El espejo ecuatoriano

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Nixon Padilla
@nixonpadilla

El triunfo de Andrés Arauz afiliado a la Revolución Ciudadana del expresidente Rafael Correa, con más de 12 puntos de ventaja sobre sus más inmediatos competidores, nos plantea algunas reflexiones.

En primer lugar, el desastre de los gobiernos de la derecha neoliberal en la región ha orientado a los votantes ecuatorianos a seguir apostando por continuar la senda de la Revolución Ciudadana. Es decir que, en la disputa regional, Ecuador sigue desmarcándose del neoliberalismo y poniendo su esperanza en gobiernos de corte alternativo.

En segundo lugar, las elites conscientes de dicha realidad, no le apuestan a una sola carta para enfrentar el proceso electoral.  La idea que se ha venido imponiendo es viralizar el discurso de la famosa polarización. Con este planteamiento, la derecha coloca un jugador a desgastar (y desgastarse) de manera directa con la candidatura progresista, logrando de esa manera crear animadversión y cansancio en la ciudadanía a los representantes de los ahora llamados extremos.

Esta táctica, es no solo conveniente porque le permite a la derecha jugar a varias bandas, sino porque, desvía la atención ciudadana del debate sobre los principales problemas económicos y sociales, repartiendo por igual responsabilidades, tanto al actual gobernante como a quien se presenta como real alternativa.

De esta manera, con el desgaste de los “extremos”, el camino es lograr posicionarse como una novedad política. La característica de estas novedades políticas es que, al no poner el acento en los temas de orden estructurales, es decir el modelo económico, las reformas políticas y las garantías sociales, su oferta central se reduce a acabar con el enfrentamiento político, al que acusan de ser origen de todos los males.

En el caso ecuatoriano el candidato Lasso, representa el extremo que enfrenta al demonizado correismo. Por otra parte, el candidato Yaku Pérez, respaldado por Pachakutik y el anterior MPD, hoy Unidad Popular, es quien se ofrece como carta de cambio, de origen indigenista, pero vinculado completamente con el Departamento de Estado de EEUU y sus políticas en la región. Así, la derecha gana con cara y no pierde con sello.

En el caso colombiano, la misma estrategia se cuece. Quienes han impuesto la idea de que el mayor problema en el país es el extremismo, intentan enterrar la candidatura de Gustavo Petro, al lado del cadáver del uribismo. A las elites les va bien con cualquiera de estas opciones, pues el modelo no solo queda intacto, sino que se remozaría, ahora con un toque más institucionalista.

Al igual que en Ecuador, utilizan de manera cínica el “coco” del castrochavismo y tildan de comunista expropiador al candidato progresista.  La postura que se autodenomina centrista, sabe muy bien que el candidato Petro, no es ni lo uno ni lo otro, pero usan el anticomunismo y el antivenezolanismo, como bien la ha usado la ultraderecha, para aterrorizar a los votantes.

Sin aún definirse de manera clara, quien disputará la segunda vuelta a Andrés Arauz, lo que está cantado es que toda la derecha se unirá alrededor de quien se enfrente al candidato correista.

En Colombia, estas posturas autodenominadas centristas pasaron de la política nini (Ni Uribe, ni Santos), a la política de nunca con Petro. Pero al igual que en Ecuador, no debemos confundir la denuncia de esta estrategia, con el insulto y desprecio a los votantes que tienen la esperanza democrática en estos sectores.

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