Sofía de la Hoz Terán
@sofiadelahoz10
El único territorio libre y soberano que conozco es mi propio cuerpo, lo he defendido como tal, con ahínco, o mejor dicho, con uña, pata y diente como decimos en el barrio, en la calle; asumiendo, claro está, las obligaciones y desafíos que de esta concepción se derivan, venciendo imaginarios y señalamientos sociales y culturales, que se dan día a día, relación a relación, espacio a espacio.
Esa terquedad de ser dueña de mí, se impacta al enterarme de que hasta hace poco los hijos que parían las mujeres en países como Colombia, Francia, España, Malí o Argentina quedaban legalmente bajo la responsabilidad o potestad del padre, excluyendo a la madre de la posibilidad de decidir sobre sus hijos, hecho este que remite a la imaginación el papel que ejerce la hembra en otras especies, llevándonos de forma concluyente a calificar de absurdas estas supuestas leyes de ordenamiento social, surgidas de estados claramente patriarcales, que menoscaban a la mujer, a quien se le obligaba socialmente a reproducirse y a criar desde un modelo de sometimiento, abnegación y sacrificio, que hace ver como virtud la renuncia a cualquier aspiración laboral, intelectual, académica o política, para cumplir con el estándar establecido.
Hablar del tema y contemplarlo como algo que se superó en Colombia hace tan solo 44 años, sumándolo a comportamientos de fuerte arraigo cultural, hacen pensar en la fragilidad de este y otros derechos, como el derecho al voto (Colombia 1954) o la abolición de la patria marital (Colombia decreto 2820-1974).
Los derechos de la mujer son conquistas jóvenes, sensibles a estancamientos y retrocesos debido a la insensatez, el miedo y el desconocimiento social, que se juntan para convertirse en misoginia descarada o disfrazada con matices, por eso nuestra invitación desde el movimiento social y político de mujeres es a cuidar y defender entre todas y todos, los que le apostamos a un mundo más justo, respetuoso del otro y libre, a nuestros derechos humanos, tal y como lo dice la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en su artículo segundo:
“El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión”.
Fue degradante que se le desconociera el derecho civil de guiar sus hijos, tal como es injusto que se requiera pasar por toda una burocracia, señalamientos, juicios y culpas para abortar, aún si el derecho en lo formal existe y si tienes 12 años y has sido violada, que se te juzgue por tener hijos, por no tener, que se te cuestione si buscas optar por prácticas quirúrgicas para no tener hijos, que en este momento los salarios de las mujeres sigan siendo inferiores a los de los hombres o que se continúen asesinando mujeres, porque nos negamos a ser propiedad de alguien más, o porque no nos comportamos, vestimos, hablamos, vivimos de acuerdo al criterio de alguien más, tal como si fuéramos esclavas, haciendo énfasis aquí que esta deplorable práctica se abolió, en el caso colombiano, el 21 de mayo de 1851.
Somos territorios libres e independientes y como dice Roque Dalton en su poema “Para un mejor amor”, “la meta será siempre, dejar de ser mujer en sí, para ser mujer para sí”.