Cuba una vez más obtuvo una resonante victoria en su lucha contra el imperialismo. Ahora los latinoamericanos apoyamos a la nación hermana para derrotar el embargo.
José Ramón Llanos
La prepotencia del imperialismo norteamericano, que soñó con derrotar la Revolución cubana, no tuvo en cuenta que el pueblo de la isla de la Libertad, con su valentía y elevada dignidad, es invencible. Como lo intuyó el apóstol José Martí. Como hay otros gobiernos de América que no tienen dignidad, Cuba tiene una dignidad de tal naturaleza que compensa la carencia de esas naciones que no tienen ninguna.
Respecto a la valentía de los cubanos nos hablan los hechos heroicos consumados por los mambises a lo largo del siglo XIX, en las distintas batallas de las múltiples guerras contra España para liberarse de ese oprobioso yugo. No solo las acciones de los comandantes Antonio Maceo y Máximo Gómez y las centenas de luchadores que ofrendaron sus bienes y vidas en aras de la libertad e independencia de la patria. Sino también la decisión de José Martí, de poner su vida en peligro para evitar que el imperialismo se lanzara sobre el Caribe y pusiera en peligro la integridad de América Latina.
El mismo Martí en su última carta lo dijo: “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.
Sin embargo, el gobierno estadounidense creyó posible, con el bloqueo económico, con la ruptura de relaciones diplomáticas, y aun con acciones terroristas, financiadas por los gobiernos norteamericanos y llevadas a cabo por delincuentes, que fueron protegidos y ocultados en territorios de la nación de Lincoln. Recuérdese, por ejemplo, a Posada Carriles, quien destruyó un avión en vuelo, donde viajaban destacados deportistas isleños.
Ni las amenazas, ni la privación de fármacos para evitar la muerte de bebés y niños, ni la más calumniosa propaganda negra contra la Revolución de Cuba -incluso algunos periódicos colombianos, actuando como prensa mercenaria, prestaron sus páginas para publicar esos mensajes mentirosos-, pudieron mellar el baluarte invencible de la dignidad y valentía de Fidel Castro y el pueblo antillano.
Las repetidas derrotas diplomáticas en la Organización de las Naciones Unidas y en otros foros democráticos; el apoyo de todos los pueblos del mundo; las acciones solidarias del Mercosur, del ALBA y sobre todo la inquebrantable voluntad de vencer del Partido Comunista y del pueblo cubano, han doblegado el orgullo imperial gringo. Finalmente el presidente Obama no solo tuvo que reanudar las relaciones diplomáticas con la mayor de las Antillas, sino que, además, tuvo que liberar los tres héroes cubanos injustamente acusados de espionaje, que continuaban en cárceles de Norteamérica. Cuba una vez más obtuvo una resonante victoria en su lucha contra el imperialismo. Ahora los latinoamericanos apoyamos a la nación hermana para derrotar el embargo.