Deshielo en la nieve

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Aspecto de las justas olímpicas de invierno en Pyeongchang.

Por primera vez en mucho tiempo se registró un avance en las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur. Para la ceremonia de clausura, Estados Unidos anunció nuevas sanciones a Pyongyang y amenazó con un conflicto nuclear

Alberto Acevedo

Los Juegos Olímpicos de invierno que se realizaron en la provincia surcoreana de Pyeongchang, a pocos kilómetros de la súper militarizada frontera entre el norte y el sur, cerraron con  broche de oro el 25 de febrero, tras 17 días de competencia, en los que se consagraron veteranas estrellas del deporte sobre el hielo y marcó el ascenso de otras nuevas.

Noruega encabezó el medallero, con 14 preseas, superando a Alemania, que debió resignarse a un segundo puesto, y Canadá en el tercer lugar, con 11 oros. Las justas olímpicas de invierno de este año serán recordadas, no sólo por la calidad deportiva de sus participantes, sino por su importancia política en las relaciones entre las dos Coreas, cuyas delegaciones deportivas desfilaron bajo la misma bandera, en un signo de distención, que hacía mucho tiempo no se venía en la agitada península.

Como el agua y el aceite

En este sentido, otra estrella, que no descendió a las pistas de competencia, pero que se robó las miradas de los participantes, fue Kim Yo-jong, hermana del líder norcoreano Kim Yong-un, cuya presencia mostró la trascendencia que el vecino del norte dio no solo a las competencias deportivas sino a cualquier acercamiento político que pudiera darse entre las partes, inclusive insinuando la disposición de Pyongyang de iniciar conversaciones con Estados Unidos, en torno al espinoso problema del programa nuclear en la región.

El brillo que irradiaron estas figuras, contrastó con la presencia fría del vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, que no se conmovió ante los éxitos deportivos de los mejores del mundo, que no vibró ante las justas deportivas, que no musitó palabra ante los esfuerzos de los gobiernos del norte y del sur en ese escenario de fraternidad por normalizar sus accidentadas relaciones. Parecía un ente recién salido del taller de un taxidermista. Que en la ceremonia de clausura abrió sin embargo su bocaza, para proferir amenazas contra Corea del Norte, sin dejar de echar puyas contra su aliado del sur.

Estos resultados suponen un espaldarazo al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, quien propició el acercamiento entre las partes, pese a la incomodidad no disimilada por parte de la Casa Blanca. Su colega del Norte, Kim Yong-un agradeció públicamente  el buen recibiendo dado a su hermana y expresó su voluntad de ahondar en los lazos de amistad intercoreanos e invitó a su colega a visitar el país, en el momento que lo estime conveniente.

Al ramo de olivo que se ofrecieron las dos naciones coreanas, Washington respondió con el anuncio de una “presión extrema” contra el gobierno de Kim Yong-un y anunció castigos financieros contra 27 compañías navieras, y 28 buques mercantes, las sanciones más duras impuestas hasta ahora a empresas que comercian con Corea del Norte, en un esfuerzo por reducir sus fuentes de ingresos y de petróleo, para debilitar su programa nuclear y su ejército.