Cuando el teniente coronel de la falange franquista José Millán Astray, en 1936 en una conferencia en la que estaba presente Miguel de Unamuno, grito la famosa frase “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!” (Algo así como “haremos trizas los acuerdos de paz”), nunca pensó que estaba invocando el debate histórico entre thánatos (muerte) y vitae (Vida) y uno de los grandes debates de los siglos XX y XXI, el debate entre la democracia y la dictadura, entre la cultura y la barbarie. Es esto hoy, lo que vivimos en Colombia.
El gran debate de nuestra sociedad actual no es entre uribistas, pastranistas o vargaslleristas (siempre las mismas familias) ni mucho menos entre partidos de izquierdas, progresistas o democráticos, el gran debate de nuestra sociedad es hoy, entre la vida o la muerte, la barbarie o la democracia.
La respuesta de Miguel de Unamuno a Millán Astray, no se hizo esperar “El general Millán-Astray es un inválido. Es un inválido de guerra (…) un inválido, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray desea crear una España mutilada (…)” así mismo debemos gritar bien alto que Colombia no puede seguir siendo gobernada por grupos de mutilados espirituales que históricamente ha aplicado a nuestro pueblo su necrofilia política.
La inteligencia colectiva, el arte, la cultura y la unidad son las herramientas para asumir este gran debate, esta gran batalla de ideas, frente a un ejército de mutilados espirituales unidos que solo ven en el poder, la guerra y la muerte una forma de aseguramiento de privilegios y negocios. Se han unido los mutilados de espíritu ¿Qué haremos? ¿Seguir anclados en las diferencias y no ser capaces de encontrar los lazos que nos unen y fortalecen?
Construyamos una opción que nazca de las bases territoriales, construyamos sinergias entre partidos, dirigencias y procesos sociales, apliquemos inteligencia colectiva que permita hallar el tono de la claridad de planteamientos y una pedagogía social de lucha, tejamos contenidos estratégicos no economicistas y de interés general de la sociedad colombiana, constituyamos una dirección colectiva y clasista que interprete y cohesione el espíritu de lucha del pueblo excluido y asumamos la generosidad y la solidaridad como esencia de la unidad y la lucha. No hacer nada ni tomar las decisiones claves para el presente y futuro de nuestro país, es también una forma de claudicación. Frente a la barbarie del poder, frente a la unidad de las fuerzas de la muerte, no tenemos otra opción que la unidad de la esperanza y la vida.