
Sindicatos rechazan modelo neoliberal que pretende arrasar con las pensiones de jubilación, el salario mínimo y flexibilizar las relaciones laborales
Ricardo Arenales
El pasado 12 de septiembre, Francia se vio afectada por una vigorosa manifestación, que se replicó en París y en otras 180 ciudades y poblaciones, respondiendo a un llamamiento de la poderosa Confederación General del Trabajo de Francia, CGT, del movimiento estudiantil y de una gama de partidos y organizaciones políticas de izquierda, contra el intento del presidente Emmanuel Macron de reformar el Código del Trabajo.
Según informó la central obrera al término de la jornada, en la capital participaron unas 60 mil personas y un total de 400 mil en todo el país. En Lyon salieron a la calle unos 6.000 manifestantes. Jornadas similares se registraron, algunas con enfrentamientos con la policía, en Nantes, Tolosa, Marsella, Montpellier, Niza y varias capitales provinciales.
Aunque no tuvo las dimensiones de una huelga general, como lo han hecho los sindicatos franceses en el pasado, en esta ocasión más de cien vuelos se tuvieron que cancelar en distintos aeropuertos y se registraron afectaciones laborales más fuertes en el sector público y en los ferrocarriles nacionales. El retraso en los servicios de trenes fue generalizado. En París, ante la actitud provocadora de la gendarmería (policía nacional), se produjeron choques con los manifestantes, con disparos de gases lacrimógenos, destrozos de algunos locales ante la reacción ciudadana y varios heridos.
Esta fue la primera gran jornada de los trabajadores del país galo contra la política económica y laboral del recién inaugurado mandato del presidente Emmanuel Macron, que pretende imponer un modelo neoliberal de flexibilización laboral.
Sin tomar en cuenta el parlamento
Según lo confirmó el ejecutivo, el presidente pretende aprobar por decreto, el próximo 22 de septiembre, su anunciada reforma al Código Laboral, con el pretexto de intentar reducir el desempleo, que se sitúa en una tasa del 9.5 por ciento y estimular la producción fabril. Pero la esencia de tal ‘estímulo’ al capital privado, se traduce en aumento de la edad de jubilación, del número de horas de trabajo y la reducción del costo de la mano de obra, es decir, rebaja en los salarios, disminución de aportes a educación, salud pública, jubilaciones; a indemnizaciones por despido, accidente de trabajo o enfermedad laboral y desmonte del régimen de asistencia social.
La reforma esconde otro objetivo, insinuado por Macron desde su campaña electoral: debilitar al máximo los sindicatos e imponer la precariedad laboral, es decir, desarticular todo un régimen de protección social conquistado por los sindicatos franceses desde la segunda guerra mundial. El intento de debilitar el frente sindical ha sido logrado en parte, pues mediante el ofrecimiento de gabelas, una parte del movimiento sindical no participó en la jornada del martes 12.
Lo que sí se dio fue una jornada similar, dos días después, esta vez organizada por sectores políticos de oposición y de izquierda, que rechazan el modelo económico de Macron. Al frente de la jornada estuvo el movimiento Francia Insumisa, del líder de izquierda Jean-Luc Melenchon, pero no es saludable que el movimiento obrero y los sectores de izquierda se hubieran manifestado por separado, debilitando la resistencia a la reforma neoliberal de Macron.