
Nelson Fajardo
Hemos celebrado el último pleno del Comité Central de nuestro Partido Comunista Colombiano (PCC), entre los días 30 de junio y el 1 de julio de 2017. Se trató de un pleno preparatorio del 22 Congreso del Partido, a llevarse a cabo entre el 13 de julio y el 16 de julio del año en curso.
En este pleno llamó la atención el deseo explícito de los comunistas de cambiar para mejorar la vida política interna de la colectividad, sin negar la existencia de contradicciones, propias de las dinámicas que le imprimimos al trabajo. Entre estas hay que superar el negativismo, como el optimismo desaforado; ambas variantes obnubilan y enceguecen los racionamientos que desarrollamos sobre el futuro de nuestro proyecto revolucionario.
Al respecto abordamos tres aspectos que estimularon un debate que requiere ser profundizado. Ellos fueron, a) Los fundamentos ideológicos que nos acompañan, ratificando su carácter marxista-leninista, liberado del dogmatismo y el democraterismo liberal; ambas tendencias destructoras de nuestra identidad y pertenencia en torno al presente y el futuro; b) Las asimetrías en el proceso de implementación de los Acuerdos de La Habana, constatando el buen nivel de cumplimiento de las FARC y el bajo nivel del Estado colombiano. Se trata de una línea estratégica para debilitar el cumplimiento y estimular la protesta social; c) Se requiere un enfrentamiento real al paramilitarismo, que exige superar la fragmentación de los comunistas, que al fortalecer su unidad, impida la entrega de la justicia de paz a la ultraderecha, en cabeza de un expresidente y un candidato a la presidencia, Álvaro Uribe Vélez y German Vargas Lleras, y, d) La unidad y sus diversos niveles para recuperar y profundizar la perspectiva democrática de Colombia.
Dichos aspectos hay que abordarlos desde unas posiciones autocriticas que ayuden a superar los defectos; pero tratando simultáneamente la política represiva y la justicia del Estado; sin reducir el asunto a una mera cuestión electoral. El debate y la contradicción fundamental giran en torno al final del conflicto armado, en proceso de extinción, la apertura democrática y la revolución. Dar salida a dicha contradicción pasa por una fuerte unidad popular y política.
Así las cosas, hay que estudiar los multiniveles de la unidad, el gobierno de transición, las perspectivas de la revolución y los problemas de la organización partidaria y popular. Estos cuatro aspectos deben ampliar las condiciones para engrandecer la nación y al pueblo.
A la nación por medio de una economía política y una política económica al servicio de la apropiación del buen vivir, por medio de elevar la capacidad acumulativa, pero con conexión con un aparato productivo que genera una posibilidad de consumo de medios de producción modernos, a favor de la industrialización, y con ella, mayor consumo directo calificado para la población. Al pueblo, por ser el sujeto sobre el cual recaen los efectos de una economía política al servicio del gran capital nacional y mundial; así como del consumo directo de nuestra gente.
Con respecto al gobierno en transición, es necesario convertir el asunto en una verdadera sociedad en transición, pero como asunto de Estado o Política de Transición de Estado, que obligue no solo a los gobiernos pasajeros, sino también al Estado como estructura estable y duradera. Es sobre esa estructura que recae el peso de la política de paz, como cuestión constitucional; por ella pasa el conjunto de las políticas públicas.
Lo señalado es posible de realizarse, si contamos con un pueblo más politizado, más exigente y más culto, que no solo más educado. El futuro es promisorio, siempre y cuando el ciudadano colombiano se movilice a partir de un programa de totalidad que comprometa.