“Vamos a ser gobierno para resolver los problemas de la gente”, dijo Bernardo Jaramillo Ossa ante cerca de 7.000 asistentes, la mayoría obreros del cultivo industrial del banano, en el lanzamiento de su candidatura a la Presidencia el domingo 8 de octubre de 1989 en Apartadó, Antioquia.
El joven dirigente manizaleño continuó su discurso ante las multitudes que lo acompañaron en esa tarde calurosa en el Urabá antioqueño: “El pueblo quiere democracia; la UP cree en el diálogo para resolver los conflictos que tiene nuestra patria (…) Ni el pueblo, ni las fuerzas democráticas son culpables de la crisis nacional. Que la crisis la pague la oligarquía minoritaria que ha sumido a Colombia en el caos, la violencia y el desgobierno”.
A Bernardo lo asesinaron cinco meses después, pero sus ideas y el proyecto político que lideraba no perecieron ante las adversas circunstancias de guerra sucia y exterminio, tal y como lo planificaron los verdugos. Hoy el Partido Comunista y la Unión Patriótica no solo se encuentran vivos, sino que están plenamente vigentes en las luchas del pueblo por un nuevo porvenir.
Con este episodio de nuestra historia, reafirmamos que siempre hemos querido ser gobierno, aspiración que no parte de cero. Un acumulado histórico en el movimiento sindical, cívico, campesino, estudiantil, cultural, viviendista y por la paz en diversos territorios de la geografía nacional, así como militancias revolucionarias en todas las ciudades, han legado un trabajo popular y de masas que en diferentes momentos políticos se ha puesto a disposición de la unidad y de las transformaciones sociales.
Por eso no debemos vacilar ante el escenario que plantea el año 2022. La convergencia del Pacto Histórico se ubica como una verdadera alternativa en el actual momento político ante una realidad ineludible que abre una ventana de oportunidad: el proyecto del Establecimiento, hoy en manos de la extrema derecha, se encuentra desgastado y golpeado.
La crisis económica y social que agudizó la pandemia ha dejado en evidencia cómo la clase dominante priorizó salvar el capital antes que la vida; cómo prefirió proteger el sistema financiero mientras el destruido sistema de salud pública sigue en cuidados intensivos; cómo la publicitada “reactivación económica” ha sido orientada para que una minoría siga acumulando multimillonarias fortunas, al mismo tiempo que las mayorías sobreviven en el desempleo, la informalidad, la falta de oportunidades, el hambre y la desigualdad social.
El Acuerdo de Paz no se ha implementado. Lo que fue una victoria no solo del pueblo colombiano, sino también de las fuerzas progresistas que en las últimas cuatro décadas se han comprometido decididamente en la solución política, se ha visto frustrado por una élite criminal que ha frenado por todos los medios el potencial transformador del tratado de paz que emergió en La Habana, mientras continúa el preocupante asesinato sistemático de excombatientes y liderazgos sociales en los territorios olvidados del país.
También este Establecimiento se ha mostrado abiertamente hostil frente a la justicia transicional que avanza en la construcción de una verdad histórica y judicial, paso imprescindible tanto para garantizar los derechos de las víctimas del conflicto como para la construcción de una sociedad verdaderamente democrática.
Esta cadena de acontecimientos ha desenmascarado los verdaderos intereses de las élites. La gente, fastidiada con esta situación acumulada, salió a las calles el 21 de noviembre de 2019, el 9 de septiembre de 2020 y el 28 de abril de 2021, configurando una movilización popular inédita, donde las mayorías demostraron un rechazo contundente al sistema dominante.
El estallido ha comprobado novedosas experiencias de resistencia lideradas por la juventud, las mujeres, las diversidades y los procesos que defienden la naturaleza, que junto al clásico movimiento social y popular vienen estableciendo nuevas interpretaciones de la realidad para un pueblo que busca un presente que el neoliberalismo niega.
La radiografía de la crisis socioeconómica y la respuesta popular al convulsionado momento nos plantean condiciones favorables para disputar el poder y edificar un gobierno de convergencia. Ello supone no sólo la derrota de la clase reaccionaria agrupada en el actual partido de Gobierno, sino la necesidad histórica de superar el modelo económico neoliberal y avanzar en un amplio consenso programático de reformas que consoliden un proyecto democrático nacional.
Este proyecto debe sustentarse en la defensa de la soberanía, la implementación del Acuerdo de Paz y la construcción de un nuevo orden social y ecológico que ponga en el centro de la política los anhelos de la mayoría social ignorada y la protección de la naturaleza brutalmente golpeada.
En consecuencia y con una campaña electoral que ya comenzó, la tarea es asumir con nuestra patentada alegría los retos del momento y aportar con nuestro acumulado revolucionario en la construcción del Pacto Histórico, convergencia que puede cambiar a Colombia. Por su parte, las fuerzas reaccionarias no se quedarán quietas y con rabia harán todo lo posible por truncar nuestra victoria.
Como Bernardo, muchas personas que hoy no están y que lucharon toda la vida, soñaron con el momento que hoy estamos viviendo. Porque la izquierda merece y puede vencer, moral arriba que el cambio será hermoso.