Ricardo Arenales
El actual gobierno de Hungría, liderado por el ultraconservador Víctor Orbán, respaldado a su vez por una coalición de fuerzas de tipo nacionalista, homofóbicas y xenófobas, trabaja para reinstalar en esa antigua nación socialista, las anteriores tradiciones nacionalistas y fascistas.
Para ello ha emprendido una campaña rabiosa, que incluye el derribamiento de las estatuas que hacen honor a antiguos héroes de la patria, que contribuyeron a la emancipación de los trabajadores, los campesinos y el pueblo; en lugar de estos, coloca monumentos que glorifican a antisemitas y colaboradores nazis, en tiempos de la ocupación alemana sobre Europa.
En su empeño revanchista, el régimen de Orbán ha puesto sobre la mira, como objetivos de retaliación, a inmigrantes, gitanos, musulmanes, judíos, liberales progresistas, comunistas y socialistas. Su visión macartista la extiende a todo aquel que considere “extraño”. El gobernante ha reclamado para sí, el derecho a impedir el ingreso de refugiados musulmanes, y el lunes de la semana pasada expulsó a un grupo de diplomáticos rusos, atendiendo un requerimiento de la administración Trump, en protesta por el pretendido envenenamiento de un exespía ruso, en territorio británico.
Digitalizar para el olvido
Este gobierno, el pasado 2 de marzo en la noche, notificó, a través de la Academia Húngara de Ciencias, AHC, la intención de confiscar toda la colección de manuscritos y la correspondencia del gran pensador marxista de ese país, Gyorgy Lukács. De hecho, al día siguiente, funcionarios de la AHC inspeccionaron el material histórico, que reposa en el Archivo Lukács de Budapest, que dirige Miklós Mesterházi.
El pretexto para tal petición es la intención de ‘digitalizar’ el material, con fines de ‘integridad académica’. Pero en medio de semejante coyuntura política, ha dicho el director del Archivo, resulta cuando menos sospechosa esta petición. La misma Academia ha venido despidiendo a sus mejores pensadores, por lo que importantes proyectos de investigación y de publicación de textos, se encuentran paralizados.
Además, mucha parte de la obra de Lukács no ha sido publicada, y se encuentra por estudiar. Por ello resulta inocuo pensar que se vaya a trasladar con el propósito de una “integridad académica”, que no va a servir a los intereses de la investigación social.
Cien años después
El local donde reposa el archivo, es una respetable institución de investigación marxista, a orillas del Danubio. Allí trabajó Lukács desde 1945, hasta su muerte en 1971. Aún se trabaja en la selección y clasificación de apuntes que hasta ahora han permanecido inéditos o son incomprendidos. Cien años después de su nacimiento, todavía se discute para qué sirvió el realismo de Lukács.
Las circunstancias en que escribió su monumental Estética, o su Teoría de la novela, o su polémica Historia y conciencia de clase, que el propio autor se opuso a su publicación, al menos durante unos años después de concluida. O sus contradicciones con el régimen de Stalin y de Zinoviev. Sus acercamientos con el gobierno soviético de la posguerra. Las propias rectificaciones autocríticas de Lukács después de su encuentro con la obra de Marx, Manuscritos económicos y filosóficos, publicada en 1844. En fin, facetas de un trabajo científico, que hoy peligran bajo las pretensiones de la actual administración conservadora de Hungría.