
La nueva forma de dominación es “sé feliz”. La positividad de la felicidad se impone a la negatividad del dolor. La automotivación hace que el dispositivo neoliberal de felicidad sea muy eficaz, pues el poder se las arregla sin necesidad de hacer demasiado
Alberto Acevedo
“Vivimos en una sociedad de la positividad que trata de librarse de toda forma de negatividad. El dolor es la negatividad por excelencia. Incluso la psicología obedece a este cambio de paradigma y pasa de la psicología negativa como “psicología del sufrimiento” a una “psicología positiva” que se ocupa del bienestar, la felicidad y el optimismo”.
El anterior criterio está contenido en el libro de reciente aparición ‘La sociedad paliativa’ del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, traducido al español por la Editorial Herder, y de fácil acceso en las librerías colombianas.
Este que llama cambio de paradigma en la sociedad contemporánea, Byung-Chul lo denomina la sociedad paliativa, que es, para graficarlo un poco, la sociedad del “me gusta”. Esta sociedad “es víctima de un delirio por la complacencia. Todo se alisa y pule hasta que resulte agradable. El like es el signo y también el analgésico del presente. Domina no solo los medios sociales, sino todos los ámbitos de la cultura. Nada de doler.
Escorias de la positividad
“No solo el arte, sino la propia vida tiene que poder subirse a Instagram, es decir, debe carecer de aristas, conflictos y contradicciones que pudieran ser dolorosos. Olvidamos que el dolor purifica, que opera una catarsis. La cultura de la complacencia carece de la posibilidad de catarsis, y así es como uno se asfixia entre las escorias de la positividad que se van acumulando bajo la superficie de la cultura de la complacencia”.
En un artículo publicado en Rebelión el pasado 4 de julio, dice por su parte el investigador y escritor Issac Henríquez Pérez: “Entonces el social-conformismo se apropia de la vida cotidiana de los individuos que tienden a “normalizar” su dolor y sufrimiento, y a alcanzar el analgésico en las redes sociodigitales que apelan a su pasividad. Pero el miedo y el dolor paralizan el cuerpo, la mente y la conciencia, y es allí donde los ciudadanos se tornan dóciles, sumisos y carentes de inventiva.”
Dice Byung-Chul Han: “En la sociedad de consumo y el rendimiento, el imperativo es ser feliz. La positividad hace que el dolor devenga negativo”. En Colombia en este momento, en las empresas y en las oficinas, los trabajadores y empleados tienen una tendencia a no reportar sus dolencias. No van al médico, porque ‘no hay tiempo’’, tienen mucho ‘trabajo’. Y las jornadas de trabajo, en su modalidad virtual, a menudo comienzan a las siete de la mañana y terminan a las once de la noche. En un contexto semejante de acuerdo a la lógica de la sociedad paliativa, el triunfo, el éxito, las posesiones, el optimismo, son las premisas. El dolor es lo opuesto a las exigencias del dispositivo neoliberal.
Muy felices
En el caso colombiano, el modelo de sociedad paliativa parece tener un éxito extraordinario. En 2018, el país fue catalogado por la Asociación Mundial WIN, líder en investigación de mercados, como el tercero más feliz del mundo. Unos años antes, habíamos sido el primero más feliz. Ahora, hemos descendido en el podio, pero seguimos ejerciendo en el liderazgo.
De acuerdo a datos de Indepaz de esta semana, ya llevamos 56 masacres en lo corrido del año. Tenemos tres focos de crisis humanitaria: en Ituango, el Cauca y Necoclí. Ostentamos el primer lugar en el mundo por el asesinato de líderes ambientalistas. El primer lugar por el asesinato de líderes sindicales. No nos quitan el campeonato en el sacrificio de líderes sociales, ni en el exterminio de excombatientes firmantes del acuerdo de paz. Los índices de pobreza han llegado a niveles récord al amparo de la pandemia. Pero somos felices en grado superlativo.
Vivimos la dictadura de la felicidad. Es decir, no solo soportamos la lógica del garrote, sino de unos dispositivos ideológicos que nos conducen a la ‘felicidad’, la resignación, el sopor y que intentan apartarnos de la lucha social. En el caso colombiano, la burguesía no ha conseguido plenamente este objetivo, como lo demuestra la combatividad de los jóvenes en lo corrido de este año. Pero cabe una pregunta: ¿Cómo vamos a dar la lucha ideológica? Es un tema pendiente, que puede provocar la reflexión de nuesttos lectores.
“La nueva forma de dominación es ‘sé feliz’. La positividad de la felicidad desbanca a la negatividad del dolor –asegura el pensador surcoreano. Como capital emocional positivo la felicidad debe proporcionar una ininterrumpida capacidad de rendimiento. La automotivación y la autooptimización hacen que el dispositivo neoliberal de felicidad sea muy eficaz, pues el poder se las arregla entonces muy bien sin necesidad de hacer demasiado.
Puente para abrirnos al mundo
“El sometimiento ni siquiera es consciente de su sometimiento. Se figura que es muy libre. Sin necesidad de que lo obliguen desde afuera, se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que se está realizando. La libertad no se reprime, sino que se explota. El imperativo de ser feliz genera una presión que es más devastadora que el imperativo de ser obediente”.
El problema de la democracia paliativa frente al dolor, debe ser observado con atención por los sectores progresistas. El dolor y el fracaso se anulan por considerarse una contraparte aniquiladora. Esto es una argucia que oculta la esencia más más estimulante del ser humano: el sufrimiento. El dolor, decía Ernst Jünger, en un debate con Heidegger, “es uno de esos puentes con los que abrimos el mundo”. El sujeto contemporáneo le huye, lo evita, lo ignora. Vivimos en una sociedad de analgésicos. El dolor pasa a ser un tema de la medicina y no de la sociedad y del individuo. Dejarla en esa esfera impide que este se haga ‘lenguaje, e incluso crítica’.
El escritor y periodista vallecaucano Jair Villano, colaborador de, dice: “El dolor, a diferencia de lo que pregonan los optimistas, purifica. No hay tránsito importante en la vida que no esté salpicado por una experiencia dolorosa. El dolor hace sentir. El dolor deviene reflexivo. Pienso porque me duele, me duela porque pienso. El dolor intensifica la existencia. Siento dolor, luego existo”.
El poder elegante
“El dolor trae felicidad y la sostiene. Felicidad doliente no es un oxímoron. Toda intensidad es dolorosa. En la pasión se fusionan dolor y felicidad. La dicha profunda contiene un factor de sufrimiento”, precisa finalmente el autor vallecaucano.
“En el régimen neoliberal –dice el filósofo surcoreano- también el poder asume una forma positiva. Se vuelve elegante. A diferencia del represivo poder disciplinario, el poder elegante no duele. El poder se desvincula por completo del dolor. Se las arregla sin necesidad de ejercer ninguna represión. El poder elegante opera de forma seductora y permisiva. Como se hace pasar por libertad, es más invisible que el represivo poder disciplinario”.
El modelo funciona porque es atractivo. Pero más allá de la visión que tiene Byung-Chul Han, más allá de una sociedad paliativa, lo que intenta construir la burguesía reencauchada es una democracia paliativa. Lo que implica un gran reto y un desafío enorme en el debate ideológico con los sectores progresistas de la sociedad.