
En un análisis comparativo y de contextualización de la realidad latinoamericana, tomando las novelas Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar e Innombrable de Daniel Mendoza Leal, se encuentran las claves del ejercicio del poder que ha devastado a nuestras sociedades
Manuel Giraldo-Magil
Con 12 años de diferencia se publican dos novelas colombianas cuyo protagonista es un siniestro personaje que durante toda su vida delinque con total impunidad, aupado y controlando los carteles del narcotráfico. Es hábil el tratamiento narrativo de un tema escabroso, como lo es el histórico contemporáneo colombiano, logranndo reflejar la analogía y el distanciamiento que se requiere al analizar los hechos a través de la ficción en una democracia víctima del narcoparamilitarismo.
Varo y Del Pito
No en vano, una de ellas fue la novela ganadora del Premio Herralde 2010. Tres ataúdes blancos, de Antonio Ungar, percibe un acercamiento a la historia inmediata donde consigue mostrar en su crueldad al tirano Del Pito y su gobierno, el presidente de Miranda, una república bananera gobernada por un genocida; elimina la oposición, como lo hace con Pedro Akira, cuando este es ultimado en un restaurante, su cara cae dentro de los canelones que se estaba comiendo.
Así es como mantienen las democracias en Occidente, descalificar o eliminar al contradictor en la política es una práctica y está de moda. El reciente asesinato del candidato Fernando Villavicencio y la persecución al expresidente Rafael Correa, ambos hechos en Ecuador, es la evidencia del cambio inminente en América Latina. También tenemos el ejemplo de lo que está ocurriendo en Perú, donde el presidente constitucional Pedro Castillo permanece en prisión mientras la usurpadora Dina Boluarte gobierna, con la complacencia de un Congreso corrupto que legisla.
La otra novela es Innombrable, de Daniel Mendoza Leal, el guionista y codirector de la serie Matarife. El libro desenmascara la podredumbre de cuanto ha sido la vida del protagonista que motiva y es el argumento analógico de una realidad, donde los tentáculos del narcotráfico llegaron a gobernar en Colombia. Es una narración audaz en el tratamiento del tema, siendo Varo, el personaje de la serie Matarife, aunque en la novela el narrador desentraña la indolencia del personaje.
En Innombrable, Mendoza Leal consigue documentar uno de las más de muchos episodios que ha sufrido el pueblo colombiano durante décadas. La masacre de La Aurora evidencia el funcionamiento del paramilitarismo. El personaje de Varo, es el Innombrable cuyo historial delictivo no tiene parangón en la historia del país ni del mundo, e igual ocurre con su excelencia Del Pito, en Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar.
Personajes dictatoriales
Es coincidencia histórica en cuanto al tema y el personaje, un Innombrable que gobernó Colombia, el mentor del fascismo criollo encarnado en sus huestes paramilitares.
De ahí el título de la novela de Daniel Mendoza, que desde la ficción aborda a un personaje histórico contemporáneo, que a manera de documental es lo que sustenta legalmente a la serie Matarife, cuyo éxito es el protagonista, quien, con su política de odio y miedo, ha pretendido censurar la serie sin conseguirlo.
La película, próxima a estrenarse, esclarecerá aún más los nexos existentes entre la clase política tradicional y los carteles del narcotráfico, la connivencia es tanta que posiblemente fue un acuerdo para desaparecer cualquier vestigio, la quema de los archivos y del Palacio de Justicia, dejando sin juridicidad ni sustentación posible de los nexos existentes desde entonces, entre este genocida con los carteles del narcoparamilitarismo que financian sus campañas políticas.
En su momento, en el siglo XX sucedió algo similar en la literatura latinoamericana, cuando tres escritores coinciden en el tema de los personajes dictadores. Novelas como Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez y El Recurso del Método de Alejo Carpentier, obras que quizás emulan al Tirano Banderas de Ramón del Valle Inclán y El señor presidente de Miguel Ángel Asturias.
En el caso de las novelas de Antonio Ungar y Daniel Mendoza Leal, ambas hacen uso del recurso de la sátira. En Tres ataúdes blancos, quien suplanta al candidato asesinado, por su parecido, también es perseguido cuando opta por no prestarse más al juego de la suplantación y asumir el personaje, el homónimo que permite desvariar acerca de los hechos, más cuando es un tema en el que está en juego la vida y la verdad histórica que compromete a quienes participan.
Estas dos novelas se suman al ‘destape’ que viene ocurriendo hace unos años con algunos escritores colombianos, que optaron por desmarcarse del Establecimiento, comprometiendo su obra denunciando la descomposición y corrupción en la clase política tradicional, que hasta hace poco eran gobierno, evitando de este modo entrar a competir en la pasarela mediática, del arte banal y comercial sin trascendencia literaria ni histórica.
El principal victimario
Innombrable es una novela de ficción basada en hechos históricos, como aclara su autor Daniel Mendoza. Logra el sincretismo de lo histórico con la ficción literaria, cuyo argumento narrativo es adentrase en la psiquis del poder, que hasta hace pocos años eran los intocables. Una asociación para delinquir a la que difícilmente la justicia podía investigar, porque los tenían cooptados con coimas y otros estímulos que en la práctica habían perforado gran parte de las instituciones del Estado, cuando no silenciarlos con la presión de montajes judiciales e incluso la amenaza o la acción directa contra su vida, razón por la que Innombrable y Tres ataúdes blancos son dos radiografías históricas cuyos argumentos abordan a ese siniestro genocida que sigue delinquiendo con total impunidad, llega al cinismo de reconocer como él dio la orden de los “falsos positivos”, o eliminar testigos de los más de 200 procesos de investigación abiertos en su contra.
El final en las dos novelas coincide en mostrar un personaje, al que le atemoriza que el autor lo desaparezca de la ficción, razón por la que trata de ocultar su accionar criminal, sin embargo, por donde va, lo confrontan como el delincuente que es.
Realidad o ficción, en estas novelas los autores parten del realismo histórico, desenmascaran ante el lector a un personaje cuya capacidad de crueldad no tiene límites. Si bien le aterroriza pensar que ese poder e impunidad llega a su final, la justicia está más cerca de la cruenta verdad de la que él es el principal victimario.