
Los tres países que más invirtieron en gasto militar fueron Estados Unidos, China y Rusia, cuya inversión representa el 56 por ciento del total mundial
Ricardo Arenales
Por octavo año consecutivo, en 2022, el gasto militar global en el mundo creció a un máximo de 2.24 billones de dólares, con un marcado acento en Europa, según lo reveló un informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz, de Estocolmo, Sipri.
El informe, publicado el 24 de abril pasado, asegura que el gasto militar mundial se tradujo en un nuevo máximo que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Señala que el mayor aumento porcentual se registró en Europa y se debió en gran medida a la guerra en Ucrania, que disparó los índices del gasto militar, que incluso pudieron haber sido escandalosamente mayores si no hubiera sido por las amenazas de recesión en la mayoría de las naciones.
Los tres países que más invirtieron en gasto militar fueron Estados Unidos, China y Rusia, cuya inversión representa el 56 por ciento del total mundial. Los tres a su vez son miembros permanentes, con derecho a veto, del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de quienes se espera defiendan uno de los principios fundamentales de la Carta de la ONU, relativo al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Gana el complejo militar industrial
Estados Unidos continúa siendo el país que más gasta en armamento en el mundo. Su gasto militar alcanzó los 877 mil millones de dólares el año pasado, cifra que supone el 39 por ciento del gasto militar mundial, tres veces más que China, el segundo país que más gastó en este rubro.
Nan Tian, investigadora principal del Programa de Gasto Militar y Producción de Armas del Sipri, aseguró que: “el continuo aumento del gasto militar mundial en los últimos años es una señal de que vivimos en un mundo cada vez más inseguro”. Precisó además la analista que, “independientemente de que a los países les fuera mejor o peor de lo esperado económicamente, el ejército está acaparando más recursos financieros que en años anteriores”.
El informe de Sipri no se refiere concretamente a que detrás del gasto militar mundial se esconde el complejo militar industrial, no solo de Estados Unidos sino del resto de potencias del planeta. Ellos son los verdaderos ganadores con la industria de la guerra.
Afectación al gasto público
Haciendo a un lado el hecho de que Estados Unidos, China y Rusia ocupan los tres primeros lugares por el volumen de gastos en armamento, lo cierto es que Europa registra el mayor aumento interanual en los últimos 30 años. Los investigadores sugieren que el gasto militar en el viejo continente seguirá creciendo a un ritmo acelerado.
Desglosemos algunas cifras: Finlandia incrementó el gasto militar el año pasado en un 36 por ciento; Lituania en un 27 por ciento; Suecia en un 12 por ciento; Polonia en un 11 por ciento. Se calcula que el gasto militar ruso creció en un 9.2 por ciento el año pasado, con una inversión de 86.400 millones de dólares. Esto equivale al 4.1 del PIB de Rusia, frente a un 3.7 por ciento en 2021.
El gasto militar de la India, de 81.400 millones de dólares, fue el cuarto más alto en el mundo, un 6 por ciento superior al del año anterior.
Récord de Ucrania
El aumento del gasto mundial en defensa incluye también la ayuda militar a otros Estados, que alcanzó niveles extraordinarios en 2022, bajo el pretexto de la guerra en Ucrania. Solo Estados Unidos ha proporcionado a Ucrania unos 113 mil millones de dólares en armamento y asistencia en materia de seguridad, y no se vislumbra el final, ni de la guerra ni de la ayuda en armamento.
Ucrania gastó en 2022 unos 44 mil millones de dólares, que le representan un incremento del 640 por ciento en el periodo analizado. Es el mayor aumento de gasto militar de un país en un solo año jamás registrado en los datos del Sipri. Este gasto representó el 34 por ciento del PIB ucraniano.
En contraposición al análisis del gasto militar, organismos no gubernamentales insisten en que otro mundo distinto sería posible sin el pesado fardo del armamentismo. Uno de tales organismos, para no mencionar sino uno, es el Centro Delás de Estudios para la Paz, en Barcelona, España.
Este organismo presenta indicadores de las consecuencias del gasto militar global. Dice, por ejemplo, que, en plena pandemia, en 2020, el gasto militar creció en un 2.4 por ciento, indicando lo absurdo de la carrera armamentista. Indica el instituto que solo con el 9 por ciento del gasto militar se puede financiar durante diez años la adaptación al cambio climático.
Si no fuera por la guerra
Delás cita cifras de Oxfam que indican que con solo el 7 por ciento del gasto militar se podría cubrir la inversión en vacunación universal contra pandemias como la del Covid-19 y otras enfermedades que azotan a la humanidad. Solo con 26 horas sin gastar un solo centavo en armamentos a nivel universal se podría ahorrar dinero suficiente para salvar del hambre a 37 millones de personas. Pero los grandes estrategas que dirigen los destinos de la humanidad prefieren los jugosos negocios de la guerra que salvar vidas humanas.
Detrás del complejo militar industrial, tres de cada cuatro armas que se fabrican en el mundo, no existirían si no fuera por el apoyo de la banca internacional. En España, por ejemplo, el BBVA y el Banco Santander son las entidades crediticias que más financiación destinan a empresas que suministran armas a ejércitos involucrados en diferentes conflictos.
A nivel mundial, más de 500 mil científicos realizan investigación militar. Un verdadero potencial de conocimientos que podría estar encauzado a investigaciones para la paz y el progreso social. Cada año se fabrican más de 12 mil millones de balas para alimentar la guerra. Por consiguiente, cada minuto muere una persona en el mundo como consecuencia de la violencia armada. En solo dos guerras, la de Afganistán y la de Irak, se produjeron más muertos que los causados por la pandemia del covid-19 a escala mundial.
Las Naciones Unidas, por su parte, han advertido recientemente que el conflicto en Ucrania amenaza con sumir en la pobreza, la indigencia y el hambre a 1.700 millones de personas, más de la quinta parte de la población global.
Esto si se tiene en cuenta que antes de la guerra, Ucrania y Rusia suministraban cerca del 30 por ciento del trigo y la cebada del mundo, una quinta parte del maíz y más de la mitad del aceite de girasol, aunque la guerra ha cortado la mayor parte de estos suministros.