“Los esfuerzos de occidente para aislar a Rusia, fracasaron”, dijo el presidente de ese país, Vladimir Putin, al valorar los resultados de su encuentro con el mandatario norteamericano y la posibilidad cierta de un periodo de distensión entre las dos potencias
Alberto Acevedo
No todos los temas que el presidente norteamericano aspiraba a que fueran valorados en la cumbre con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en la cita de Helsinki del pasado 16 de julio pudieron ser evacuados. Seguramente tampoco los que Putin traía en su agenda. Pero ambos mandatarios, al término de la reunión, coincidieron en asegurar que la cita constituyó el “comienzo de un largo proceso” de acercamiento entre los dos gobiernos, y no demoró mucho el presidente norteamericano en afirmar, a su regreso a la Casa Blanca, que deseaba un segundo encuentro con el gobernante ruso.
De los dos mandatarios, sin lugar a dudas, Putin resultó siendo el mejor librado. En primer lugar, porque venía de darse un baño de popularidad entre su pueblo y ante el mundo, por los resultados del Mundial de Fútbol. En cambio Trump, venía no solo de capotear una serie de escándalos internos, sino la oposición de bloques parlamentarios, tanto demócratas como republicanos, que no estaban de acuerdo con la reunión de la capital finlandesa, y hasta último momento le pidieron que la cancelara.
Pero además, contrario a lo que sugieren algunos medios de prensa, Putin resultó ser un negociador más habilidoso. Frente a la demanda de Trump de reconsiderar el tema de Crimea, un territorio que en su opinión fue ‘anexado’ por Rusia, Putin fue contundente: “Crimea es un asunto cerrado para Rusia”. No está en ninguna agenda de negociaciones.
Desequilibrio peligroso
Y dándole rápidamente vuelta a la hoja al tema, Putin tomó la iniciativa en varios asuntos cruciales. Por ejemplo, el de la seguridad global. “Hoy, tanto Rusia como Estados Unidos se enfrentan a desafíos completamente diferentes (a los de la guerra fría). Se trata de un desequilibrio peligroso de los mecanismos internacionales de seguridad, estabilidad, crisis regionales, propagación de amenazas de terrorismo y delincuencia transfronteriza, criminalidad, problemas crecientes en la economía global, riesgos ambientales y de otro tipo. Solo es posible hacer frente a todo esto, reuniendo los esfuerzos”, dijo el premier ruso.
Putin indicó que Moscú está dispuesta a desarrollar la cooperación con Washington en varios ámbitos, incluidas la lucha contra el terrorismo y la ciberseguridad. Así mismo, el mandatario aseguró que las partes rusa y norteamericana deberían liderar juntas el establecimiento de la paz en Siria y la cooperación humanitaria en ese país.
Occidente no consiguió aislar a Rusia
“Siendo las mayores potencias nucleares, tenemos una responsabilidad especial para la seguridad internacional. Creo que es importante -y hemos hablado de ello- entablar un diálogo sobre los problemas de estabilidad estratégica y la no proliferación de armas de destrucción masiva”, añadió Putin, quien además recordó que su país está dispuesto a prorrogar el Tratado de reducción de Armas Estratégicas (Start II), que vence en el año 2021.
“Rusia está dispuesta a extender este acuerdo, pero tenemos preguntas para nuestros colegas estadounidenses. Consideramos que Estados Unidos no cumple completamente con las disposiciones del acuerdo”, puntualizó Putin.
Como se señala al comienzo de esta nota, la cumbre de Helsinki no solo tiene el mérito de marcar el comienzo de una etapa de distensión entre las dos potencias mundiales, situación que molesta a los círculos más conservadores de Estados Unidos, sino que, como lo señaló Putin en unas declaraciones a la cadena Fox News, “los esfuerzos de occidente para aislar a Rusia, fracasaron”.
La posibilidad de que una cita a alto nivel como la realizada en Helsinki ponga fin a un largo periodo de hostilidades entre las dos potencias, molesta en grado superlativo a los círculos guerreristas y de los llamados “halcones” de la política norteamericana. No es casual que horas antes del encuentro, el fiscal especial Robert Mueller, involucrara a 12 ciudadanos rusos, a quienes acusó de haber manipulado las elecciones norteamericanas, penetrando el sistema informático del Partido Demócrata, para perjudicar la candidatura de Hillary Clinton.
La gran prensa norteamericana se encargó del resto del trabajo sucio: detrás de los “conspiradores” está Putin. El mismo que se sentó a la mesa de conversaciones con Trump. Por eso no dudaron en calificar al presidente norteamericano de “traidor”, y no faltaron las voces que comienzan a reclamar su retiro del gobierno.