Hubo una época en el azaroso proceso político colombiano en que se confabularon los sectores más violentos de la extrema derecha. Un acontecimiento en la historia, inexplicablemente archivado, formuló las bases ideológicas de un proyecto nacional de corte autoritario que tomó el poder con Álvaro Uribe en 2002
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Este punto de inflexión no fue el 18 de abril de 1997 en el Nudo de Paramillo, escenario donde los distintos frentes narcoparamilitares del país conformarían el temerario y sanguinario ejército de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. En realidad, fue en el centro de Bogotá, dos años después del nacimiento del paramilitarismo moderno, en un banquete en el que empresarios y dirigentes políticos desagraviaron a dos generales destituidos.
La prensa extasiada habló del evento, pero hoy no existen registros digitales de ese jueves por la noche, fecha que para este redactor quedará en la historia como el día en que nació a nivel nacional el proyecto ideológico del uribismo.
‘El país que no se entrega’
El Salón Rojo del prestigioso Hotel Tequendama de Bogotá, espacio con una capacidad para albergar cerca de 1.500 personas, abrió sus puertas el 29 de abril de 1999 para un acto inusual. Días atrás, el presidente de la República Andrés Pastrana Arango había llamado a calificar servicios a dos generales del Ejército Nacional, Rito Alejo del Río y Fernando Millán, por sus presuntos nexos con el paramilitarismo.
Como respuesta, empresarios y dirigentes políticos de las regiones de Urabá y Antioquia organizaron un acto. El oferente principal fue Álvaro Uribe Vélez, quien un año y cuatro meses antes de la fecha había dejado la Gobernación de Antioquia. “Este es un homenaje y por supuesto una protesta”, exclamó con temple en aquella oportunidad.

de la Unión Patriótica en Urabá. Corporación Reiniciar (2007).
En sus épocas de gobernador, Uribe Vélez había bautizado a Rito Alejo del Río como el “pacificador” de Urabá. El cuestionado general dirigió entre 1995 y 1997 la siniestra Brigada XVII del Ejército Nacional con sede en Carepa, Antioquia.
Según el oferente, “el general del Río comprendió que a Urabá había llegado la hora de la paz, el Estado, la ciudadanía”. Las palabras vehementes que exaltaban al militar como un héroe de la patria, se predicaban en un atril que tenía un cartel con el lema ‘El país que no se entrega’.
Para los asistentes al evento, la acción indigna del presidente Andrés Pastrana era una concesión a la guerrilla de las Farc en medio del accidentado proceso de paz en el Caguán. Años después, no solo se comprobó los nexos del general Del Río con el paramilitarismo en el Urabá antioqueño y chocoano, sino se supo que la destitución había sido orientada por los Estados Unidos en el proceso de re-ingeniería militar que puso en marcha el Plan Colombia.
Junto a Uribe Vélez, la mesa directiva del evento estaba integrada por su número dos en la Gobernación, Pedro Juan Moreno Villa; el dirigente conservador Fernando Londoño Hoyos; el escritor Plinio Apuleyo Mendoza; el industrial Hernán Echavarría; el presidente del gremio ganadero Fedegán, Jorge Visbal Martelo; el presidente del gremio bananero Augura, Fernando Devis Morales; el desmovilizado del EPL, Mario Agudelo; y el presidente del sindicato de la industria del banano Sintrainagro, Guillermo Rivera.
“El aquelarre fascista”, fue el nombre con el que VOZ caracterizó aquel evento donde se congregó lo más granado de la extrema derecha colombiana finalizando el siglo XX.
Anticomunismo como imán
Aunque la historia determina que no fue este el verdadero lanzamiento de la campaña presidencial de Álvaro Uribe Vélez, sino el Congreso Ganadero del año 2000, lo que quedó en la retina de las 1.500 personas que asistieron al Salón Rojo del Hotel Tequendama, era que Colombia necesitaba un proyecto político nacional que defendiera la propiedad privada, el capital y la libre empresa, tal y como proclamaban las AUC con su proyecto armado que a sangre y fuego quería un país libre de subversión.
Más allá del llamado a calificar servicios de los generales Del Río y Millán, la protesta era por el valor simbólico que tenía Urabá. Comenzando la década de los noventa, se cosió una alianza por las alturas entre los partidos políticos tradicionales, los paramilitares de la casa Castaño, los empresarios bananeros, los ganaderos, la fuerza pública, la Iglesia y la desmovilizada guerrilla del EPL. El imán de esta variopinta unidad fue el anticomunismo.
Esta insólita alianza se desplegó bajo un proyecto con nombre propio: el “Plan Retorno”. El objetivo fue arrebatarle el poder político a la izquierda, que desde el nacimiento de la Unión Patriótica en 1985 venía siendo hegemonía en la región. Aunque el plan tuvo éxito también en el Meta, Norte de Santander y el Magdalena Medio, el de Urabá fue emblemático.

Las estrategias del “Plan Retorno” fueron suplantar y desconocer la legitimidad lograda por la UP con el voto popular; identificar al Partido Comunista y a la UP como responsables de la violencia y ser el brazo político de las Farc; judicializar a militantes y dirigentes comunistas; y eliminar sistemáticamente a las dirigencias y bases políticas de la izquierda en la región a partir del asesinato selectivo, las masacres y las desapariciones forzadas.
Con el exterminio y expulsión del Partido Comunista de Urabá en septiembre de 1996, donde 1.500 militantes y simpatizantes perderían la vida y miles más tuvieron que huir, el proyecto del Establecimiento urabaense proclamaría su victoria.
El para-Estado
La “pacificación” no demoró en generar consecuencias positivas para el Establecimiento. Los bananeros neutralizaron la lucha de los trabajadores, los empresarios antioqueños y extranjeros pudieron emprender la explotación de recursos naturales en la región, el paramilitarismo conquistó el territorio, los ganaderos despojaron las mejores tierras, los partidos tradicionales recuperaron el poder político, y el EPL se hizo al control del sindicato mayoritario.
Con la paz de los sepulcros, llegó el orden de la seguridad. Un modelo para-estatal que se convirtió en el orgullo de la coalición antisubversiva, cuya cara más visible sería el gobernador de Antioquia, que desde la institucionalidad estimuló la idea de una ciudadanía en armas con las cuestionadas Convivir, y que en Urabá se convirtieron en la base de la legalización de la estructura paramilitar.
Invocando la “pacificación” exitosa de Urabá, el 29 de abril de 1999 en el Tequendama, una nueva ideología política llamada uribismo, selló su alianza y se plantearon, bajo el modelo paraestatal, ser hegemonía a nivel nacional.
Llegaron a la Casa de Nariño con Álvaro Uribe Vélez el 7 de agosto de 2002. 17 años y cinco meses después, el fascismo y su Matarife siguen en el poder.

Fuentes
Cepeda, Iván & Rojas, Jorge (2008); A las puertas de El Uberrimo; Bogotá, Colombia; Ediciones Debate.
Vásquez Cruz, Luz Eugenia (2007); Historia de un genocidio: El exterminio de la Unión Patriótica en Urabá «El Plan Retorno»; Corporación Reiniciar; Bogotá, Colombia; Gente Nueva Editorial.
Rito Alejo Del Río: de “pacificador” a condenado. Artículo de Verdad Abierta. URL consultada el 3 de junio de 2020: https://verdadabierta.com/rito-alejo-del-rio-de-pacificador-a-condenado/
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