El gobierno de Corea del Norte invitó al presidente Trump, de los Estados Unidos, a discutir los temas de seguridad en la región. El encuentro sería en mayo
Hace apenas tres meses, a finales de 2017, las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte estaban en su punto más alto de tensiones, con recriminaciones, amenazas e insultos mutuos. A tal punto, que en el mundo se temía la posibilidad de una confrontación directa, que podría poner en peligro la paz mundial.
Era notorio el interés de Washington de atizar un conflicto en esta región asiática, que iría en beneficio de las grandes empresas militar-industriales norteamericanas, sin tener en cuenta que en una confrontación nuclear morirían millones de seres humanos.
La situación cambió dramáticamente a raíz de los juegos olímpicos de invierno, cuando Corea del Sur invitó a la parte Norte a participar con una delegación de sus mejores atletas. Pyongyang respondió, no solo aceptando el envío de la delegación deportiva, sino una representación gubernamental al más alto nivel, encabezada por la hermana del líder Kim Jong-un.
Fruto de ese proceso de distención, el pasado 5 de mayo el gobierno norcoreano recibió a una delegación del Sur para avanzar en los contactos bilaterales. Producto de esas conversaciones, las partes acordaron la celebración de un encuentro de los dos jefes de gobierno, que se realizará a finales de abril en la zona desmilitarizada de Panmunjeom, al sur de la frontera intercoreana. De celebrarse el encuentro, sería la primera vez en que un jefe de estado norcoreano visita la región del sur.
Los representantes de Corea del Sur, que más tarde se trasladaron a Washington, informaron en esta ciudad que el líder norcoreano Kim Jong-un está dispuesto a mantener conversaciones con su homólogo Donald Trump, para discutir una agenda abierta, que incluiría el programa nuclear de Corea del Norte.