La falta de conectividad, de herramientas tecnológicas para todos y de preparación pedagógica de los docentes para el uso de TIC están entre las grandes dificultades de la educación durante el confinamiento. Deserción, problemas psicológicos y ausencia de socialización, entre los retos venideros. Una mirada desde los docentes
Redacción Laboral
“Buenas tardes profe, lo que pasa es que el anexo cinco no lo tenemos, entonces cómo haríamos ahí donde dice ‘colorea la figura y el vestuario de María, recorta y vístela’. No sabemos cómo hacer, ¿toca dibujarla o qué?”, le pregunta en mensaje de voz de Whatsapp la madre de una niña de preescolar a la profesora Luz Helena Benavides Sánchez, quien trabaja en una escuela primaria en la vereda Villa Nueva, en el municipio de Santa Rosa de Viterbo, Boyacá.
Es una escena que se repite a diario, pues la docente tiene la responsabilidad de educar a diez niños: tres de preescolar, uno de primero, uno de segundo, uno de tercero, dos de cuarto y dos de quinto bajo el modelo de escuela nueva, es decir, “…un modelo educativo dirigido, principalmente, a la escuela multigrado de las zonas rurales, caracterizadas por la alta dispersión de su población; por tal razón, en estas sedes educativas los niños y niñas de tres o más grados cuentan con un solo docente que orienta su proceso de aprendizaje”, según el Ministerio de Educación Nacional, MEN.
“En la escuela contamos con computadores y tabletas electrónicas, pero no hay conectividad. La idea era dar un computador por familia, pero igual, no tienen conectividad”, explica la profesora sobre las alternativas que debieron estudiar cuando a causa de la pandemia, de manera repentina no pudieron volver a los salones.
Desde que Luz Helena no pudo volver envía guías que diseña para que los niños las desarrollen. El rector, quien sí asiste a la institución, las imprime y espera a que los padres de los infantes vayan por ellas y las lleven a casa: “Las guías las diseñamos de acuerdo con el grado y sobre todas las materias, pero se está enfatizando en cuatro áreas fundamentales: español, matemáticas, sociales y naturales. Algunas las he enviado con un padre de familia que trabaja acá en Duitama”.
En el desarrollo de las tareas los niños tienen dudas que resuelven vía Whatsapp o con una llamada perdida que la profesora les regresa. La docente expresa que la actual situación ha sido difícil, sobre todo con los niños de preescolar y primero: “Porque es donde debe estar uno todo el tiempo con ellos, en el manejo de renglón, en cómo coger el lápiz, el coloreado, en fin, son muchas cosas que el padre no sabe o no tiene el tiempo ni la dedicación ni la paciencia ni conoce la metodología”.
Los niños están experimentando afecciones psicológicas no solo por el encierro, sino por el miedo a no cumplir, o a perder el año. Es el caso de un menor de una vereda de San Juan de Urabá, quien el pasado fin de semana intentó quitarse la vida pensando que iba a perder el año por no tener un computador en casa. La desesperación le llegó cuando no encontró entre sus familiares quien le prestara un ordenador para poder asistir a su sesión virtual de clase. Finalmente, la administración del municipio le entregó una tablet con acceso a internet y le dio acompañamiento psicológico.

Faltan herramientas
Juan David Aguilar Ariza es licenciado en Literatura e instructor de comunicación en carreras tecnológicas de administración, economía y finanzas en el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA. Sus sesiones de formación presencial eran de tres horas, dos diarias, con alrededor de 30 aprendices en cada ambiente de aprendizaje.
Comenta que ahora las clases virtuales le han permitido una mayor facilidad, aunque encuentra que el problema radica en que el Estado no le proporciona a los estudiantes las herramientas para recibir una clase.
“Tengo varios jóvenes que no cuentan con internet y deben ver cómo adelantarse. No todos los hogares tienen conectividad. En cuanto a la participación de los muchachos depende también de la didáctica del profesor, porque se distraen de la misma manera que si la clase fuera presencial. Nos hemos acostumbrado a creer que el estudiante está aprendiendo por el solo hecho de llegar a un lugar”, comenta el instructor.
Juan David explica que para muchos profesores la virtualidad es transformar lo que estaban haciendo, y eso para el colombiano es difícil, no solo en la forma sino en los contenidos. Hay que replantear el papel del profesor y en este caso es a través de las redes sociales y de la internet.
