Entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019, el número de personas sin trabajo se incrementó en 237.000, es decir, este año hay 9,5% más de personas en estado de desocupación
Carlos Fernández
Más de un analista se sorprendió cuando, ante la difusión de las cifras sobre empleo y desempleo al finalizar mayo, el ministro de Hacienda Carrasquilla señaló que «yo personalmente no entiendo a cabalidad qué es lo que sucedió, ni cuáles son las mejores medidas que podamos tomar para corregir esta dinámica.» Si esto lo dice el máximo responsable de la política económica del Gobierno, podremos entender el estado de tensión entre los hacedores y ejecutores de políticas públicas que tienen que ver, directamente, con el manejo económico.
Ya el DANE publicó las estadísticas correspondientes para el mes de junio, que hicieron decir a más de uno que había una buena noticia: que la cifra de desempleo desestacionalizada, es decir, corregida de los factores particulares de cada época del año, significaba un cambio de tendencia respecto al promedio semestral en el comportamiento del desempleo observado desde 2014.
Los datos estructurales
Al comparar los datos del desempleo para el primer semestre de 2018 y 2019, es decir, más allá de la coyuntura mensual, nos encontramos con la siguiente situación:
- En promedio, entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019, el número de personas desempleadas se incrementó en 237.000, esto es, este año hay 9,5% más de personas desempleadas.
- Por su parte, el número de personas ocupadas descendió, en las fechas indicadas, en 125.000 personas, o sea, este año había, al finalizar junio, 0,6% menos de personas con empleo respecto a 2018.
- La anterior situación se presenta en momentos en que aumenta la fuerza de trabajo, denominada población económicamente activa, pero disminuye la tasa general de participación, valga decir, que disminuye la proporción de población económicamente activa sobre la población en edad de trabajar. Esto puede obedecer a diversos factores relacionados con el comportamiento de la población económicamente inactiva.
- Se denomina población económicamente inactiva a aquella parte de la población en edad de trabajar que no está ocupada ni está buscando ocuparse en un empleo que le genere ingresos. Entre los inactivos, encontramos a los que no necesitan trabajar (rentistas), a los estudiantes (no se mide la proporción de la gente que estudia y trabaja), a los pensionados (no se mide la proporción de pensionados que mantienen una actividad económica remunerada), a las amas de casa (el DANE no ha incorporado aún en su batería de conceptos la noción de economía del cuidado que, si bien implica actividades que no generan una remuneración, genera las condiciones para que otros miembros de la familia generen ingresos que, junto con las actividades domésticas no remuneradas, permiten la reproducción de la fuerza de trabajo).
- Un segmento importante de la población económicamente inactiva está constituido por lo que el mismo DANE denomina población inactiva desalentada, es decir, aquellas personas que desistieron de buscar empleo ante la dificultad de conseguirlo o por otras razones que las sacan del mercado laboral.
Las anteriores consideraciones, unidas a las proyecciones de crecimiento de la economía que presentan niveles esperados de crecimiento bastante pesimistas, son las que están detrás de las discusiones, ya acalladas, entre el gerente del Banco de la República y funcionarios gubernamentales acerca de si estamos ad portas de una situación de recesión, ante la cual, como dijo el ministro Carrasquilla, no tiene el Gobierno medidas para tomar, de manera que haya una reactivación económica en el corto plazo. La sola economía naranja, marginal dentro del conjunto de la estructura económica, no va a ser la que dirija un proceso de dinamización de la economía que saque al país del atolladero crítico en que se encuentra.
Empleo y estructura productiva
En lo que tiene que ver con el comportamiento del mercado laboral en el nivel sectorial, encontramos que la situación de crisis se mantiene, en general, y se profundiza en el caso de algunos sectores claves para cualquier economía. Las cifras a este respecto las presenta el DANE en series desestacionalizadas, tal como se definieron más atrás, y como promedios móviles trimestrales. Para nuestro análisis, tomamos los promedios móviles (es decir, que con cada nueva cifra, se calcula el promedio eliminando un dato anterior y añadiendo el dato más reciente) correspondientes al trimestre abril-junio de 2018 y 2019.
Bajo esta óptica, la situación es alarmante. Entre los dos trimestres comparados, se encuentra que el desempleo aumentó más que proporcionalmente al aumento del desempleo de las cifras sin desestacionalizar: en 2019, había 363.000 más personas desocupadas respecto al año anterior.
Por sectores, el aumento del desempleo afectó, fundamentalmente, al sector agrario (188.000 ocupados menos), a las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (125.000), a la industria manufacturera (108.000) y a otros sectores como comercio, hoteles y restaurantes, generación de bienes públicos (electricidad, gas y agua) y transporte, almacenamiento y comunicaciones. El caso del sector agrario es preocupante, toda vez que él constituye el primer punto del Acuerdo de Paz, cuya implementación está siendo escamoteada desde el propio gobierno de Santos, firmante del Acuerdo, pero mucho más ahora cuando se entronizó en el poder la fuerza que ha negado no sólo la necesidad del Acuerdo sino que, con perfidia, ha tratado de reducirlo a su más mínima expresión.
Este descenso en el número de personas ocupadas se vio compensado sólo en el sector de la construcción, intermediación financiera y servicios comunales, sociales y personales.
Como quien dice, no está el palo pa’ cucharas. Tal vez esto explique el reciente y sorpresivo viaje de Duque a China, con el que arriesga quién sabe qué clase de reacción de Trump, enzarzado como está en una guerra comercial con ese país. Amanecerá y veremos.