blanca acaba de declarar que la región de Hong Kong “ya no goza de democracia”. Y es precisamente contra esta actitud intervencionista que se perfila el eje central de la ley de seguridad nacional aprobada en China para esta región administrativa.

China dice que, con la nueva norma, las libertades de los ciudadanos no se verán afectadas y basa su derecho a legislar en que la competencia sobre seguridad nacional radica en el poder central. Tampoco afecta las condiciones de Hong Kong como centro financiero. Hasta ahora, la región ha sido epicentro del disfrute de los magnates de la banca y del sector inmobiliario, mientras el resto de la población vive en su mayoría con un alto nivel de pobreza y de miseria. En esto, Hong Kong no se parece a China.

En próximos meses habrá elecciones locales en Hong Kong. Es una coyuntura que Washington quiere aprovechar para buscar elegir un gobierno local afín a sus apetitos anexionistas. Para ello intentará estimular nuevas revueltas sediciosas. Y la ley de seguridad nacional china busca precisamente limitar la capacidad de Washington de inmiscuirse en los asuntos internos de la región y variar el curso de la política china. Y para ello, si es necesario el gobierno central podría movilizar tropas, para reforzar las fuerzas policiales hongkonesas. Así están las cosas.

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