Más trabajo
Flor Janeth Lancheros es profesora de ética y valores humanos, en varios grados de secundaria en Bogotá. Encuentra dificultades para impartir formación porque -dice- el cambio fue muy brusco. “Tenía cursos de 42 estudiantes en promedio y el curso es con mucha participación. Los chicos ponen posiciones, se arman debates y se sacan conclusiones, entonces este proceso es muy difícil a nivel virtual porque nos limitamos a la pregunta – respuesta y valoración en correo electrónico. Además, tengo a cargo once cursos. Al hacer la multiplicación por cantidad de estudiantes, por cada guía de trabajo no presencial, el trabajo se multiplica mucho”.
Expresa que ahora debe trabajar más porque le exigen más guías que antes: “Piden el mismo ritmo de trabajo entregando el mismo número de guías, se aumenta el trabajo. Antes en una guía de un tema se gastaba uno tres clases, ahora el colegio exige una por semana”.

Sabe que entre sus estudiantes muchos no tienen internet, que otros sacan prestado el celular a vecinos para poder enviar trabajos, que muchos padres recargan el teléfono constantemente para que sus hijos envíen tareas: “Muchas veces mandan trabajos que no son legibles, por eso uno debe flexibilizar para mirar lo de la evaluación”.
Uno de los aspectos positivos que le encuentra a la educación virtual es la protección de la vida de niños, padres de familia y profesores contra el coronavirus: “Las escuelas no tienen las condiciones higiénicas para ingresar”.
Sin embargo, expresa que la escuela presencial “es un concierto de vida, donde los estudiantes tienen la oportunidad de ser, en la escuela se generan lazos afectivos y una empatía entre el profesor y el estudiante, en la escuela existe una complicidad, ellos nos enseñan y nosotros les enseñamos; cuando el profe está mal ellos se esfuerzan por sacarlo de su estado de ánimo. Una pantalla o un celular jamás van a reemplazar esto. Lo virtual es un compromiso que estamos haciendo. Hacemos lo posible por hacer acompañamiento socioafectivo, pero jamás es igual a la educación presencial”.
Hay que adaptarse
Por otra parte, en una maestría en la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá, ya es normal escuchar a sus estudiantes, antes de clases, decir de manera sarcástica que se preparan para la sesión que parece un podcast. Lo dicen porque a través de Zoom el docente se limita a compartir unas diapositivas y a leerlas durante tres horas. La formación se hace tediosa, aunque no lo era así cuando la recibían de manera presencial. Ante el problema de carácter pedagógico, algunos están pensando en no matricularse para el próximo semestre.
“¿Me escuchan?” “¿Se durmieron?”, son preguntas habituales que los profesores hacen para llamar la atención sobre lo que están diciendo, o verificar que todos sigan conectados y atentos. Más, cuando no ha habido una apropiación de didácticas para pasar sus acostumbradas sesiones a la modalidad virtual.
La profesora Victoria González Mantilla trabaja en la misma institución, aunque con estudiantes de pregrado en Comunicación Social y Periodismo. Encuentra más desventajas que ventajas en la educación virtual. Actualmente, trabaja mediante la plataforma Zoom con la que dice no tener problemas técnicos ni de conectividad, así como sus estudiantes.
“El hecho de no tener contacto directo con ellos es complicado porque al estar en un aula se crea un ambiente particular que facilita que las clases fluyan, que haya relaciones más cercanas, que sea más fácil explicarles y que ellos pregunten cosas”, indica la profesora.

Reconoce que, aunque la universidad cuenta con infraestructura para este tipo de formación, muchos profesores de edad no se preocupan por prepararse para las nuevas formas: “Dictar una clase por Zoom no significa que estemos haciendo la virtualidad como debe ser. La virtualidad tiene un montón de elementos que muchos desconocemos y no nos hemos preocupado por aprender. Hay resistencia de docentes porque muchos pensamos que como hacíamos las cosas estaba bien, entonces ¿para qué cambiar? Y como nadie se esperaba esta situación, este semestre será de transición en el que habrá muchos problemas, como estudiantes que consideran que no deben pagar una gran cantidad de dinero por estudiar de manera virtual, además, las universidades que no han invertido mucho en esta infraestructura se cuestionarán sobre qué hacer en adelante”.
