‘El Tigre’ aterriza en Vallecas

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El colectivo Bukaneros es la asociación de aficionados más beligerantes del fútbol español

La llegada del máximo goleador de la selección Colombia al Rayo Vallecano ha despertado el interés, tanto de la opinión pública como de la prensa deportiva colombiana. La razón es que la afición del equipo madrileño es abiertamente antifascista, antirracista y comprometida con los intereses de la clase obrera

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

Luego de jugar por dos temporadas en el equipo Galatasaray de Turquía, el colombiano Radamel Falcao García ha firmado con el Rayo Vallecano, equipo madrileño que en esta temporada vuelve a la primera división del fútbol español y que se encuentra reforzando su plantilla para mantenerse en la categoría.

Además del Tigre, la escuadra del popular barrio de Vallecas ha anunciado la contratación del defensa Nikola Maras, del centrocampista Unai López, del delantero Sergi Guardiola y del arquero colombiano Iván “la araña” Arboleda.

Con 36 años y en el ocaso de su carrera, Falcao vuelve al fútbol español después de ocho años de ausencia. El balompié ibérico aún recuerda la época en la que el Tigre jugó en el Atlético de Madrid, club donde anotó 70 goles en 91 partidos y donde consiguió ganar una Copa del Rey, una Europa League y una Supercopa de Europa.

 

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Titulares

La llegada del máximo goleador de la selección Colombia al club de Vallecas ha despertado el interés, tanto de la opinión pública como de la prensa deportiva colombiana, que se han visto sorprendidos con la contratación que se cerró a última hora en el mercado de pases.

“La particular hinchada del Rayo Vallecano a la que Falcao espera alegrar” o “La curiosa historia del Rayo Vallecano, equipo donde jugará Falcao”, han sido algunos de los titulares con los que la prensa en Colombia ha intentado identificar al desconocido equipo. Si bien dichos contenidos no ocultan que es un club que emerge de un barrio obrero y que su hinchada “ultra” es “izquierdista”, no profundizan en las particularidades que convierten a la afición rayista en una de las tribunas futboleras más comprometidas con los intereses de la clase obrera y en una de las expresiones más sólidas del antifascismo en Europa.

Ya sabemos lo que van a decir nuestros haters al leer este artículo: “Instrumentalizan a Falcao en algo extradeportivo”. Desde nuestra perspectiva, el fútbol, como todos los deportes, responde a contradicciones económicas y políticas que van desde la inocultable pasión que despierta en los pueblos, hasta la actual mercantilización totalitaria que contamina a todo el universo futbolero. Pero sí, eso hacemos. No es nuestra culpa que el mejor jugador colombiano en el último periodo aterrice en Vallecas y que la afición de ese equipo esté comprometida con las causas justas de la gente que lucha.

Un poco de historia

Para profundizar sobre el Rayo Vallecano, en particular su historia y su afición, es necesario precisar una consideración crítica sobre el fútbol. En tiempos donde el deporte (y en especial el fútbol) se convierte en una mega industria despiadada de transacciones estrafalarias, en épocas de aficiones cada vez más marginalizadas, pero al mismo tiempo más despolitizadas, es un imperativo recuperar la esencia popular del balompié. En otras palabras, es utilizar las gafas críticas y construir un relato diferente sobre la pelota (historia), la pasión (la gente) y el juego (fútbol).

Desde esa ecuación leemos al Rayo Vallecano, pues es una experiencia que combina estos tres elementos desde una trayectoria inédita. Fundado en la primera mitad del siglo XX en el por entonces municipio de Vallecas, el Rayo se afilió en 1931 a la Federación Obrera de Fútbol espacio donde jugó hasta el inicio de la Guerra Civil Española. Al ganar el franquismo la confrontación, en 1939 el equipo se integró en la Federación Castellana de Fútbol.

Con la desaparición del municipio de Vallecas y su anexión a Madrid en 1950, el Rayo Vallecano tuvo no solo que enfrentarse año tras año a la dura realidad deportiva de ganar categorías profesionales, sino también a ser parte de una vecindad futbolera con dos gigantes del fútbol, tanto en lo estrictamente competitivo como en lo económico: el Real y el Atlético de Madrid.

Dirigencia empresarial, afición popular

En los años sesentas, en medio de la dictadura franquista y con flujos migratorios que se asentaron en Vallecas, el pueblo del barrio madrileño se radicalizó en un profundo sentimiento antifascista, que por supuesto, permeó la realidad del Rayo Vallecano y a su afición.

La construcción del Nuevo Estadio de Vallecas en 1976; la llegada a la primera división de la liga finalizando la década de los setenta, época donde se conoció como el “matagigantes”; descensos prolongados durante varios periodos y ascensos cortos sin pena ni gloria; la conversión en 1991 como sociedad anónima deportiva donde pasó a manos del empresario José María Ruiz-Mateos, miembro del Opus Dei y acusado por la afición como estafador; y finalmente la compra por parte del empresario Martín Presa, también resistido por la afición por ser la materialización del capitalismo salvaje madrileño, son el resumen de la historia más reciente del Rayo Vallecano.

Algo es cierto en toda esta historia. La llegada de Falcao es vista como un esfuerzo del presidente Martín Presa por lograr resultados deportivos y contestar a la afición que exige su renuncia. ¿Culpa del jugador colombiano?, por supuesto que no.

Los Bukaneros

Gracias a la tradición antifascista que se escribió en la historia de Vallecas, del Rayo y de su afición, en 1992 se fundó el colectivo Bukaneros, como una asociación que reconoce en todo este trasegar histórico un principio “en la lucha y defensa de nuestro equipo, nuestro barrio y nuestra forma de entenderlo, siempre limpia de racismo y fascismo, valores tan alejados de nosotros como de lo que el Rayo Vallecano representa”.

Considerados como “ultras”, categoría que en América Latina se puede acercar al de “barrista”, los Bukaneros se han convertido en una de las aficiones más combativas y significativas en la lucha antifascista. Sus acciones no se limitan a asistir al estadio y “alentar” al equipo, sino más bien a intervenciones políticas donde hacen gala de su fuerza y de sus principios ideológicos.

Muchos son los ejemplos: En 2013 cortaron la luz del Nuevo Estadio de Vallecas en un partido contra el Real Madrid para protestar no solo por la precaria situación laboral de la clase trabajadora en el club, sino también para sentar una posición de crítica frente al fútbol-espectáculo y la mercantilización del juego.

En 2017, se resistieron a la contratación del delantero Roman Zozulya, por sus vínculos con la extrema derecha, profesar la ideología nazi y financiar grupos paramilitares en Ucrania. Una fotografía publicada por el mismo Zozulya, donde aparece el retrato de Stepán Bandera, un nacionalista ucraniano y colaborador nazi en la Segunda Guerra Mundial, fue razón suficiente para que los Bukaneros convirtieran el fichaje del atacante en uno de los más efímeros en la historia del Rayo Vallecano. Desde luego, se oponen con beligerancia a la actual presidencia de Martín Presa.

Contra el racismo y el fútbol negocio

Pues bien, a este equipo obrero y antifascista llega el experimentado Tigre Falcao, quien es reconocido en el mundo del deporte por su profesionalismo, tanto en las canchas como por fuera de ellas. Inevitablemente tendrá que ganarse a esta particular afición, que desde ya estremece a nuestro timorato mundo deportivo con la consigna: “Contra el racismo, la represión y el fútbol negocio. Rayo, nunca caminarás solo”.

Para Falcao, como persona creyente que es, quizás le sean útiles las palabras del padre Camilo Torres, cuando sin vacilaciones afirmaba: “El deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”.