“Bogotá Mejor para Todos”, un declive acelerado en el bienestar de la población bogotana
Jenny Maria Solis Roa
@Jemasolis
La llegada de la “Bogotá Mejor para Todos”, precedida por el alcalde Enrique Peñalosa, ha representado para la capital del país, lo que ya se temía y se advirtió desde los sectores alternativos: un declive en términos sociales de los más acelerados en los últimos años, que ha implicado el desmonte de políticas sociales claves para garantizar la calidad y dignidad de la vida de la población bogotana.
Son muchos los sectores que se han visto afectados negativamente por la arremetida neoliberal del burgomaestre, sin embargo, uno de los más visibles y perceptibles por los y las bogotanas, es el relacionado con la calidad del aire, la contaminación y por tanto, la afectación ambiental sin precedentes en la ciudad de Bogotá. El desmonte del Programa Basura Cero del gobierno de la Bogotá Humana, que además de ser una apuesta por hacer público el servicio de aseo en la ciudad; mejora las condiciones de dignidad laboral para los recicladores; la eliminación de los vehículos de transporte animal, contemplaba, entre otros proyectos, el manejo de residuos sólidos, orgánicos e inorgánicos, todo un plan de reciclaje para disminuir el uso de los botaderos como el de Doña Juana y así apostarle al mejoramiento de los niveles de contaminación en la ciudad y la protección del medio ambiente, intención materializada y reconocida tanto a nivel nacional como internacional.
Tala de árboles indiscriminada
Varias son las razones por las cuales la ciudad ha vivido ya la tercera alerta por “mala calidad del aire” lo que semánticamente, ya es un despropósito. Por una parte, y como los hechos más recientes lo evidencian, el alcalde de la capital, ha emprendido una tala irracional de árboles, aduciendo que están enfermos y por tanto, pueden a futuro presentar dificultades a la ciudadanía. Sin embargo, la realidad concreta es que ha talado una cantidad considerable de árboles, en contra de las comunidades, espacios que por años han sido el pulmón en muchas localidades y, por si fuera poco, a quienes han decidido manifestarse frente a este abuso autoritario, irracional y mediado por intereses económicos, han recibido como respuesta de la Alcaldía Mayor, la fuerza desmedida del Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad.
Un modelo privado de transporte basado en el diésel
Otra de las causas del desastre ambiental que presenta la capital del país, tiene que ver con la insistencia, otra vez, mediada por intereses económicos de la Alcaldía, en sostener por años el sistema masivo de transporte Transmilenio S.A, modelo de transporte que ha demostrado ser indigno, altamente nocivo para el ambiente y la salud mental para los usuarios, e ineficiente para el tipo y el tamaño de la ciudad que es Bogotá. Los intereses del sector privado, pues es bueno recordar, que a pesar de que le dicen “transporte público”, realmente, los buses y el manejo del Transmilenio le pertenecen a sectores privados en su mayoría, y sólo una porción de la torta le corresponde a la ciudad, algo así, como el 5% del ingreso total, va al erario público capitalino, lo que es una afrenta y un engaño disfrazado de progreso y desarrollo a la europea.
La última adquisición del alcalde, los buses Euro 5, sacados de circulación en países de Europa por confirmarse que generan daños graves en la salud, pues se evidenció que pueden causar cáncer por sus altos niveles de diésel, hablan del carácter del alcalde, que más parece un mercader sin escrúpulos, pues sus decisiones nada tienen que ver con los intereses colectivos o con los consensos necesarios para la gobernanza de la ciudad capital, caracterizada históricamente por ser una ciudad de avanzada en términos del debate democrático.
Ecosistemas amenazados por la voraz privatizadora
Por si fuera poco, el alcalde ha insistido en urbanizar la Reserva Thomas Van Der Hammen, un espacio de riqueza natural incomparable, en flora y fauna, y corredor acuífero estratégico para la ciudad. Lo anterior, como resultado de su limitación crítica y visión obtusa frente a una realidad mundial sin precedentes que amenaza la existencia misma de la humanidad, sumado a la prepotencia de una clase dirigente que ha demostrado su incapacidad de gobernar para las mayorías y de direccionar el país hacia un verdadero desarrollo social, que tenga en cuenta no solo a las comunidades sino a la riqueza natural que posee Bogotá, que cuenta además, con el páramo más grande del mundo, protegido hasta el día de hoy, por la organización comunitaria y campesina de la región y no por la gestión institucional del distrito.
El POT (Plan de Ordenamiento Territorial) de la actual administración, tiene entre sus proyectos a mediano plazo, la eliminación de la noción de la EPP (Estructura Ecológica Principal), figura que garantiza la conservación de ecosistemas con biodiversidad como la Van Der Hammen, los Cerros Orientales, y el mismo río Bogotá y los humedales que le rodean. Si se permite tal agresión a la vida ambiental y social de Bogotá, la ciudad habrá de perder más de riqueza natural, pues los ecosistemas dependen los unos de los otros, afectar uno sólo de ellos implica un desequilibrio en el ambiente que traerá consecuencias irreversibles para las y los capitalinos y habitantes de la ciudad, es imperativo exigir que el reordenamiento territorial, se de alrededor del agua y con la anuencia de las comunidades, para garantizar con esto, la conservación de la biodiversidad y la preservación de los múltiples ecosistemas con que cuenta la ciudad.
No cabe duda, que la actual administración de la ciudad es una amenaza latente para la conservación y preservación del medio ambiente, la vida digna y la pluralidad política, su carácter privatizador, antisocial y arribista, digna de un modelo demoledor e inhumano como el neoliberalismo, merece el rechazo social y político de los sectores alternativos y las comunidades consientes de la importancia de transformar el mundo, a partir de la protección al medio ambiente. Una población activa en las calles, decidida a recuperar los espacios de participación y deliberación de las políticas sociales, una comunidad de frente a fortalecer el poder popular y local y la decisión soberana ahora sí, de recuperar Bogotá como capital de la paz, es el único camino para pasar esta bochornosa y mediocre página del segundo desgobierno de Peñalosa en la capital.