¿Cuál es el legado de La Comuna?

0
982
Dibujo alegórico al papel de las mujeres en La Comuna de París

Las ideas que animaron la gesta de la Comuna de París tienen plena vigencia, viven en la clase obrera y son el referente de nuevos y renovados movimientos sociales

Maité Pinero

Después de la “semana sangrienta”, Louis Adolphe Thiers declaró: «El socialismo se terminó». Tres meses después, Víctor Hugo contestó: «El cadáver está en el suelo pero la idea sigue de pie» (1). Un año después, en Nueva York, la Asociación Internacional de Trabajadores, AIT, organizó una manifestación en la cual participaron 10 mil personas en homenaje a los Comuneros.

En 1874, en Méjico se publicaban dos periódicos La Comuna y El comunero mejicano, afirmando que los grandes principios son inmortales. Tres años después, las ideas de La Comuna estaban presentes en la revolución cantonalista de España con la propuesta de federación.

Una idea de pie

¿Como explicar esa resonancia? La Comuna fue reconocida y comentada en su momento. Tres años antes se inauguró el cable entre Europa y América. Existía el telégrafo y tres grandes agencias de prensa, como Reuters. Después de la guerra de Crimea viajaban los grandes reporteros y en Versalles se quedaban corresponsales todo el tiempo. Incluso los periódicos de derecha comentaban y publicaban cotidianamente la noticia. Lo hacia también el Times Of India.

Los cables llegaban diariamente. Se publicaban luego los reportajes. En esa época, Francia era la segunda potencia colonial y bancaria en el mundo. Desde la Exposición Universal (1867) París se presentaba como capital de la modernidad. Y después de 1848, lucía como símbolo de la revolución.

La matanza impactó, fue la masacre de civiles y trabajadores más importante del siglo XIX. Marx había teorizado la lucha de clases, no el odio de clases. Hubo entre 20 mil y 30 mil masacrados, 40 mil presos, miles de desterrados y fugitivos que difundieron las ideas de La Comuna.

Ese odio de clase se desató después en cada ocasión. Ejemplos son muchos, como en la guerra de exterminio en España, en el genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia, pero también contra el movimiento popular hoy en Chile o durante el último golpe en Bolivia.

Ese odio de clase queda demostrado hoy cuando las grandes firmas farmacéuticas y los gobiernos de los países ricos se niegan a poner la vacuna a disposición de todos.

Una crítica radical

El legado de La Comuna consiste en el cuestionamiento radical del orden económico, político, social y patriarcal.

Desde septiembre de 1870, París estaba sitiado por los prusianos en una situación caótica. Se vendían hasta pasteles de ratas envueltos en la piel. La Comuna tuvo que enfrentar el asedio y el cerco de los versalleses. Actuó casi todo el tiempo bajo el bombardeo y tuvo que dedicar la mayoría de sus recursos para enfrentar la agresión.

A pesar de eso, durante 72 días, Paris empezó a respirar y a vivir. En abril, tenía lugar la feria del pan de jengibre en Bastilla y Nación. Los museos estaban repletos mientras que los teatros se llenaban cada noche. El 22 de abril, cuando los versalleses entraban en París, el pueblo acudía a un gran concierto en las Tuileries en beneficio de las viudas y los huérfanos: La Comuna tenía «pan para las viudas y besos para los huérfanos».

Con Gustave Courbet la Federación de artistas buscaba liberar el arte de todas las tutelas y ponerlo a disposición de todos. París sufría, pero era una fiesta. Como lo escribía Louise Michel, había un apetito de todo, arte, literatura, ciencias. Una energía gigante desatada. Ya cada uno no era cada cual sino un y una ciudadana, como en 1789.

Para el movimiento comunero, todo era servicio público: la enseñanza laica, gratuita, obligatoria, la distribución de alimentos, la salud. En las alcaldías y estaciones de bomberos se vacunaba contra la viruela.

En 72 días, la Comuna no tuvo el tiempo suficiente para concretar muchos de sus proyectos, pero cuestionó ampliamente y de manera radical el orden social. Por ejemplo, se atacó la desigualdad de género con la creación de la primera organización de masas femenina: la Unión de Mujeres. Impuso por primera vez la igualdad de salarios y reconoció la unión libre entre parejas, mientras prohibió la prostitución. La presencia de las mujeres fue tan impactante que la burguesía, en su espanto, se inventó a las petroleras (2).

Cuestionó la delegación de poder, decretando que un funcionario público podía ser revocado, con la obligación de rendir cuentas en cualquier momento. Se problematizó el papel del Estado y la centralización con la idea de la asociación de comunas. París no quería ser capital sino hacer parte de una federación de comunas con igualdad de derechos.

También recuperó la Constitución de 1793, proclamando el derecho de rebelión ante la tiranía como «el derecho más sagrado y el más imprescindible deber». Confiscó apartamentos y talleres vacíos. Eligió delegados obreros en las empresas. Prohibió el trabajo nocturno, redujo el tiempo de trabajo e inventó el salario mínimo.

Por primera vez la Comuna puso en marcha el internacionalismo. En la guerra franco-prusiana, el militar Giusseppe Garibaldi comandó al ejército de los Vosgos. En las barricadas combatieron los polacos Dombrowski y Wrobolski, y la rusa Elisabeth Dmitrieff. Y el húngaro Leo Frankel fue ministro de asuntos sociales. La gran idea era una República democrática y social de carácter universal.

Murieron con dignidad

La participación popular fue a nivel municipal, de distrito. Cada barrio tenía su batallón de guardias nacionales y clubes donde se reunían diariamente las federaciones sindicales. Por lo tanto, después de la matanza, se desató una represión casa por casa.

La Comuna abrió la perspectiva de un mundo de posibilidades en donde manda el pueblo. Dio la prueba de esa inmensa energía y creatividad que desata una revolución. Es un mensaje de esperanza hoy en un mundo globalizado y multidependiente.

Marx decía, en conclusión: «La obra social más relevante de La Comuna fue su misma existencia». Sigue siendo un lugar de memoria, símbolo de rebeldía, centinela de solidaridad, forma política en porvenir, promesa de otro mundo. La Comuna planteó reivindicaciones todavía válidas hoy en día.

Un general versallés carnicero dijo después de la matanza: «Murieron todos con desafío e insolencia». Inconclusa, la Comuna de París es una caja de Pandora llena de promesas a donde acuden todos los progresistas. No en busca de recetas o un modelo para armar, sino de ideas y determinación. Es una fragua ardiente, una herramienta de crítica radical de la organización del mundo y, más que todo, por primera vez en el mundo, una demostración en la práctica de que “sí se puede”. Una verdadera bomba de tiempo.

  • La amnistía de los Comuneros (lograda parcialmente en 1880) fue la última batalla política del autor de Los Miserables. Solamente hasta 2016 un gobierno francés rehabilitó a todas las víctimas de la represión.
  • Para desacreditar la lucha de las mujeres, la burguesía las acusó de haber incendiado París.