El diablo está en los detalles

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Después de casi 70 años de tensiones políticas, el mundo vio por primera vez un apretón de manos entre un mandatario norteamericano y uno de Corea del Norte.

Trump y sus asesores indicaron horas antes del encuentro, que buscarían un compromiso “verificable” e “irreversible” en torno a lo pactado con Corea del Norte, términos que no quedaron consignados en el texto del acuerdo

Alberto Acevedo

“No hay nada que Corea del Norte no pueda alcanzar, cuando deje su programa nuclear”. Con estas palabras, en un tono extrañamente sonriente y triunfalista, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se dirigió a los numerosos periodistas asistentes a la sala de eventos del lujoso hotel Capella, de Singapur, al concluir cuatro horas de conversaciones con el líder norcoreano, Kim Jong-un.

Las premonitorias palabras del presidente norteamericano, tienen una buena dosis de zanahoria, pero también de garrote. Y ponen sobre la mesa un tema crucial, que no quedó plasmando en el acuerdo de cuatro puntos suscrito unos instantes antes por los dos mandatarios más controvertidos en la política internacional en las últimas semanas.

Se trata del concepto de la desnuclearización de la península coreana, asunto del cual el planeta ha estado pendiente. Para el líder norcoreano, la desnuclearización implica no sólo revertir el programa nuclear de su país, sino el desmonte de las bases militares norteamericanas que rodean la península, sobre todo en Corea del Sur, desactivar los operativos militares conjuntos de tropas norteamericanas y de sus aliados, la reducción de esas tropas y, sobre todo, la seguridad en materia nuclear y militar para Pyongyang.

Estrategia contra China

La visión del mandatario norteamericano es diferente. Trump habla del desmonte inmediato del programa nuclear de Corea del Norte, un concepto más limitado, que no incluye el retiro de tropas ni del arsenal norteamericano en una región donde ahora, el objetivo geoestratégico es la lucha contra la influencia cada vez mayor de China, a la que considera su enemigo prioritario.

Y el garrote va implícito en la advertencia de que mientras no suceda tal desnuclearización de Corea del Norte, no habrá ningún tipo de ayuda económica, ni se levantarán las duras sanciones impuestas no sólo por Estados Unidos sino por las Naciones Unidas y un  conjunto de países asiáticos y europeos.

No obstante, tanto los dos mandatarios protagonistas de la cumbre de Singapur, como numerosos analistas internacionales, coincidieron en calificar de “histórica” la cita, varias veces aplazada, y antecedida de cruces de insultos y amenazas, que hicieron pensar que que nunca se podría realizar.

Mal paga el diablo a quien…

“Estamos preparados para comenzar una nueva historia y escribir un nuevo capítulo entre nuestras naciones”, dijo Trump, y destacó el “tremendo potencial” de Corea del Norte. “El pasado no tiene que definir el futuro”, puntualizó, y agregó que “la historia ha demostrado en repetidas ocasiones que los enemigos pueden llegar a ser amigos”.

Contrario a lo que piensa el titular del despacho oval de la Casa Blanca, la historia sí pesa, y mucho. Sus asesores le recordaron, en la antesala de la cumbre, a Kim Jong-un que su destino podría ser el del gobernante libio, que suscribió un acuerdo de desnuclearización con  Estados Unidos y después fue derrocado y asesinado, en un operativo en el que estuvieron involucradas tropas de la CIA y la OTAN.

Y están frescas las maniobras de Washington de desconocer el acuerdo suscrito por varias potencias occidentales con Irán, sobre el desmonte de su programa nuclear defensivo. La Casa Blanca se compromete, cuando quiere o le conviene, y deshace lo pactado cuando no, en dependencia de sus intereses militares y estratégicos.

Esta actitud hace pensar a muchos observadores, que Estados Unidos no se va a retirar de la península coreana, ni de la región asiática, donde tiene intereses expansionistas, donde quiere ampliar la influencia de la OTAN e intenta contener la creciente influencia de China y Rusia.

Distensión

Es en este escenario donde surgen numerosos interrogantes alrededor del acuerdo suscrito entre Trump y Kim en el recinto turístico de Singapur. Trump y sus asesores indicaron horas antes del encuentro, que buscarían un compromiso “verificable” e “irreversible” en torno a lo pactado con Corea del Norte. Sin embargo, ninguno de los dos términos quedó consignado en el texto del acuerdo.

Ya se sabe, que sectores de mucho peso en la política norteamericana, tanto demócratas como republicanos, no comparten la euforia de Trump y van a pedirle cuentas en torno a los alcances de su visita al continente asiático. Y seguramente, Kim Jong-un tendrá que hacer lo mismo con las direcciones del partido y del Estado en su país. Y en ambos casos, van a pesar, desde luego, las opiniones de los aliados de una y otra nación.

Entre tanto, hay que rescatar el acuerdo de los dos gobernantes de mantener un ciclo de conversaciones permanentes para complementar lo acordado, con el compromiso mutuo de que Kim Jong-un sería invitado a Washington, y Trump a Pyongyang.