No obstante, dice que las universidades deben saber que tienen responsabilidad en la formación de sus docentes y sus estudiantes, más cuando muchas de ellas presentan la virtualidad como una de sus riquezas.
Para la profesora Victoria González es importante hablar de herramientas y estrategias. Sobre el primer aspecto, dice que como docente no necesariamente deben tener estas en su hogar, porque al ingresar a una institución a trabajar, se supone que lo hacen para formación presencial. Al ser así, es la universidad la que tiene que solucionar esos inconvenientes.
“Debemos entender que hay que llegarles a los estudiantes de una mejor manera, concentrar su atención, y eso depende de un proyecto pedagógico que contemple todo eso, no solo del profesor que se debe sentar a ver cómo hace”, concluye la profesora Victoria González Mantilla.
Deserción será del 25%
Juan Carlos Solano es ingeniero de sistemas, magister en Tecnologías de la Información Aplicadas a la Educación y cuenta con estudios de doctorado en ciencias cognitivas. Aclara que la educación virtual solo es una de las metodologías de la educación a distancia.
Acerca de lo que sucede actualmente con la educación, comenta: “Hay profesores que, atendiendo a sus concepciones y modelos sobre los procesos educativos, están utilizando las tecnologías con una visión pedagógica de otro orden, no desde los tradicionales; se piensan posibilidades y están utilizando, hasta de manera simple los medios que tienen, para hacer cosas interesantes”.
Para el investigador, Zoom ofrece ventajas y su aprovechamiento depende del profesor, de sus dinámicas para los estudiantes. No hacerlo, puede generar problemas de deserción.
A propósito, las 32 universidades públicas del país temen una deserción masiva para el segundo semestre de 2020, debido al cambio en las metodologías y a la posible falta de dinero para cumplir con el pago de matrículas, pues la mayoría de estudiantes son de los estratos uno, dos y tres, los más afectados con la crisis económica.
“De los estratos uno y dos, el 60% no cuenta con acceso a internet y el 20% de los hogares tiene un computador de escritorio”, dijo a un medio de comunicación el líder estudiantil José Cárdenas. A su vez, Óscar Domínguez, director de la Asociación Colombiana de Universidades, comentó que en una encuesta de percepción adelantada con los rectores, se supo que habrá una deserción aproximada del 25% en el siguiente semestre.
Al volver al asunto de las ventajas y desventajas de la formación mediada por TIC, el profesor Juan Carlos Solano, explica: “Cuando el profesor está con sus estudiantes en el salón, la comunicación puede ser mejor en términos del uso de los lenguajes orales y corporales, que hacen que se regulen los procesos dentro de la dinámica de la clase, y mediarlo a través de una herramienta tecnológica implica que ya no hay esas posibilidades comunicativas tan directas y ajustadas al tiempo. Ahora, hay que ver eso para adecuarlo. Porque puede haber efectos de tipo emocional y cognitivo, lo que implica un mayor seguimiento por parte del docente para que haya mayor productividad de lo que hacen sus estudiantes”.
Al trabajar con las nuevas modalidades, debe haber un cambio en el rol de los estudiantes y de los profesores en cuanto a las formas de las clases. No puede ser el mismo de estar con un discurso frente a un tablero, sino de acompañar el aprendizaje: “Ahí entra la importancia del papel de los procesos y las actividades que diseña, por ejemplo, a través de guías. Aquí implica que el profesor piense muy bien de manera integrada sus objetivos, sus propósitos para cada momento, para cada módulo o unidad, dentro de un curso o una materia, y eso depende de la organización curricular de cada institución. Al estudiante le implica estar más atento para ser agente de los procesos, es decir, ser más responsable y tener mayor autonomía. Es un reto muy grande”, concluye el experto.
La realidad del sistema educativo se transforma de manera obligada y abrupta. Y como siempre, la ausencia del Estado se evidencia en que los sectores menos favorecidos son los más afectados. La comunidad educativa asiste a una transición para la que no está preparada desde el punto de vista pedagógico, pero tampoco desde lo tecnológico, que implica acceso, cobertura y calidad.
Es a los mismos entes que le dan vida a la escuela como espacio de formación, de pensamiento crítico, de creación y de transformación a quienes les corresponde exigir las condiciones para lograr adaptarse a las nuevas formas, que deben redundar en la democratización de la educación y la sociedad.

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