El pasado lunes se dio fin, en Nueva York, y con la presencia de más de 90 jefes de Estado, a los debates de alto nivel del 74° periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU. La consigna en esta ocasión era: “Impulsar los esfuerzos multilaterales para la erradicación de la pobreza, la calidad de la educación, la acción contra el cambio climático y la inclusión”.
La cumbre se instaló bajo la presidencia del nigeriano Tijjani Muhammad-Bande y se abrió el debate con la intervención del primer mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, quien recibió después fuertes cuestionamientos por parte de la prensa, ante sus polémicas posturas de abierta xenofobia y misoginia. A esto se suman sus opiniones acerca de la crisis medioambiental, que apuntan a favorecer la mercantilización de la vasta riqueza natural hallada en el territorio que gobierna, al punto de negar la catástrofe debido a los fuertes incendios, que afectaron la Amazonía. Consideró, además, dichos sucesos como parte de una campaña de desprestigio de ONGs y algunos medios de comunicación.
Preocupa que en la agenda de los países más poderosos el medio ambiente parece no tener importancia, pues se distancian de los propósitos de la “Cumbre sobre el cambio climático”, convocada en el marco de la asamblea por el secretario general de la ONU, António Guterres. Más allá de los discursos, el evento deja constancia de la urgencia de compromisos y acciones concretas por parte de los Estados, para enfrentar, entre otros retos, la emisión de gases de efecto invernadero de los que Colombia es responsable del 0,4 % de todas las emisiones globales.
En su intervención, el presidente Iván Duque manifestó su supuesta preocupación por las consecuencias del cambio climático: “Estamos viendo cómo se destruyen nevados, glaciares. Cómo aumenta la erosión costera. Cómo se afecta a muchas comunidades. Cómo van aumentando los niveles del mar y, también, cómo se acentúan muchos desastres naturales”. Retórica que no corresponde con su gestión de gobierno, y más bien denota una maniobra para ganar el favor de la opinión pública. Además, con gesto vanidoso e hipócrita, dijo, sin ruborizarse, que: “Colombia no es parte del problema”.
Así mismo, no mencionó su obstinada decisión de explorar los recursos petroleros por la vía del fracking en el país. Tampoco dio muestras de indignación, el mandatario, ante la arbitraria cancelación de la visa norteamericana al gobernador de Nariño, Camilo Romero, quien estaba invitado a la Cumbre para hablar sobre sustitución de cultivos en su departamento y el rechazo del uso de glifosato ante sus ya probados efectos contra la salud pública.
Sería ingenuo pensar que la prioridad de Duque es el compromiso de articularse con el plan estratégico de defensa medioambiental que se propone en los Acuerdos de París (2015), máxime cuando ni siquiera ha tenido la altura para comprometerse con los Acuerdos de Paz en Colombia. Lo evidente es que el eje temático de la agenda de Duque era Venezuela, sirviendo, como de costumbre, a los dictados de la Casa Blanca.
Mientras Trump aprovechaba la tribuna de la Asamblea para hacer campaña reeleccionista; otros serviles dignatarios, como el presidente colombiano, arremetían contra el hermano país en la pretendida idea de extender un “cerco diplomático”, que obligue al legítimo mandatario Nicolás Maduro a dejar el poder. Es claro que este discurso se viene agotando y perdiendo relevancia, y, quienes antes le creían, dejan cada vez más solo a Iván Duque.
Lejos de representar los intereses del pueblo colombiano, el presidente de la República ofició como portador de recados y sacó de debajo de su manga un dossier de 128 páginas, en el cual, supuestamente, demostraría la complicidad del Gobierno de Venezuela con estructuras insurgentes colombianas. La historia de las falsas fotografías enfrentada a la contundente intervención de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, quien aportó verdaderas pruebas de los oscuros nexos del diputado Juan Guaidó con paramilitares colombianos, y su afable relación con autoridades colombianas, sumieron en el descrédito a las palabras de Duque.
Solo resta conocer los pormenores de la reunión que posteriormente fue precedida por Donald Trump, donde asistieron, tanto Iván Duque, como otros dignatarios suramericanos. Encuentro en el cual, seguramente, nuestro presidente recibió nuevas instrucciones o, ¿por qué no?, un regaño.