
De las elecciones presidenciales en Estados Unidos depende en parte la agenda geopolítica, el desarrollo del capitalismo a escala mundial y las acciones de los movimientos que se resisten al imperialismo. VOZ ofrece pistas básicas para entender este complejo proceso electoral
Simón Palacio
@Simonhablando
Tal y como pasa con el fútbol americano, las elecciones en Estados Unidos no solo son un espectáculo que inunda los principales titulares de la prensa mundial, sino que además son un proceso confuso que no entiende nadie, salvo quienes habitan el país o quienes estudian el complejo sistema electoral del vecino del norte.
¿Por qué perdió Hillary Clinton la candidatura presidencial en el 2016, si tuvo casi tres millones de votos más que su oponente Donald Trump? ¿Por qué en Estados Unidos solo tienen posibilidades de triunfo únicamente dos partidos políticos? ¿Qué es un caucus o una primaria electoral? Éstas y otras preguntas más son habituales en cualquier conversación que gire en torno al tema.
Lo cierto es que la espectacular esfera política de los Estados Unidos, cuya máxima expresión es el mediático e inentendible proceso electoral, está lejos de ser un problema exclusivo de los norteamericanos.
Los gobernantes del mundo, las juntas directivas de las principales multinacionales económicas, las salas de redacción de las poderosas corporaciones comunicativas o las aulas de la academia politológica nunca serán indiferentes al desarrollo de los acontecimientos que se tejen alrededor de la política norteamericana.
Desde la perspectiva de los movimientos que se resisten al imperialismo, es importante seguir y entender este complejo proceso político-electoral. Ignorarlo, será siempre un error estratégico.
Régimen presidencialista
La Constitución Política de los Estados Unidos de 1787 es la carta magna en vigor con más antigüedad en todo el mundo. Sus contenidos propios del siglo XVIII determinan las reglas del juego democrático. Para la época, la figura presidencial fue el órgano más original de dicha Constitución.
El presidente y vicepresidente de los Estados Unidos son elegidos por sufragio universal indirecto. Es decir que la elección está guiada por un organismo de selección conocido como Colegio Electoral.
La explicación es que en 1787 los constitucionalistas desconfiaban del pueblo como elector directo, para lo cual configuraron un mecanismo donde el pueblo designa los electores presidenciales y estos al presidente. Este primitivo formalismo jurídico del siglo XVIII se mantiene.
El bipartidismo
La moderna y liberal representación política está determinada por el tema electoral. En los Estados Unidos este método es uninominal, dando un pequeño margen de elección al elector y favoreciendo el sistema de partidos. Este bipartidismo en Norteamérica lo recrean el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Estas verdaderas máquinas electorales tienen tres características particulares.
La primera es que entre las dos agrupaciones no existen diferencias notables. Se asocia equivocadamente a que los demócratas son más dados a la intervención del Estado en la economía y que tienen posiciones progresistas, mientras que los republicanos son más conservadores, tanto en lo económico como en lo político. Sin embargo, los dos defienden el capitalismo, la libre empresa y el papel imperialista de los Estados Unidos en la política exterior.
La segunda característica es la organización. Son partidos de cuadros que funcionan como pequeños comités de notables. Su organización es descentralizada, pues responde más a las dinámicas propias de las pequeñas comunidades políticas de los estados federados.
Y la tercera es que su función oficial es la de nominar. Estos partidos políticos juegan un papel oficial y público, regulado por las leyes electorales, en lo que respecta a la designación de candidatos para las elecciones.
Las fases
En la elección presidencial norteamericana se pueden ubicar tres fases del proceso. La primera es la designación de los candidatos, momento donde los dos principales partidos políticos eligen los delegados de cada agrupación por estado y estos a su vez escogen oficialmente la candidatura en una Convención Nacional.
En este proceso de selección es donde aparecen las primarias y los caucus, escenarios que son diferentes en cada estado. Las primarias dependen de las leyes electorales de los estados, y estas pueden ser cerradas (solo votan los afiliados al partido) o abiertas (electores no afiliados pueden participar).
Los caucus se experimentan en un puñado de estados, siendo una especie de “asambleas populares” donde la organización recae en manos de los partidos. La particularidad es que flexibiliza las reglas, y por ende la participación electoral.
El supermartes, que es registrado por la prensa como si fuera el Super Bowl (final del campeonato de fútbol americano), es el día donde la mayoría de los estados y territorios celebran sus primarias y caucus. En total son 14 estados más la votación en el exterior. Este año será el 3 de marzo.
Una vez asignados los candidatos por partido, se pasa a la segunda fase que es la elección de los compromisarios que designarán al presidente. Este acontecimiento se desarrolla el primer martes de noviembre, fecha asignada porque es el periodo entre el fin de la cosecha y la llegada del frío producto del invierno boreal, en el 2020 caerá el 3 de noviembre.
Este es el momento donde el pueblo estadounidense designa los electores presidenciales por estado. De los 538 representantes que tiene el Colegio Electoral, la candidatura que aspire llegar a la Casa Blanca necesita de 270 votos electorales o más.
La tercera fase, que es un formalismo, es cuando los compromisarios electos por estado votan por presidente en el Colegio Electoral; esto se da siempre el segundo miércoles de diciembre.
El voto electoral y la disputa por los péndulos
Es importante diferenciar el voto popular del voto electoral. El primero, es el total de números de votos recibidos a lo largo de todo el territorio; el segundo, es el número de votos que se designan en proporción a la población de un estado. Por ejemplo, California con 39 millones de habitantes tiene 55 votos electorales, mientras que Nevada con tres millones de habitantes tiene seis votos electorales.
Ganar el voto popular no determina la victoria. Por esta razón, los candidatos tienen que disputarse estratégicamente la mayoría de los estados y así obtener la mayor cantidad de votos electorales.
Existen tendencias que determinan la preferencia de los estados. Hay estados rojos, favorables al Partido Republicano como Alaska o Idaho, y estados azules, favorables al Partido Demócrata como California o Illinois. Los estados péndulos como Ohio y Florida, que son impredecibles en el proceso electoral, son determinantes para ganar la presidencia. En el 2020 se estima que Arizona, Pensilvania y Wisconsin serán vitales para la victoria.