
Los éxitos de la apretada agenda nacional e internacional de la semana pasada, muestran a un presidente percibido con respeto por los lideres del mundo y con incidencia en las políticas globales. Además, desató furia en la ultraderecha por la evidente acogida
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
En Colombia estábamos acostumbrados a tener, una tras otra, generaciones de dirigentes políticos no solo criminales y corruptos, sino sobre todo mediocres. Nuestra clase dominante –o clase dirigente, como a ellos les gusta llamarse– ha estado en general compuesta por elementos sin mayor brillo, intrascendentes, frívolos y sin mayor capacidad –ni ganas, hay que decirlo– de hacer cambios profundos en la política o la economía.
No es necesario mencionar ningún nombre propio, en especial cuando basta recordar las pocas, poquísimas, excepciones a la regla. Dirigentes como Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo o el propio Álvaro Gómez Hurtado fueron dirigentes que, independientemente de su orientación ideológica, eran personas cultas, instruidas, con pensamiento complejo y capaces de comprender, desde su punto de vista, la realidad nacional.
Parte de la tragedia de la propia clase dominante en los años más recientes es que su último líder, Álvaro Uribe, se halla en estos momentos en el ocaso triste de su carrera política, arrinconado por las acusaciones judiciales y castigado por la desfavorabilidad y el oprobio. Por eso, la figura de Gustavo Petro les molesta tanto. No es solo porque sea mestizo, provenga de la clase trabajadora y sea de izquierda, es sobre todo porque les cuesta reconocer que es mucho más inteligente que cualquiera de sus contradictores.
Lo interesante de lo ocurrido la semana anterior, cuando el presidente demostró en varios frentes que es cualquier cosa menos intrascendente, fue la furia que desató en el ecosistema de la derecha. Porque no es usual que un presidente colombiano resuelva problemas en las regiones, se posicione como defensor continental de la democracia, dé cátedra sobre el rumbo de la economía global y sea recibido por el mayor líder espiritual del planeta, todo en ocho días. Repasemos pues, las causas de la molestia que esta semana produjo Petro a los odiadores de oficio.
Despejando la vía
La semana anterior, el país se despertó con la noticia de un derrumbe en la carretera que une –une es un decir– Medellín y Quibdó. Las lluvias torrenciales de las últimas semanas, sumadas a la falta de muros de contención en la vía, provocaron el deslizamiento de varias toneladas de tierra sobre la carretera. Por una fatal casualidad, varias personas, que se encontraban reunidas en un estadero al pie de la carretera, mientras pasaba el aguacero y se despejaba la vía algunos kilómetros más adelante, recibieron lo más fuerte de la avalancha. Allí se produjo la mayoría de las treinta y nueve muertes que dejó el hecho.
A pesar de que algunos intoxicadores profesionales se apresuraron a decir que el presidente solo había sobrevolado la zona del desastre, pues consideraba más importante asistir a la posesión del presidente de Guatemala, lo cierto es que Petro se hizo presente en el lugar y no solo coordinó las acciones urgentes de rescate de los cuerpos, sino que se comprometió a dar ayuda psicosocial a los familiares de las víctimas y anunció que se destinarán recursos suficientes para terminar la carretera, hacerle mantenimiento y construir los muros de contención faltantes. Una exigencia que las comunidades del Chocó han hecho durante décadas.
Defendiendo la democracia
Por la tarde de ese mismo día, Petro viajó a Guatemala para asistir a la posesión del nuevo presidente Bernardo Arévalo. Como se sabe, este, el primer presidente guatemalteco progresista en setenta años, ha sido objeto de la más encarnizada persecución para impedir primero que ganara las elecciones y luego que se hiciera efectiva su posesión. Con todo tipo de jugaditas, la élite de derecha le puso obstáculos políticos y judiciales para impedirle asumir el cargo.
Horas antes de la posesión, las alarmas se encendieron, pues el Congreso se negó a elegir a su mesa directiva, encargada de tomar el juramento a Arévalo, sumado al retiro de la personería jurídica al partido del presidente, el movimiento Semilla, lo que impedía que sus parlamentarios se posesionaran. Un golpe blando en toda regla.
En ese contexto aterrizó Petro en Guatemala, dijo con fuerza que no se iría del país hasta que Arévalo no fuese posesionado y convocó a los presidentes latinoamericanos y a los organismos internacionales para cerrar filas en torno a la democracia guatemalteca. Vale decir que Petro fue el primer líder continental en tomar posición firmemente a favor de la democracia del hermano país. A su llamado se sumaron prácticamente todos los gobiernos de la región, la OEA –sí, la OEA– y la agencia de cooperación estadounidense, Usaid, que transmitió el mensaje del gobierno de ese país “recomendando” a los parlamentarios que cumplieran la Constitución.
Como se sabe, cualquier intento de golpe de Estado, duro o blando, siempre cuenta con el aval de la Embajada estadounidense. En este caso, el gobierno norteamericano identificó el ambiente político en el continente, sumado a la masiva movilización popular en las calles de Ciudad de Guatemala, y se dio cuenta de que la aventura golpista no tendría respaldo. Su llamado a permitir la posesión de Arévalo es, sin duda, el reconocimiento tácito de su más reciente derrota táctica.
Con los ricos del mundo
Al día siguiente, Petro se trasladó a Suiza para participar en las deliberaciones del Foro Económico Mundial en la ciudad de Davos. El Foro, como se sabe, es la reunión anual donde se encuentran las figuras más importantes de la política y la economía global. Este año, como no podía ser de otra manera, el lema del Foro, “Restaurando la confianza”, reveló el pesimismo reinante en las élites mundiales frente al inevitable fin de su hegemonía.
En ese escenario, Petro insistió en su propuesta de transitar hacia una economía descarbonizada como única garantía para la supervivencia de la especie humana y volvió a proponer el intercambio de deuda externa por acción climática como mecanismo de transición energética y redistribución de la riqueza entre los países del mundo.
A pesar del lamentable cubrimiento de los medios corporativos colombianos, que se centraron en chismes sobre el alquiler de la casa de promoción de Colombia en el Foro y destacaron el errático, delirante y autoplagiado discurso de Javier Milei, lo cierto es que el mundo escucha al presidente de Colombia, lo respeta y toma nota de sus propuestas. No es casualidad que el propio gobierno estadounidense haya anunciado la apertura de un fondo para promover el intercambio de deuda por acción climática que propone Petro.
Con Francisco
Finalmente, el presidente visitó al papa Francisco en el Vaticano para dialogar sobre la paz en Colombia. Petro anunció que el papa aceptó la propuesta de ofrecer la Santa Sede como escenario de una ronda de negociaciones entre el gobierno colombiano y el ELN, lo que daría un impulso decisivo al proceso de paz con esa organización insurgente. También reveló que Colombia será mediador entre el gobierno nicaragüense y la Iglesia católica de ese país, enfrascados en una tensa relación desde hace varios años. Por último, el presidente de Colombia le propuso al Papa apoyar la ampliación del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y lograr que más países se sumen a esta iniciativa.
De este modo, moviéndose con presteza entre la gente del Chocó, los presidentes latinoamericanos, los dueños del mundo y el Papa, Petro no solo llama la atención positivamente sobre Colombia por primera vez –la “buena imagen” que preocupa tanto a algunos–, sino que logra que el mundo escuche y discuta sus propuestas. Es lo que no comprende la dirigencia criolla de derecha. No les da.