El término “posverdad”

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Sergio de Zubiría Samper

Algunos medios periodísticos han pretendido otorgarle carta de ciudadanía al término de “posverdad”. El Diccionario Oxford lo consideró el neologismo del 2016. Una arqueología provisional nos muestra sus diversos sentidos. Cierta connotación lo asocia a “mentiras emocionales” que se convierten en válidas siempre y cuando que los altavoces sean lo suficientemente potentes (por ejemplo, “el cambio climático es un mito”, “la homosexualidad es antinatural”). Otro significado lo asocia al emborronamiento actual de la frontera entre la verdad y la mentira, lo que exige una tercera categoría, la “posverdad”. También encontramos versiones que lo identifican con el escepticismo y el relativismo,

Periodistas colombianas han llamado la atención sobre la banalidad que ha acompañado el ingreso del término. Las mentiras tienen ahora “un rimbombante nombre: posverdad” (M. E. Bonilla) o antes de preocuparnos por la posverdad, “preocupémonos por la verdad, o por la preverdad” (J. León). Compartimos este tono crítico ante el ingreso artificial, expansivo y anodino del vocablo.

La tradición filosófica de Occidente ha develado las dificultades inherentes a la problemática de la verdad. Desde la alegoría de la caverna de Platón, los “idola” de Bacon y la Aufklarung kantiana sabemos de la inevitable inclinación humana a la apariencia, la falsedad y la ilusión. Marx develó los complejos mecanismos de la falsa conciencia (Schein). Para Bacon, los “idola Fori” (lenguaje, mercado) e “idola Theatri” (roles sociales), son obstáculos o prejuicios constitutivos de la naturaleza humana. Con Kant reconocemos las inmensas dificultades de pensar por cuenta propia (Sapere Aude) en asuntos de la verdad.

Tal vez, la versión más peligrosa de “posverdad” es la que intenta instrumentalizar la derecha. En primer lugar, preparar en Colombia un escenario de relativización de toda verdad que surja de las estrategias de su búsqueda contenidas en el Acuerdo Final, especialmente de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad y de la Justicia Especial para la Paz. En segundo lugar, pretende legitimar que en asuntos de propaganda política “todo vale” si se persiguen resultados. Tercero, continuar la senda del desprestigio del campo de lo político como un escenario sin límites éticos donde “todo cabe”, Un clima anti-político y a-político siempre será propenso para las aspiraciones de la ultraderecha. Cuarto, constituye un dispositivo ideológico para desplazar el interés público por la paz hacia otros asuntos que puedan ponerse de moda. Estamos ingresando a un momento histórico donde profundos debates filosóficos, éticos y comunicativos sobre la verdad, serán determinantes en el destino de lo político. La extrema derecha afina ahora sus garras contra la tradición teórica de la filosofía de Occidente.