El imperio en decadencia

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María Eugenia Londoño

Diversos análisis hemos podido leer ante la llegada de una pandemia que sólo era perceptible desde la ficción y que hoy se configura como la “nueva normalidad”, en algunos de éstos leímos prematuramente, aquellos que anunciaban el fin del sistema capitalista y la caída de su modelo de consumo; sin embargo, los mismos no duraron largo tiempo en corregir su tesis y plantearon que solo se “reinventaron”.

Nuestro análisis puede ser arriesgado, pero la coyuntura nos deja los argumentos para hacerlo: hoy, el momento político del imperio en Colombia, nos muestra la urgencia de fortalecer el ejercicio de concentración de la riqueza y del poder, acentuar la represión, recrudecer el conflicto armado y generar zozobra y temor, pues sólo apretando el cuello de los gobiernos dependientes como en el caso de nuestro país, se reafirma ante los ojos del mundo, el “poderío” de un imperio, que a todas luces va en picada y cuya sociedad está acostumbrada a ser vista como un referente mundial y que hoy ve crecer con impotencia el sentimiento antinorteamericano en el mundo.

En tal sentido, nuestra tesis entonces es que, lejos de caer el sistema capitalista y su modelo neoliberal, lo que sí está en jaque es el poderío comercial y bélico del imperio norteamericano, que da brazadas de ahogado al promover el conflicto armado en la hermana República Bolivariana de Venezuela, al ver sus alianzas comerciales que mitigan la crisis que deja el miserable bloqueo y robo descarado de sus recursos por parte de Estados Unidos, empleando a Colombia como su trinchera y a costa de su “soberanía” gracias a las puertas abiertas que ha dejado un gobierno arrodillado como el de Duque.

De otra parte, busca incesantemente girar la mirada a otros países, como en el caso de Cuba, al incluirla en su unilateral lista de países que “no cooperan” contra el terrorismo y cuya medida descarada fue apoyada por Duque.

Para Colombia, el panorama resulta poco alentador ante una política de dependencia que se reafirma, lo que se evidencia entre otros aspectos, en la llegada de las tropas norteamericanas al país y el manejo de la emergencia sanitaria donde se doblega aún más, en busca de líneas de crédito que amplíen la deuda externa, en vez de cesar su pago y consolidar la renta básica como un imperativo que alivie, en efecto, la economía nacional, sin recargar en el pueblo los devastadores efectos de la pandemia, que de no mitigarse, resultará, sin duda, en una explosión social.

El imperio teme por su economía mientras pierde la dominación mundial por el avance independiente de China, Rusia, Irán, entre otros que se sacuden de su dependencia y ve con impotencia como sus calles arden, no sólo por las protestas que muestran la indignación y el agotamiento de una sociedad acallada por la fuerza y que deja más de 5000 muertos en los últimos años por la brutalidad policial y donde la mayoría de sus víctimas muestran el evidente sentimiento xenófobo de la estructura debilitada del poder norteamericano.

La «nueva normalidad» entonces, ha de llamarnos a fortalecer las organizaciones, la unidad de clase, promover el ejercicio de movilización creativa, con protección y consciente de que el ejercicio de dependencia a un imperio decadente, solo dejará miseria en la población colombiana.

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